La perversión sobre ruedas
El del transporte público, es un sector emblemático que el socialismo salvaje, simplemente, ha devastado. Negligentes e incapaces, a los más altos estamentos de la dictadura les importa un bledo la crisis que todavía generan, pues, al fin y al cabo, se desplazan por aire, tierra y mar, con la prontitud, seguridad y confort que niegan al resto de la población.
Fundamentalmente, los camioneteros soportaron una larga espera para el aumento de la tarifa, como no ocurrió con los otros sectores de la vida económica nacional. Demasiado evidente, faltando los repuestos y desempleando a un grueso contingente de propietarios y “avances”, la flota de vehículos se redujo dramáticamente a la mitad y más de la que existía al principiar el presente año.
En lugar de la negociación más elemental, el régimen evadió el alza hasta aceptar una cifra que la consabida y continua devaluación ha ridiculizado, dejando al azar cualquier conflicto cotidiano con la ciudadanía desesperada. Perfeccionada esa evasión, obliga a esconderse literal y preventivamente a los líderes del transporte cuando la discusión pública alcanza una alta cota, pues, demostrado, ninguna molestia le causa un paro indefinido del servicio en las grandes y medianas metrópolis, excepto que pueda suscitar nuevamente un oleaje de protestas que no logre detener la Guardia Nacional Bolivariana ni los llamados colectivos armados.
Luego, la aludida reducción y la contención de otro aumento quedan al azar de las circunstancias, porque no hay capacidad alguna de entendimiento, diálogo, negociación o conversación casual e inadvertida con la dictadura para concebir y desarrollar una política alternativa en la materia. Peor, a la incapacidad, se suma la nada oculta voluntad de ejercer, por esta vía, con el deterioro deliberado del servicio, el control social de una población que ya no teme criticar libremente al régimen en las mismas y repletas busetas urbanas.
Control que apuesta por la quiebra del sector privado e independiente de concesionarios de las rutas urbanas o extra-urbanas, reemplazándolos a través de sendas unidades que los municipios, la Fuerza Armada o los posibles “CLAP del transporte” ofrezcan, aunque se trate de camiones abarandados que, al mejor estilo cubano, cual ganado, trasladen a las personas de un lugar a otro. Ya hay reportajes que denuncian, por ejemplo en Caracas, los estacionamientos del metro llenos de grandes vehículos “Yutong”, pero – olvídenlo – no tienen repuesto o, si lo tuvieran, se consideran – hoy – todo un lujo para trasportar a las multitudes: la perversión sobre ruedas.
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