TODO ES APRENDIDO…
Por Mariana Areyan
En un apartamento compartido en Santiago de Compostela, vivían 4 estudiantes de diferentes nacionalidades: dos europeas, una latinoamericana y un chico africano. Uno de los conflictos de convivencia de este grupo eran “los olores”, a pesar de ser un tema habitual en la convivencia grupal, no deja de resultarme fascinante y sorprendente la situación que ocurría con estos chicos. El joven africano tenía un cuero animal, nunca quedó claro de cual animal se trataba, estaba seco o en proceso de secado, desprendía un olor bastante desagradable al juicio de las chicas, pero, para él, resultaba un olor natural, lo conectaba con su cotidianidad en casa. Por otro lado, este chico sentía desagrado por los olores de todos los productos usados por las chicas para la limpieza e higiene personal, todos; perfumes, detergentes, desodorantes, jabones, inciensos, entre otros.
Me encuentro viajando en la idea de que realmente “todo es aprendido”, esta afirmación puede llegar a profundidades colosales y conversaciones infinitas, además de teorías, y experimentos, que así lo mencionan, con sus respectivas excepciones y matices. A veces no es necesario profundizar tanto en palabras catedráticas, para darse cuenta de eso. Los estudiantes de Santiago lo pusieron a la vista, los gustos son aprendidos.
Pienso que los gustos musicales son otro buen ejemplo de esta afirmación. Por lo general las canciones que nos gustan tienen una memoria emocional. Hay temas que pueden no gustarnos la primera vez de ser escuchados, pero después de escucharlos repetidas veces, aprendemos a disfrutar esa canción, de ahí el funcionamiento de la “payola”, esta es la música que suena repetidas veces en las emisoras de radio, porque los artistas pagaron por ello, más pagan, más suenan, un tema interesante para desarrollar en otro momento. La repetición puede lograr que algo que no nos guste, bien sea una canción, una comida, un objeto o una idea, llegue a gustarnos.
No solo los gustos son aprendidos, nuestros sentimientos son aprendidos también.
Como en esta historia; donde una mujer, se encuentra de viaje en la India, va de la mano con su pareja vistiendo un atuendo ligero típico de cualquier mujer occidental en alguna ciudad veraniega. Andando por la calle se cruza con un hombre, iba caminando delante de su esposa, no queda claro su religión, parece ser musulmán, lo que si queda claro es la mirada y el sentimiento de desprecio a esta mujer occidental, así, desprecio profundo, genuino y absoluto. No fue un desprecio desde la maldad, lo ocurrido con este “buen hombre” fue una reacción aprendida según sus principios de vida, estas mujeres son inaceptables y punto, ella se ganó su desprecio. La misma mujer puede despertar repudio, atracción o pasar desapercibida dependiendo quién la observe.
A todos los seres humanos nos programan para ser parte del sistema formado por nuestro entorno, es tan profundo el proceso de aprendizaje que definirá cuales serán nuestros sentimientos hacia determinada situación. Es claro y evidente que si un individuo asume su sistema de nacimiento como la verdad única y absoluta, será una persona llena de prejuicios y neurótica, como el buen hombre de la historia, quién no nació sintiendo desprecio por determinado estilo de mujeres, él lo aprendió a lo largo de su vida, dentro de su limitado sistema.
Los gustos y sentimientos han sido considerados como algo muy íntimo e individual, y resulta que no siempre así, éstos también se aprenden en el entorno, las sensaciones son nuestras, pero las situaciones que activan esas sensaciones vienen de la relación con nuestro sistema correspondiente.
Existen muchos sistemas en el planeta, pudiéramos identificar como grandes sistemas a los países, religiones, empresas, entre otros y a los pequeños sistemas como nuestra comunidad, nuestro grupo de amigos o un equipo deportivo, y a su vez todos están conectados entre sí. En la medida que los individuos decidan pasearse por diferentes sistemas, aprenderán más, tendrán más opciones para elegir, serán un poco más dueños de sus gustos y sentimientos, un poco más libres.
Por cierto la culpa también es aprendida, por ello no debemos sentirnos culpables al cuestionar los planteamientos, gustos y formas de relacionarnos aprendidos en nuestro sistema.
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