Entre la esperanza y el desaliento

Venezuela siempre tiene la manera surreal de mostrarte dos caras de la misma moneda sin que lo estemos buscando, tiene la sencilla forma de hacerte ver que en medio de la desesperanza puede aparecer un rayo de luz capaz de iluminar hasta un día tan oscuro y tan tenebroso como lo fue el pasado 7 de junio.

El nombre de la estadística fatal esta vez lo protagoniza Neomar Alejandro Armas Lander, un adolescente de 17 años, sí, casi un niño; que perdió su vida y con ella, un millón de sueños, en medio de una manifestación en contra del Gobierno –desgobierno- de Nicolás Maduro.  

Esa tarde el panorama no podía siquiera pintarse de gris, todo alrededor de ese grito de ¡Libertad! estaba totalmente empañado con la sangre de quien no podrá ver sus anhelos materializados. Neomar era el último nombre en una larga lista de 69 personas que habían muerto en 68 días de protestas; Neomar fue la vida y la muerte en un solo instante; Neomar pasó de ser un venezolano queriendo construir un mejor país, a ser un venezolano que ya no podrá disfrutar desde este plano, cuando la libertad y la justicia formen parte de la tierra que tanto amamos, Venezuela.

Neomar nació en medio de un gobierno que nos ha arrebatado todo, un gobierno que nos ha vuelto indolentes, que nos llenó de temores, de exilio, de distancias jamás buscadas, de muerte, de escasez, de inseguridad, de pocos valores, de zozobra. Un gobierno que nos ha hecho tocar fondo cada vez que lo desea, un gobierno que nos deja sin oportunidades, un gobierno que solo ofrece problemas ante nuestras soluciones. Un gobierno que poco a poco nos mata, un gobierno que parece estar arrebatándonos nuestra esencia, nuestra bonita idiosincrasia.

Por otro lado, la madrugada del jueves, un grupo de jóvenes contemporáneos con Neomar, le dieron la oportunidad a una nación, de sonreír en medio de tantas tristezas. Un suspiro de aliento que apareció en forma de gol hizo resurgir de las cenizas a quienes ya habían colocados sus manos al aire, y solo pedían que este trayecto de la historia de Venezuela, cesara lo antes posible.

La Vinotinto, nuestra Vinotinto, logró avanzar a la final del campeonato mundial de la Sub 20. Un acontecimiento que parece haber sido un grandioso acto de magia, que llegó justo en el momento indicado para dar respiro a quienes tenían todas las esperanzas perdidas.

Un hecho no tiene que ver en lo absoluto con el otro, ni siquiera puede compararse, pero, sin duda, este granito de arena aportado por todo un equipo, nos da la posibilidad de creer que todo sueño es posible, y que conquistar la victoria, lleva trabajo y dedicación, pero que quienes dejan lo mejor de sí mismo en la cancha, siempre alcanzan lo soñado.

Han sido días difíciles, días en los que hemos tenido que hacer malabares para no perder por completo el aliento. Días en los que nos hemos tenido que dar apoyo entre desconocidos, justo cuando sentíamos que estábamos perdiendo el piso. Días en los que hemos luchado por la salud, por la vida, por la libertad de expresión, por los presos políticos, por la educación, por nuestros sueños, por nuestros hijos, por nuestros abuelos, por nuestro futuro.

Un futuro bonito, en el que podamos caber todos, en el que la tolerancia, el respeto y el amor sean la premisa. Un futuro como el que siempre soñamos, en el que nuestros deseos puedan ser posibles, en el que no tengamos que alejarnos de nuestros afectos porque la situación país nos ha obligado a hacerlo. Un futuro en el que las familias no estén fragmentadas en cada nación del mundo. Un futuro en el que podamos caminar libremente por nuestras calles, y conocer cada rincón de esta tierra bendita, sin llegar a sentir miedo de explorar nuestras fronteras.

Un futuro en el que no sea una idea descabellada desear pasar tus últimos días en el país que te vio nacer.

Que estos días de lucha sirvan para formar el país que merecemos, que anhelamos; que cada día seamos un poco más valientes; que cada instante se fortalezca nuestro lado empático ante las pesares de nuestro compañero de al lado. Que estos días nos sirvan para recapacitar ante nuestras fallas, y que nos inviten a ser nuestra versión posible. Una versión en la que imperen los sentimientos nobles, la hermandad y la satisfacción de haber ayudado al prójimo sin esperar recibir nada a cambio.

Que desde ahora y para siempre, comencemos a diseñar la Venezuela que queremos habitar el resto de nuestra vida, y en la que nos hubiese gustado que cada joven caído creciera. Vamos a hacerlo por ellos, los que ya no están; por nosotros, los que decimos con orgullo que somos venezolanos; y por los que vienen en camino, por esos que merecen nacer en libertad.

Demos lo mejor de nosotros en este momento, desde cualquier tribuna posible, y ¡hagamos que valga!

Fotos: @RamziSouki

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