Tengo un sueño venezolano

Estoy orgullosa de la resistencia de una multitud de ciudadanos que hoy se niegan a ser sumisos ante la barbarie de una ideología. Hace más de siglo y medio, una cantidad de hombres y mujeres, cuyo legado de fuerza se manifiesta en la calle, sellaron la independencia de esta tierra. Ese día heredamos, sus descendientes, la responsabilidad de perpetuar la libertad ante cualquier demonio con aires de supremo. Pero, caímos en la trampa de la igualdad prometida. Y hoy, nos toca asumir el error de permitirle cabida al cataclismo socialista-comunista. Hoy no somos libres. Años después de tanto sacrificio por la libertad, el país se encuentra encadenado a la miseria de esa supuesta panacea. Así, el pobre, hoy mayoría, no sabe cómo mantener la choza proclamada en el himno. Ahora, el venezolano lucha contra el exilio legado por los ladrones de su propia tierra.

Y así estamos, sin teatro alguno, exponiendo la pérfida oscuridad existente detrás de la supuesta luz. En su principio, el país fue redactado de forma tal que sonara a desarrollo y prosperidad plena para todas las generaciones ya instaladas y por venir. Pero el trecho que conducía al hecho, tenía obstáculos que se fueron multiplicando con el santo pasar del tiempo. Ahora, hechos que cicatrizaron la nación sobran. No hace falta revivirlos, pero es necesario aprender de ellos para evitar la perpetuación de las sanguijuelas alimentadas con la sangre que hoy no deja de correr. Por ello, no nos resignamos. Nos rehusamos a creer que la justicia no puede existir en este lado del charco, que es el fin de la república que nos encargaron nuestros próceres. Por ello, nos hemos enfrascado en no permitir el entierro de la libertad que hoy, nos arrebata la sangrienta revolución.

Entonces seguimos, seguimos batallando para demostrar la hipocresía devastadora de la ideología y la urgencia de un ahora democrático. Estos momentos no permiten el mortal enfriamiento de la calle por culpa del guabineo o cualquier nefasto pacto de ventas de almas al diablo. Ahora es el tiempo de conseguir el amanecer. Ahora es el tiempo de desechar los estorbos políticos y consolidar la salida esperada, ansiada, votada y reclamada para ser cumplida, pues, sería letal distraerse de la urgencia que amerita el momento de la consolidación del fraude más grande la historia venezolana.

No debemos descansar hasta lograr lo prometido, por lo que queda de nosotros y por nuestros hijos. Este año no debe ser el acabose, sino el renacimiento. Aquellos que creen que la lucha solo es una malcriadez del momento para drenar cualquier «rabia acumulada», deberán ser enterrados políticamente junto al aberrante legado que debemos erradicar.

No puede ni debe haber «normalidad» mientras los derechos del ciudadano sean vulnerados con la saña y malicia que caracteriza al régimen. Continuaremos moviendo cielo y tierra hasta alcanzar, pronto, el amanecer. Pero para ello, es importante recalcar que nuestra batalla no puede distinguirse por la violencia ni tener bandera política. Solo la hermandad del tricolor debe resaltarnos, porque ya una vez nos dividieron y hoy, no podrán hacerlo más. Nuestro destino está atado junto al que creyó la promesa de la barbarie, y eso, el ingenuo lo ha entendido desde que no ha podido calmar los gruñidos del hambre. Ya no señalemos. Batallemos juntos y con la disposición de alcanzar la libertad que está en frente. No volvamos a la guerra ideológica que debemos, obligatoriamente, dejar atrás.

Ahora, hay quienes creen que nuestros padecimientos serán curados con el diálogo. Como si el problema es la falta de palabras diplomáticas que expresen los horrores cotidianos. No. La salida es innegociable, como las vidas perdidas y las vidas que hoy no están dispuestas a arrodillarse.

No nos conformaremos con menos mientras haya un solo venezolano sabaneando por comida, medicina, alguna esperanza de vida.

No nos conformaremos con menos mientras haya alguien buscando el «resuelve» del día en la basura.

No nos conformaremos con menos mientras haya que depender de migajas de comida.

No nos conformaremos con menos mientras la inflación nos atraviesa algo más que el bolsillo.

No nos conformaremos con menos porque lo vital está en juego y las fichas de ellos condenan a muerte.

No olvidemos, entonces, jamás lo vivido y lo que estamos padeciendo, para así contarle a las futuras generaciones cómo logramos vencer al socialismo-comunismo. Sigamos batallando que pronto nos podremos mirar a la cara con orgullo y con el fresquito que produce el cambio. No nos desesperemos. No nos perdamos. Hoy, hermanos, pese a todo el malestar que han provocado los días transcurridos, yo aún tengo un sueño venezolano. Es un sueño basado en la libertad y la democracia.

Yo tengo el sueño venezolano de que esta nación será el Fénix de América Latina y el mundo.

Yo tengo el sueño venezolano de que pronto podremos conversar juntos sin etiquetas ideológicas que sepultan nuestro gentilicio arepero.

Yo tengo el sueño venezolano de que pronto no se orquestará ni un solo cacerolazo porque la olla vacía revienta por la comida que jamás debió ser forma de control político.

Yo tengo el sueño venezolano de que pronto las generaciones por venir no tendrán que ser despedidas sin vuelta en Maiquetía y que la gente exportada con dolor, regresará a vivir esta tierra.

Yo tengo el sueño venezolano de que pronto los condenados sentirán el peso de la ley por sus crímenes y no, por la posición de sus pensamientos.

¡Yo tengo un sueño hoy!

Yo tengo el sueño venezolano de que pronto la impunidad dejará de caracterizar este país y que los bárbaros y sus aliados pagarán cada crimen perpetrado a millones por codicia, ambición y verdadera maldad.

Yo tengo el sueño venezolano de que pronto cada calle rememorará artísticamente a los que dieron su vida en esta lucha incansable. Nadie olvidará ni sus nombres ni sus verdugos. La perpetuación y repetición futura es impensable. Así es la luz de nuestra esperanza. Así es la fe con la que escribo hoy. Con esta fe seremos capaces de reconstruir y exaltar la verdadera Venezuela. La secuestrada, ultrajada y convertida en el infierno más horrible de Dante. Con esta fe produciremos la hermosa sinfonía que rimará con la ruptura de las cadenas que hoy nos impiden avanzar.

Ya llegará el día en que honraremos el significado de cada palabra compuesta en nuestro himno. Créanselo y luchemos por ello. Debemos renacer de las cenizas que hoy esparcen los que adoran vernos arder. Hagámonos sentir en homenaje a nuestros hermanos y a nosotros mismos. Hagamos retumbar la libertad en cada rincón, en el páramo, en el Catatumbo, en los llanos, en el Orinoco, en las costas, en las tribus, en el Salto Ángel, en el Ávila, porque somos desierto, selva, nieve y volcán ¡Hagamos que retumbe la libertad! y cuando esto ocurra, cuando hagamos que retumbe la libertad y la paz que no suena a balazo, en cada ciudad y en cada pueblo, en el norte, sur, este y oeste de Venezuela, seremos capaces de entonar el ¡Gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó, la ley respetando, la virtud y honor! sintiendo el regocijo de pronunciar cada palabra con el alma erizada… y libre, finalmente libre.

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