EL NIÑO, EL LOBO Y LAS OVEJAS
Por Ricardo Del Búfalo
La incoherencia entre lo que se dice y lo que se hace impide la credibilidad. Ese es el mensaje más importante de la fábula del niño que repite y repite la mentira del lobo que se vino a comer las ovejas, hasta que el lobo termina devorándose el rebaño tranquilamente, porque para entones nadie creía la vencida advertencia del infante.
No terminó de ganar las elecciones el comandante, cuando en el Sistema Nacional de Medios Públicos (radios, programas de tv, páginas web oficialistas) se empezó a surfear una ola de autocrítica. De verdad. Tanto así que el nuevo ministro de información les pidió a los suyos que no les dieran tan duro, que la cosa no era una autoflagelación. Los oficialistas critican, con nombres y todo, a los “contrarrevolucionarios que tienen prácticas y vicios de la cuarta república” y exigen su destitución. Hasta de gobernadores rodaron Cabezas. Eso sí, el comandante nunca tiene la culpa, a pesar de ser jefe de gobierno, porque cuando habla, regaña y firma hojitas ya da la sensación de estar gobernando. Aunque es muy tarde para la autocrítica, porque bien pudieron empezar el 6 de octubre o cualquier noche de 2006, parece que los comandantistas empezaron a cumplir la incumplida promesa que asegura que el lunes comienzo la dieta: el lunes seré un mejor presidente. Eso, hasta ahora es lo que aparentan.
Simultáneamente, la MUD hizo todo lo contrario: se empezó a destruir desde adentro. Tiene ratón electoral. El estómago le reclama al hígado, el hígado al cerebro, el cerebro al corazón. Los dirigentes opositores dicen que el gobierno es ventajista, que usar los recursos del Estado en campaña es deshonesto, a pesar de ser una práctica adeco-copeyana por excelencia. Critican que inaugurar obras en campaña es ventajismo. ¿Y quién ha criticado a Capriles por hacerlo en su campaña regional? ¿O a Henri Falcón? Estar en contra del ventajismo del otro pero a favor del propio es incoherente; en consecuencia, deshonesto. Y así no se gana la credibilidad el niño.
Para colmo, Ricardo Sánchez, junto a tres o cuatro diputados más, se separó de la MUD, entre muchas razones, porque adentro nadie “permite las críticas sin ser estigmatizadas”. Efectivamente, todo lo que le dijeron al salta talanquera respalda su argumento completamente: no hubo nadie que no lo descalificara. El insulto preferido fue: tenías que ser tú, bruto, que no te graduaste de la universidad. Lo curioso es que los “humoristas” del comandante también lo insultaron por ser repitiente y bachiller. Y los mismos oficialistas destruían días antes a los que se burlaban de Nicolás Maduro por haber sido chofer de autobús. Con tal de insultar a alguien, no se dan cuenta de que los estúpidos son ellos. Todos.
Ahora me pregunto: ¿dónde está la autocrítica de la oposición? Nosotros perdimos, somos nosotros quienes más tenemos que autoevaluarnos. El intelectual Carlos Blanco tuiteó hace unas semanas que había que preguntarse seriamente si sólo los opositores que saltan la talanquera son vendidos y los oficialistas que la saltan son hombres lúcidos que se dieron cuenta del desgobierno chavista. Si hay algún indicador de que algo está mal con el niño es que Ricardo Sánchez y sus compañeros no se le vendieron al lobo. Sencillamente ya no creen más en el pequeño.
¿Qué puede hacer ahora el niño y qué puede esperar este rebaño electoral, mientras todos ven al lobo afilando sus dientes para la cena del 16 de diciembre?
Según una encuesta realizada por el Centro Gumilla a finales de 2011, la segunda institución que genera más desconfianza en los sectores populares (estratos C, D y E) después de la policía, es “la oposición”, con el 32,3%, seguida de “la Presidencia de la república” con el 31% (1). Las ovejas más desasistidas desconfían tanto del niño como del lobo.
Pero ¿por qué las presas desconfían menos de su posible cazador que del niño inocente que anuncia su falsa muerte? Porque el niño no aprende. Lo dijo una vez: el CNE hizo trampa. Era falso. Lo dijo por segunda vez: ahí viene el lobo, no vayamos a elecciones. Las ovejas le creyeron y huyeron con él. Lo dijo por tercera vez: el voto es secreto, quedémonos a votar. Y casi todo el rebaño le hizo caso.
Pero después de la noche del domingo las ovejas no quieren nada con el niñito caprichoso. Repite todos los días: hay ventajismo, pero hay que votar. Sin embargo, la el rebaño dice: yo no voto más, el lobo es tramposo y el niño mentiroso. El niño pelea contra el fantasma que creó. Contra su profecía autocumplida. Nadie le cree. Y, sin embargo, ya viene el lobo a comer.
¿Y ahora?
En 2004, otra encuesta del Centro Gumilla indicó que en 1997 solamente el 4% de la población confiaba en los partidos políticos. Es muy probable que ese 4% que respondió a favor, haya sido la militancia de los partidos políticos. Nadie creía en AD y Copei.
En 2002, los mismos políticos contaminados, que el 96% de la población rechazaba cinco años atrás, le dieron un golpe de Estado a Chávez porque iba abajo en las encuestas, lo que significaba que el tirano aquél no debía gobernar más y que la democracia debía reflorecer echándole veneno a la raíz. Desesperación. Antipolítica. Meses después realizaron un paro petrolero para obligarlo a salir de la presidencia. Incansable, en 2005 el líder adeco Henry Ramos Allup llamó a la abstención, porque así los chavistas se iban a retirar e iban a demostrar que eran minoría. El resultado: mayoría chavista absoluta en la Asamblea Nacional: suficiente gente para vestir de rojo al Poder Judicial, a la Fiscalía, a la Defensoría, a la Contraloría, al CNE, etc.
Pero a pesar de todo esto, y de que la culpa sea de los excelentes cálculos políticos de los políticos viejos, todavía la MUD permite amiguitos de la categoría de AD. ¿Entonces a qué se opone la MUD, a la política? Es una lógica racional la que crea esa desconfianza de 32% en la oposición: dime con quién andas y te diré quién eres. Si andas con los partidos que tenían el rechazo del 96% de la población hace 14 años, no me vas a convencer tan fácilmente de que mi vida no volverá a ser como antes. Estas ovejas no olvidan. No pueden haber buenos resultados teniendo de pana a Ramos Allup, quien dos semanas después de las elecciones salió en todos los medios pidiendo “sobreseimiento” a Carmona Estanga, símbolo máximo de la antipolítica opositora. Ramos Allup debería seguir los pasos del fundador de su partido, Rómulo Betancourt, e irse al exilio. Para siempre.
Algunos amigos me dicen que la MUD no se puede separar de Acción Democrática porque ese partido es “el padre de la democracia”. ¿Y tenemos que seguir siendo amigos del padre, aunque haya asesinado a su propia hija? Si siguiéramos con la amistad, seríamos cómplices de la antipolítica. Dicen que no es posible separarnos de AD porque ya tiene 71 años y es uno de los partidos más antiguos. Eso, para los adecos, es un argumento plausible. Ellos pensarán que vejez es sinónimo de sabiduría, a pesar de que hay viejos bastante tercos y torpes, que no logran caminar sin bastón, como aquella tarjeta canosa que utiliza a la MUD de andadera.
El niño tiene que entender que depende de las ovejas. No al revés. Es el rebaño el que le da el voto de confianza. El niño es el que no tiene credibilidad, porque ha sido incoherente y estúpido. ¿Cómo puede convencernos? Lo primero que tiene que hacer es no sólo ignorar sino alejarse del abuelo viciado que da malos consejos.
Luego tiene que reconocer que las ovejas también escuchan. Mas aún, hablan; y quieren ser escuchadas. Tiene que dejar de creer que se sabe de memoria los problemas sociales. Que se termine de dar cuenta que cuando habla de “la falta de luz y de agua” como un problema de todos los venezolanos, habla de una necesidad que tiene solamente 4% de importancia para el sector más pobre de la población (2), porque la mayoría de los venezolanos está acostumbrada a invadir terrenos, armar ranchos y robar electricidad de un poste de la comunidad urbanizada más cercana.
El niño tiene que aprender a caminar por el barrio.
Notas.
1. Véase http://es.scribd.com/doc/66743190/Valoraciones-sociales-de-la-democracia-en-Venezuela-Luis-Salamanca pág. 20
2. Véase pág 3 del documento de la nota 1.