El miedo a la razón
Ya lo había advertido Juan Nuño en un viejo artículo de El Nacional de Caracas, después desarrollado en uno de sus más célebres ensayos: siempre es posible que los pueblos retrocedan e, incluso, añadimos, perdiendo la condición de ciudadanos. Condición que se supone universal, gracias a lo que llamó los codos de la historia, quedamos inermes y también sorprendidos frente a la barbarie del poder.
Lejos de dibujar una versión paradisíaca del pasado más o menos remoto, luce necesario reivindicarlo, pues, hubo un mínimo de racionalidad que garantizaba una pacífica convivencia y legitimaba cualesquiera iniciativas por salvaguardar las libertades indispensables. Y, con todos los tropiezos, obstáculos e incidentes que se recuerden, más que una tribuna, existió el tribunal de la opinión pública al que debíamos responder y, por ello, nos convertimos en un referente para los países que intentaron el tránsito de la dictadura a la democracia.
Razón, racionalidad y razonabilidad que pretende el poder establecido desterrar hoy de Venezuela, desea empinar la más enfermiza arbitrariedad ante una sociedad irreprimiblemente plural y compleja que lucha literalmente por su supervivencia. Violentando las premisas fundamentales, recogidas en la Constitución, fracasa en la construcción misma de sus falacias desequipado de los juristas que otras dictaduras anteriores exponían, porque el aparato judicial está compuesto de dóciles, temerosos y agradecidos magistrados que nunca se pensaron tales si es que alguna vez litigaron en buena lid por los más modestos tribunales, ahora enlistados por el Departamento de Estado del país que, sólo verbalmente latigueado, paradójicamente, ha sido la quimera de sus placeres.
Abominando de las realidades objetiva y palpablemente vividas y sufridas, las que se permite falsificar, el poder establecido se empeña en una constituyente que no es tal, rasga sus vestiduras por una conspiración que nunca prueba o incurre en otras invenciones que redondean el absurdo, proclamando la paz que nunca ha dejado de traicionar. Experimentando un inmenso miedo por la razón que lo condena, prefiere dirimir sus diferencias a través de la pólvora y del tribunal militar.
En un plazo más corto que el empleado en 2014, este año ha asesinado a más de cuarenta jóvenes que lo protestaron pacíficamente, siendo el más reciente caso el de Paúl Moreno, arrollado por una camioneta escoltada por motorizados. Expresión de una sociedad que lucha contra la irracionalidad, no es un hecho casual que Moreno perteneciera a la Cruz Verde, la que diligente y arriesgadamente procura salvar vidas en medio de las embestidas represivas del régimen.
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