El poder de uno

Cuando empieza un año, la mayoría de nosotros nos fijamos unas metas que esperamos cumplir en los meses que vienen. Nos retamos (o mentimos, como se mire) a nosotros mismos imponiéndonos unas largas listas de cosas que queremos tener o hacer, pero para las que siempre encontramos excusas cuando, también la mayoría de nosotros, se topa con la dura verdad de que hicimos apenas una mitad, mientras que la otra se pierde en el oscuro olvido.

Esto pasa porque trazarse una meta es una cuestión de decisión. Solo unas pocas de las que escribimos realmente decidimos cumplirlas, por lo que suelen ser esas las que finalmente podemos tachar de la lista. Yo por ejemplo, jamás he podido ir regularmente al gimnasio, ni siquiera cuando la disciplina futbolística me lo exigía. Odiaba las rutinas de pesas y el aburrimiento de las repeticiones, porque lo que quería era ir al campo a correr detrás del balón y aprender nuevas jugadas.

Tiempo después de dejar el futbol me interesé en hacer ejercicio —por aquello de la vida sana y tal— pero siempre influido por lo que me decían o por la tendencia del momento, nunca por una real convicción. Por tanto, apenas entro al gimnasio lo dejo a los pocos días. No hay manera. Entonces la clave para cumplir una meta está antes de comenzarla. Debemos preguntarnos: ¿Estoy dispuesto a llevarla a cabo? ¿Estoy dispuesto al sacrificio que conlleva y hacer lo necesario hasta cumplirla?

Para el reto de los “52 libros 2018” mis respuestas fueron afirmativas, y en la primera semana elegí el libro «El Fin del Poder» de Moisés Naím. Lo hice porque como ya les comenté, tengo previsto terminar la segunda parte de “El Daerín” este año, por lo que todos los textos de la lista van enfocados en nutrir esa historia. «El Fin del Poder» fue un libro fácil de comprender porque aun cuando habla de temas complejos, lo hace con ejemplos cotidianos con los que es sencillo identificarse.

Es una lectura que recomiendo ampliamente porque nos ayuda a comprender los cambios vertiginosos a los que está expuesto el orden mundial y a prepararnos para que seamos un factor determinante para que esos cambios sean positivos en nuestro entorno.

Tomar la decisión de cumplir la meta me permitió leer desde el mismo 1 de enero y durante toda la semana sin interrupciones. La estrategia que utilicé, y que me funcionó, fue dividir el libro entre 7 y ver la cantidad de páginas que tenía que leer diariamente para terminarlo el domingo. La otra estrategia que puse en práctica fue leer al despertar, para cumplir la cuota del día incluso antes de desayunar, y poder dedicarme sin problemas al resto de responsabilidades.

Así pude cumplir con la cuota diaria y terminar el libro en la semana prevista. De otra forma, habría sido impensable. El día viernes, dos días antes de llegar a la meta, me levanté y comencé a leer, pero no pude terminar la cuota que me había fijado. Lo que pasó después fue muy loco: tuve que salir al trabajo, terminar las responsabilidades de la jornada, verme con mi gente en la tarde, y aprovechar para leer entre cada ronda de dominó con la familia.

El domingo también tuvimos más obligaciones, pero como no tuve margen de error, le dije a mi esposa que me les uniría cuando hubiera terminado de cumplir con lo que me había propuesto para ese día (terminar el libro).
Lo que pretendo ilustrar con esto es que cuando las decisiones que tomamos realmente nos pertenecen, no hay nada que pueda detenernos en el camino a cumplir los objetivos. Tengo la suerte de tener claros los míos para este 2018. Los invito a que ustedes se pongan los suyos, y asuman el profundo compromiso de hacerlos realidad.

“Es el carácter lo que nos saca de la cama, el compromiso lo que nos mueve a la acción y la disciplina lo que nos permite continuar”
Zig Ziglar

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