Coronavirus y universidad

Fotografía: María F. Sigillo, UCV (Caracas

Frecuentemente, no aludimos a los hechos noticiosos que cursan. Por inconclusos y también porque otras voces los abundan, sin algo más que añadir, optamos por lo que personalmente nos inquieta con tozudez, a riesgo de la reiteración y  del tedio. Sin embargo, obliga la indeseada recepción del coronavirus en Venezuela y – esta vez – colocamos el acento respecto a  la universidad en peligro.

Estudiantes, docentes y profesionales de la salud, en repetidas ocasiones,  alertan respecto al virus que sorpresivamente parece doblegar al mundo entero, por un momento que se siente ya demasiado prolongado. Desde la más elemental demanda  de un boletín epidemiológico a un Estado, o lo que queda de él, negado a publicar las cifras macroeconómicas, migratorias o delincuenciales, hasta las orientaciones, recomendaciones y consejos especializados que tienen por suerte el empleo de las redes digitales también susceptibles de la (auto) censura y represión, la academia ha hecho una importante contribución.

La universidad misma, despresupuestada, relegada y condenada, en una situación cada vez más precaria, no ofrece las condiciones necesarias para su indispensable desempeño presencial al agudizarse la amenaza del COVID-19. Ésta sola circunstancia, por cierto, sintoniza con el interés evidente de un régimen que auspicia interesadamente la tele-educación, responsable aún de la inmensa brecha digital que padecemos y que, faltando un detalle, ha orbitado tres satélites artificiales de los que muy poco se saben, desautorizando la norme inversión que acarrearon.

Acotemos, lo que acaece en buena medida actualiza un debate de muchos años en torno a la llamada biopolítica, quizá redundando más en Michel Foucault o Giorgio Agamben, pues, Byung-Chul Han, por ejemplo, ha tardado en llegar a este lado del mundo, gracias a la quiebra editorial que sufrimos. Importa que sus conocedores igualmente aporten luces respecto a la recepción del novedoso virus en un país de consabidas características, dándole empleo inmediato a unas reflexiones que supusieron de gabinete.

Lo anterior sugiere una polémica de legos y especialistas, propia del medio universitario que, al exigir iniciativas responsables y concretas, igualmente ofrezca una interpretación cónsona y necesaria así escandalice a propios y extraños que presumirán un delito, sencillamente, donde no lo hay. Por ello, la defensa de la autonomía universitaria,  pues, la sola declaración de una pandemia ha de interrogarnos con mucha fuerza, requeridos de una perspectiva que vaya más allá de la anécdota, la saturación informativa y de los pusilánimes de la hora.

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