El escape es una gran noticia para la democratización de Venezuela
El alcalde Ledezma en libertad

La prensa mundial informa sobre la fuga de Antonio Ledezma. Es cierto: el alcalde de Caracas se fugó, pero es una verdad a medias. Pues se trata de una huida de sus secuestradores.

Como tantos otros, como todo un pueblo, Ledezma era rehén de una organización criminal. El «rescate» no era en moneda corriente. Se medía en un silencio que jamás pudieron imponerle. Por ende, la «liberación» nunca fue tal, era la cárcel o el confinamiento en su casa. Y a ello debe agregarse la arbitrariedad de sorprenderlo con uno o con otro. Así durante 1.000 días.

Verdad a medias porqué en un Estado de derecho, con debido proceso y garantías constitucionales, es posible evadir la justicia y convertirse en un prófugo de ella. En un Estado controlado por una mafia, sin embargo, no existe ni el espejismo de un juicio justo. Allí los presos son rehenes, los guardias son sus captores y la cárcel es el aguantadero de un secuestro. Quien escapa no puede ser un prófugo.

Así es Venezuela, metáfora de «Casa Tomada» de Cortázar. País ocupado por una fuerza extraña que, como en el célebre cuento, fue gradualmente tomando control hasta quedarse con todo. Un cartel delictivo sin control que saqueó sus recursos, endeudó al Estado, hambreó a su pueblo, enfermó a sus niños, arrasó con sus instituciones, cometió crímenes indecibles, y expulsó a millones, tal como fueron expulsados Irene y su hermano.

Ahora, finalmente, el mundo conoce todo esto. En las Naciones Unidas y en la OEA se habla de la gravedad de los crímenes, en Wall Street del inminente default, en Ginebra de los refugiados y en Roma del hambre. Y ahora, además, el Joker, que no es chiste, salió del mazo de cartas: el alcalde en libertad, hoy en Madrid y mañana en todas partes.

Ledezma en la ecuación cambia su resultado. Su voz lleva el peso de la autoridad que dan sus principios, la legitimidad que viste su decencia. Es él quien ha señalado qué hacer, y qué no, para transitar hacia la democracia. Es él quien puede guiar a los inexpertos, convencer a los confundidos y motivar a los indecisos; pero también exponer a los hipócritas.

Es él quien recuerda que para que la política sea noble, debe ser ética e ir de la mano del decoro, “virtud de las virtudes”, afirma aristotélicamente. Ledezma en libertad es un problema para el régimen tanto como para los colaboracionistas, los cobardes y los campeones del eufemismo, los que dialogan a cambio de nada, los que hablan de ocupar espacios ficticios, los que llaman a votar a sabiendas del fraude.

Ledezma en libertad es una gran noticia para la democratización de Venezuela. En el exilio, además, evoca al hacedor de la democracia venezolana del siglo XX, aquel que la diseñó desde Nueva York y regresó para presidirla: Rómulo Betancourt.

«La historia siempre ocurre dos veces», decía un escritor alemán del siglo XIX, «la primera como tragedia y la segunda como farsa». Esta historia, sin embargo, bien podría ser una repetición virtuosa.

Crédito: El País

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