Su pasado los rechazaría

Entre las infinitas bondades que da el escribir, está la grata oportunidad de poder pasearse por escenarios irreales, que en algunos casos son totalmente incumplibles, pero que permiten hacer el tan apreciado ejercicio imaginativo, que en el contexto político actual de Venezuela, con tantos desórdenes ideológicos, es necesario y oportuno.

Ergo, es importante pasearse de vez en cuando por el pretérito de algunos de los actores políticos que llevan las riendas de la nación, para refrescar la memoria y analizar si han sido consecuentes, aunque sea en lo más mínimo, con los ideales y luchas que profesaban en algún momento.

¿Quién tuviese ese DeLorean DMC-12 con el que Marty McFly viajó al pasado? Para devolverse a los ochenta y decirle a ese joven, quizás ya pasado de kilos, estudiante de derecho de la UCV, que en el 2017, será el representante legal y fiel defensor de un Gobierno, convencido de que es innecesario realizar un referéndum consultivo para cambiar la constitución de un país, decantado por la idea de un Poder Judicial bloqueador de la Asamblea Nacional y enviciado de auto firmarse cada dos meses un decreto de Emergencia Económica. “¡Por favor! entra a la clase de separación de poderes”, sería un buen ruego para el novel estudiante.

Además, se podría viajar más cerca, a comienzos de la primera década del 2000 y llegar justo cuando ya convertido en un Abogado Constitucionalista de renombre, aseguraba la imperiosa necesidad de una “marcha sin retorno a Miraflores”, por el déficit democrático que existía para el momento y mencionarle que en 2017, millones de personas piensan como lo hace él, pero que la represión ha arreciado tanto, que ni siquiera han podido llegar al Consejo Nacional Electoral y que por cierto, él está del lado de los represores.

Que dicha sería en esos mismos años 80, llegar hasta la Academia militar de Venezuela y encontrar a ese cadete que se convertirá en ministro de defensa y General en Jefe de la Fuerza Armada Nacional, para decirle, que bajo su mirada displicente han caído al asfalto de la patria de Bolívar más de 80 compatriotas. Algunos de ellos, niños, que ni siquiera tenían edad para prestar servicio militar y lo último que vieron fue el “glorioso” uniforme verde oliva arremeter contra ellos.

Comentarle a ese noble cadete, que de seguro para entonces ya entona ese “Gloria al Bravo Pueblo”, con propiedad y orgullo, que “el vil egoísmo, otra vez triunfó” y que él, con la mayor deshonra hacia las caponas que porta, solo ha dicho que no quiere ver una atrocidad más por parte de los funcionarios que tiene bajo su mando. Como si fuera un papá regañando a un niño por botar el jugo en el almuerzo. Con descaradas extralimitaciones de cinismo e irresponsabilidad. Y preguntarle a ese cadete, ¿es eso en lo que te querías convertir?

O irse hasta los noventa y encontrarse a ese conductor de autobuses. Obrero, sindicalista, de izquierda. Y preguntarle su opinión sobre un Presidente que desde su asunción a la primera magistratura de Venezuela en 2013, ha dado continuidad a políticas salariales que bonifican el salario y el ingreso concerniente a la alimentación es superior al salario mínimo establecido, es decir, este Presidente le dice a su población, que su trabajo, mayormente, solo sirve para medio comer.

Decirle a ese sindicalista, que hay una Ley Orgánica del Trabajo, cuyo primer violador es ese Presidente, pues realiza aumentos de salarios sin tener recursos, y al final los trabajadores dependientes del Estado, reciben su aumento meses y hasta años después.

Comentarle a ese trabajador, lo indigno que se ha vuelto ser de la tercera edad en esta época, pues aunque el Gobierno garantiza pensiones, no alcanza para retirarse, para echarse un lado y disfrutar de lo poco o mucho que la vida les pueda aguardar. Y por el contrario, el Presidente, los ha hecho más indignos, esclavizándolos a una bolsa de comida al mes y obligándolos a un peregrinaje perenne para conseguir una pastilla para la tensión.

Y finalmente, contarle a ese dirigente de izquierda, que este Presidente, también vocifera serlo. Pero los postulados izquierdistas es lo que menos le importa, se siente más atraído por el poder o está entrampado entre algunos más poderosos que él, que se niegan rotundamente a la idea de volverse oposición. Y despedirse de aquel conductor de metrobús diciéndole: “serás historia muchacho, pero no de la buena”.

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