Rodar, rodando

Hay todo un consenso historiográfico sobre el inmenso error de la izquierda marxista que incurrió en la aventura insurreccional de los sesenta del  siglo pasado, llevándola a la debacle – incluso – moral. Del fallido esfuerzo, quedó apenas en pie la convicción y el propósito de infiltrar y maniatar a la institución castrense, tardando más de tres décadas en lograrlo finalmente con la aparición del fenómeno Chávez Frías.

La dictadura cubana que alentó, financió y armó la insurrección, paradójicamente, alcanzó una estabilidad que facilitaron – aunque nunca lo agradeció – sus antiguos adversarios, como Carlos Andrés Pérez. Se supuso que las condiciones ya habían cambiado, pero la coyuntura se hizo favorable con la nueva centuria para dirigir, orientar o influir, controlándola, la llamada revolución bolivariana que se ha convertido en un tormento para propios y extraños.

De acuerdo con la expresión popular, al rodar aquélla  lejana aventura, esa izquierda levantó toda una narrativa de victimización que encontró cupo en el imaginario social,  gracias a la literatura, al cine y al teatro. Sólo los reprimidos, presos, desaparecidos y muertos, contaron de su lado ante el feroz y gratuito ataque de la democracia representativa que, la otra paradoja, los reincorporó a la vida pacífica, abriéndole sendos espacios políticos.

En dos décadas, la dictadura venezolana insiste en victimizarse frente a una oposición de irrefutable vocación pacífica y democrática a la que pretende ahogar a toda costa.  Fracasada su versión, ha ejercido una implacable represión de saldos lamentables, convirtiendo en reales víctimas a los venezolanos que nunca habían pasado hambre y necesidades, como ahora.

Rodando la dictadura, ya no encuentra siquiera un centímetro en el imaginario social, excepto el repudio y el desprecio. Agotado el discurso, tras el monumental fracaso, ni siquiera le quedan los intelectuales capaces de defenderla y, burocratizados, esperan un exilio dorado para lamer las frustraciones agigantadas del régimen decididamente ágrafo que los utilizó y desechó.

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