El riesgo de caer en el populismo se incrementa en época electoral sin la menor consideración por los ciudadanos que reciben promesas incumplidas
Cuidado con los cantos de sirena

En lo económico el riesgo de caer en el populismo se incrementa en época electoral sin la menor consideración por los ciudadanos que reciben una y otra vez las mismas promesas incumplidas, especialmente porque no es posible cumplirlas. No en modelos como el colombiano, a menos que quiénes las hagan realmente respondan ideológicamente a los sectores que proclaman los subsidios y el agigantamiento del tamaño del Estado y eso tampoco es realista.

La campaña electoral que se inició en Colombia, para escoger parlamento en marzo próximo y presidente en mayo de 2018, está profundamente polarizada, más allá del natural ejercicio de la oposición y el necesario y deseable control político. Está que arde porque las heridas de 50 años de conflicto armado en el que intervinieron, además de los guerreros, capas de la sociedad en todos sus niveles, hoy se sienten amenazadas por una justicia que pensó que nunca los pondría en la mira de la vergüenza.

El ambiente de crispación está incluso en el tejido básico de la cotidianidad que se hace visible en los análisis de los responsables de contribuir a la construcción de una opinión pública formada, en muchas mesas de domingo en los hogares, en los grupos de chat de amigos, con diversas formas de aproximarse a la realidad noticiosa y en los debates parlamentarios.

La palabra se arma de epítetos e insultos al tiempo que dice grandes verdades sobre la enorme corrupción que le interesa blindar a muchos políticos para hacerse elegir y reelegir, y a eso como siempre, y como si fuera poco, se suma ahora el uso maniqueo del bolsillo ajeno para hacer política.

La advertencia del exministro Rudolf Hommes se valida no solo en lo político sino también en lo económico: “Jugar a crear terrorismo con falsos fundamentos confunde a la opinión, le hace daño a la economía, desconcierta al elector y puede abrir el camino a propuestas extremas de izquierda o derecha, en un país que hasta ahora le ha apostado al centro”.

Conocedores del desencanto de la clase empresarial y muchos sectores privados que reclaman menos cargas tributarias buscan congraciarse firmando sobre piedra que bajarán la tasa impositiva. Otros ofrecen renegociación de los Tratados de Libre Comercio, a lo Trump pero a la izquierda nacionalista, más auxilios y subsidios para los sectores de menores recursos. Y en cada paro o huelga promueven que se comprometan más y más recursos, que no existen.

Apelan al sentimiento, que no a la razón, a la necesidad, al estómago vacío de los necesitados y a los bolsillos afectados del sector productivo, cuando saben que la realidad de los recursos del Estado no les permite en ningún caso, de ninguna manera, ofrecer nada. Son falsas promesas y el principio mínimo que deberían exigir los ciudadanos a quienes inician la carrera electoral es que digan la verdad.

En la esperanza se basa la política, sí, pero no tiene porqué ser siempre a costa de engaños. Porque el resultado para los candidatos es ese desencanto en la participación electoral que les pasará cuenta de cobro, como ya lo ha hecho en otras naciones.

Conscientes también de que los ciudadanos se mueven, que los seres humanos cada vez más nos movemos por esas pequeñas causas en las que nos sentimos parte de algo, comunes a un propósito, mejores por defender “lo que sea” y ojalá en el mundo digital, que es el mundo real también, para no llamarnos a engaños, la única fórmula es insistir en aportar con información objetiva para quienes no estén dispuestos más a creer en falsas promesas.

El nuevo gobierno, el que se elija en mayo o en segunda vuelta en junio, recibirá un presupuesto aprobado de unos US78 mil millones de dólares, ajustados para funcionamiento, pago de deuda, inversión. Se llama la olla raspada y con un monto garantizado medianamente para el urgente posconflicto y en buena hora una importante partida en la inversión más valiosa de todas, la educación.

El presupuesto aprobado sin embargo volvió a dejar en ruedas a la ciencia, a la tecnología y al deporte, que deberían hacer parte del mismo gran esfuerzo educativo. Pero al menos un 20 por ciento del dinero aprobado para la educación irá al programa Ser Pilo Paga que acertadamente ha permitido a hoy que 30 mil estudiantes de escasos recursos se formen las mejores universidades del país, cerrando una brecha de desigualdad que deberá tener frutos en la construcción de una sociedad donde los valores de la solidaridad y el reconocimiento del otro como un igual, cambien para siempre la forma como nos relacionamos.

La inversión en las demás áreas está castigada, con lo cual la desaceleración económica se mantendrá. No será suficiente para activar la economía y el crecimiento se mantendrá sobre el 2% o, como han planteado el Fondo Monetario y el Banco de la República, sobre el 1.6 por ciento, aunque estaremos por encima de los vecinos Chile, Brasil y Ecuador. Con estas cifras, las promesas electorales que conocemos hasta ahora no son realistas.

Sería más serio que hicieran propuestas para dinamizar el sector exportador creativamente, en el sector del turismo, pero seguramente eso implicaría reconocerle al actual gobierno que el proceso de paz con las FARC, permite movilizarnos a zonas otrora vedadas donde la biodiversidad, como en Caño Cristales, en el Meta, son los paraísos para millones de turistas en el mundo, si es que el asesinato, ya casi sistemático de líderes sociales, no empaña el futuro.

Es necesario saber cuál es su fórmula para generar condiciones que garanticen la competitividad en la agroindustria, en las zonas francas, en los puertos. Cuál es la propuesta para disminuir el gasto público y de funcionamiento sin afectar el empleo. Qué harían si el petróleo incumple la promesa de subir a US 60 el barril, y ni siquiera se quedara sobre los 50. Ideal saber cómo negociaría el incremento salarial para 2018 o la estabilidad jurídica para las empresas extranjeras interesadas en la extracción minera.

Urge saber cuál sería la política pública que por fin garantice el respeto por el medio ambiente sin cerrar a la inversión en el sector minero-energético. Cómo van a manejar las consultas previas de las comunidades afros e indígenas y los impuestos. ¿Se atreverán a decirle a la clase media que tiene que pagar más para que los empresarios paguen menos?

Sean serios, candidatos. Ciudadanos, tápense los oídos como ante las sirenas de la Odisea.

Crédito: El País

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