- o cómo la economía no son sólo discursos -
¡Es la economía, estúpido!

“It’s the economy, stupid!”

Esa fue una de las ideas detrás de la campaña de Bill Clinton cuando se enfrentaba a George Bush por la presidencia de los Estados Unidos de América. La frase nunca fue dicha en público pero señalaba la importancia de la economía en la vida diaria de los estadounidenses y la necesidad de hablar de ella. La idea se basaba en la creencia de que al hablar de los temas que afectaban al ciudadano, Clinton obtendría una ventaja sobre Bush que se enfocaría en hablar sobre política exterior, algo que al ciudadano promedio no le atraería a menos que ésta afectara su vida, como sucede con la economía.

El resultado de esta idea fue obvio: Clinton ganó las elecciones a pesar de que Bush lo superaba en las encuestas.

Los años han pasado y la validez de la idea no ha cambiado: Sigue siendo la economía, estúpido.

Los años han pasado y el régimen chavista no ha cambiado: Siguen con su modelo económico estúpido.

Durante los 20 años que el régimen chavista lleva en el poder ha ingresado, por la industria petrolera, más dinero a la nación que en los 50 años anteriores. En lugar de pagar la deuda externa, invertir en otras áreas de producción y diversificar la economía permitieron que la creciente inflación se convirtiera en el monstruo que es actualmente, no tuvieron interés en modernizar la industria nacional para hacer frente a las necesidades del país y provocaron la escasez de productos, tanto de manufactura nacional como extranjera.

La monstruosa crisis que nos devora actualmente fue financiada, intencionalmente, por el régimen que mantuvo la tradición de los gobiernos de controlar la economía y asfixiarla con medidas populistas, malas inversiones y un gasto público excesivo para mantener el estilo de vida del venezolano: “Papá Estado me dará todo para asegurar mi voto”. La carga que esta ineptitud representa para el país es demasiada y aunada a un modelo económico socialista (comunista) sólo podía empeorar.

El comunismo a lo largo de la historia y en todos los países en los que se ha implementado, destruye intencional y sistemáticamente la industria de la nación para ventaja de una cúpula corrupta que se nutre de ese caos, de las facilidades para ganar dinero a costa del bienestar de la nación y volver al pueblo cada vez más dependiente de los “regalos” del gobierno para enfrentar la crisis que ellos mismos provocaron. Ejemplo: Las misiones, las cajas CLAP, los “bonos” del Carnet, etc.

Los países con un sistema comunista (o cercano) que han logrado prosperar ha sido únicamente porque han cambiado su forma de actuar. En la Venezuela socialista se considera al sector privado como un enemigo que debe ser eliminado (lucha de clases) mientras que en países como China se ha comprendido que es más beneficioso para el Estado tener a este sector como un aliado en lugar de como un enemigo. Bajo la premisa “Un país, dos sistemas”, que permite la coexistencia de sistemas económicos y políticos diferentes en determinadas zonas de China, el país se ha vuelto un destino comercial atractivo para las empresas internacionales a pesar de que su sistema político es comunista. China lo comprendió, Venezuela no.

¿Por qué?

Porque en la política pueden discutirse ideas, puede hablarse en contra o en favor de algo y refutar al adversario con un argumento, pero en la economía el argumento ES EL RESULTADO. Si tu resultado es miseria, hambre y muerte no importa cuánto lo discutas, lo mucho que hables en favor por cadena nacional o pretendas “refutar” al adversario o echarle la culpa al otro por tus errores, la verdad es que tu política económica es ineficiente y debes cambiarla.

Esto va tanto para los políticos chavistas como para los dirigentes opositores que cargan con una noción igualmente errónea de cómo funciona la economía: No se puede invertir mejor los recursos sin disminuir el gasto público, no se puede creer que hay mucha diferencia entre el socialismo que existe y la socialdemocracia que proponen ni mucho menos pensar que la crisis será solucionada con más medidas populistas. No lograrán nada de lo que prometen si repiten el error de creer que la economía cambia sólo con desearlo, con hablar sobre ella en lugar de adaptar la política nacional para que pueda surgir competentemente.

Es una pena que no puedo tomarlos de los hombros y decirles en la cara: “No son las palabras, ES LA ECONOMÍA, ESTÚPIDO”.

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Guayoyo en Letras