EL DISCURSO INTELECTUALOIDE
Por Ricardo Del Búfalo
“Culpable: el otro”
Ambrose Bierce. El diccionario del diablo
Ya me sé de memoria el discurso intelectual (1) de los opinadores de oficio que escriben en los principales periódicos y revistas del país: argumenta sobre el chavismo y sus causas y posibles consecuencias; describe la pésima gestión del gobierno, la incapacidad del servicio público, la corrupción, la polarización, el sectarismo; habla de la inseguridad, de problemas cotidianos y del terrible comunismo-totalitarismo que nos espera; el más optimista nos manda a seguir en la lucha contra el gobierno abusador, como si uno, ciudadano pasivo y desarmado, supiera qué significa «luchar».
En fin, todos hablan de lo mismo, y les respeto su derecho a expresarse aburridamente. Pero lo que me revienta las tripas es que menosprecian a los pobres —sean oficialistas o no. Creen que los comprenden, pero en su vida han caminado por un barrio. Creen conocer la lógica racional por la cual se rigen los sectores populares, cuando ni tienen pistas de su lenguaje. Creen que 8 millones de personas están disociadas, porque no son capaces de asociar los efectos desastrosos de este desgobierno con sus causas (2).
Hay quienes distinguen entre pueblo y ciudadanos (véase comentario en artículo de la nota 2), entre pobres y mejorcitos, porque ellos son los bárbaros y nosotros los civilizados; yo soy el que sabe vivir en comunidad, a pesar de que le pequé al perro de mi vecina el otro día y que me siento demasiado incómodo cuando comparto el ascensor con vecinos desconocidos. Hay otros opinadores, mucho más descarados, que dicen que comer perrarina no es tan horrible como dormir desesperanzado (3). Y no falta quien cree que a los pobres hay que enseñarles a pensar y elegir, como si fueran mascoticas salvajes que hay que domesticar, para que voten por el candidato que a mí me gusta. Es desprecio.
Tienen años con el discursito de la fascinación y el clientelismo (4) como único sostén de Chávez en el poder. Y como Chávez sigue ganando, no cambian de opinión. ¿Para qué dudar? Si evidentemente tienen la razón: a los pobres se les habla bonito y se les compra el voto. Así de simple. No hay complejidades en la política y las ciencias sociales. No hay pasado, no hay sentimientos. Conclusión absoluta: hay Chávez para siempre porque hay mucho pobre.
Algunos opinadores (no todos) siguen culpando a los desasistidos y marginados; les llaman fanáticos, ciegos y demás eufemismos de bruto y estúpido. Los miopes son los intelectualoides. No piensan ni sienten desde el lugar del otro. No escuchan. No pueden dialogar con un disidente sin que suene en su cabeza una cacerola. Son incapaces de preguntarse “¿seré yo el que está equivocado?”, porque ellos son quienes recibieron buena educación y los pobres lamentablemente no.
En definitiva, son propagandistas, como aquellos a quienes critican. Son ignorantes: no conocen al pobre y creen conocerlo. Y además lo atacan (5). Siguen hablando de focas y de mensaje repetitivo presidencial. Lo escriben en sus artículos de opinión. Y lo repiten y lo repiten. Y aplauden a quien lo repite.
Decía Platón que la opinión refleja el mundo de las apariencias, al contrario de la ciencia, que refleja la verdad. La opinión se encuentra nadando en el pantano de la fe: yo creo que esto es así y no me puedes decir que no porque es mi creencia. Lo cierto es que estos opinadores se engañan entre ellos. Están lejos de la verdad. Y no les importa mucho, porque tampoco les pagan para buscarla.
La opinión pública es un conglomerado de informaciones e imágenes difundidas en los medios informativos (tv, prensa, radio, redes sociales) que tiene el objeto de posicionar opiniones en el imaginario colectivo, entreteniendo y embruteciendo al receptor pasivo —que no se comunica con el emisor— para que, en última instancia, decida con base en esas opiniones sembradas. Es una fuerza de dominación. En la emisión de información masiva, por encima de todas las cosas, prevalece el entretenimiento y sus famosas 3S: sangre, sudor y sexo. Así se explica, por ejemplo, cómo sabemos más de Rosita que del plan de gobierno 2013-2019. Tan efectiva es la opinión pública, que los buhoneros venden el CD de Rosita y no La ley de las comunas. Y cuando los buhoneros vendieron la Ley del trabajo, lo hicieron por la matriz de opinión, por el posicionamiento de la noticia. En fin, los medios deciden cuál información obtenemos y cuál no, y a cuál darle mayor importancia.
Así pasa también con los seudointelectuales venezolanos, que buscan posicionar sus opiniones personales —que en realidad son comunes— para que el receptor ingenuo e ilusionado crea que son verdades, porque todos piensan lo mismo. Esa «opinión intelectualoide pública» no se diferencia en nada de la típica falacia de los sofistas clásicos, tan detestados por Platón, cuyo único oficio consistía en intentar ganar discusiones haciendo trampas retóricas, en lugar de intentar buscar la verdad.
En un librito de anécdotas cómicas de filósofos titulado La sonrisa de Voltaire, Pedro González Calero ilustra muy bien lo que podría ser un discurso sofisti-cado intelectualoide:
Gorgias ha pasado a la historia como uno de los grandes sofistas. Su fama de retórico fue tal que de él se decía que era capaz de persuadir a cualquier auditorio de una idea y de su contraria. (…)
Como buen sofista, Gorgias desconfiaba de la existencia de cualquier tipo de verdad universal. Esa posición escéptica y relativista que afirma la inconmensurabilidad entre el pensamiento, el lenguaje y la realidad fue expresada elocuentemente por él cuando sentenció: «Nada existe; si algo existiera no podría ser conocido; y si pudiera ser conocido no podría ser comunicado».
Claro que, si esto es así, bien podríamos decir que en realidad Gorgias no existió, y que si existió no pudo acertar a comunicarnos lo que de verdad pensaba.
Los intelectuales venezolanos tampoco existen. Y si existen no son conocidos, porque no encuentran donde comunicarse. Y si se comunican, no les prestan atención porque no dicen las verdades que yo quiero reafirmar.
Pero, antes de terminar, parafraseamos, según Gorgias, lo que diría uno de estos opinadores de oficio:
«No existe ningún gobierno; si existiese, no beneficiaría a nadie; y si beneficiara a alguien, nadie votaría por mantenerlo».
Notas
- Léase las respuestas a la pregunta 1: http://cultura.elpais.com/cultura/2012/02/22/actualidad/1329922234_215883.html. Para leer más de la labor del intelectual: http://www.saber.ula.ve/bitstream/123456789/17132/2/entrevista.pdf
- http://www.el-nacional.com/sergio_antillano/Opio-siglo-XXI_0_72592891.html
- http://www.el-nacional.com/ramon_hernandez/Perrarina_0_61793975.html
- http://www.el-nacional.com/luis_pedro_espana/Clientelismo_0_64793684.html
- Un reclamo a la «violencia intelectual»: http://www.el-nacional.com/opinion/Violencia-intelectual_0_44995616.html
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