Ética y estética de la supervivencia
Puede aseverarse, al deterioro de lo material sigue el espiritual (y viceversa). La psicología social puede aportar luces en torno a la continua degradación humana que trepa sendos y preocupantes niveles de incongruencia, violencia, agresión, obscenidad.
Hannah Arendt lo advirtió décadas atrás, en una obra que cobra para Venezuela una antes insospechada actualidad. En su célebre compilación, “Los orígenes del totalitarismo”, expresó: «Los hombres, en tanto que son algo más que realización animal y realización de funciones, resultan enteramente superfluos para los regímenes totalitarios. El totalitarismo busca no la dominación despótica sobre los hombres, sino un sistema en el que los hombres sean superfluos» (Taurus, Bogotá, 2004 : 554). Por cierto, en una sesión más o menos reciente de la Asamblea Nacional, alguien citó el libro e, intuyendo que jamás lo había leído, le ripostamos; un testigo cercano, nos aseguró que el dirigente estudiantil, minutos antes, había tomado la cita de Google.
Luego, aun siendo la de la fealdad, el deterioro es portador de una estética de la descomposición e indignidad que intenta relegarnos a la superficialidad, la banalidad, lo pusilánime. Y, por graves y calamitosos que sean los problemas, ayudados por los ”memes” y otros artilugios de la imagen y del video, las redes digitales están pobladas de las doctas opiniones de los más improvisados tecladistas, a veces, alineados (in) voluntariamente en los llamados laboratorios de la guerra sucia.
Una ética y una estética de la dignidad y lucidez, sensatez y persistencia, propias de la resistencia frente a todo un régimen, no sólo se traduce en el texto corajudo, respetuoso y pertinente que podamos aportar, al igual que las imágenes, incluso, en movimiento. Por ello, hay un sentido en la defensa de nuestra cotidianidad creadora, a pesar de las condiciones y limitaciones reinantes e, incluso, una profundidad que las desafía: empuñando un pincel, calzando unas zapatillas de ballet, rasgando una guitarra, empleando una pelota de baloncesto, invocando unos versos, acrecentando un comentario que rompe con las estrecheces del pensamiento y de la sensibilidad que procura esto que es algo más que una dictadura.
En el inseguro tránsito por los espacios públicos, a veces, observaos actos que desafían e desorden establecido, anteriormente naturales de recreación. Los reivindicamos en reclamo de las libertades que nos hacen falta, presionando para abrir las compuertas de un distinto horizonte: la otra ética y estética del deterioro.
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