TEJIENDO LAS VERDADES
Por Isabel Lessmann E.
Cuando McLuhan acuñó el término “aldea global” poco imaginaba que las comunicaciones entre sus vecinos llegarían a ser tan personales y a la vez de tan largo alcance que actualmente no sólo sabemos de informaciones provenientes de cualquier rincón del mundo en el segundo en el que ocurren sino que en ese mismo segundo el resto del mundo puede saber lo que opinamos al respecto.
Así, nos paseamos por la información de que el video del cantante surcoreano Psy y su “Gangnam Style” llegó a la cifra récord de 1.000 millones de reproducciones en Youtube, que acaban de eliminar la restricción vehicular en Caracas para carga pesada o que la Harina Pan anda esquiva estos días… Y con la misma facilidad hablamos de eventos como la caída libre, desde la estratosfera, del austríaco Felix Baumgartner convirtiéndose en el primer humano en romper la barrera del sonido, la titánica lucha de Lincoln, el decimosexto presidente de Estados Unidos, para que aprobaran la decimotercera enmienda de la Constitución que formalmente abolió la esclavitud en ese país y de una nueva conmemoración, este 30 de enero, de la muerte de uno de los más insignes pacifistas de la humanidad, Mahatma Ghandi, como si los hubiésemos presenciado en primera fila. Son noticias, Cultura General, temas de conversación. En cualquier caso, la información está allí para ser leída, consumida, compartida, analizada… Perdón, ¿dije analizada…?
Este 1 de enero, el periodista mejicano Sergio Sarmiento publicaba su artículo El mejor año, en el que decía que 2012 había sido “el mejor año en la historia del mundo”. Resulta que, además del cambio climático, la crisis económica y el desempleo, hay otros datos a considerar. ¿Sabías, por ejemplo, que la pobreza en el mundo bajó, que la esperanza de vida en África alcanzó los 55 años (cuando hace una década era de 50) y que la mayoría de los países de Latinoamérica ha tenido logros importantes en esta última década? Posiblemente no. Esas no son “noticias”, no son hechos “que vendan”, por lo que no se convierten en temas de conversación y pasan desapercibidos para la mayoría.
Esta vorágine informativa, de textos e imágenes, nos ha convertido en ávidos replicadores de datos y hechos, pero pareciera que nos ha minimizado la capacidad reflexiva… quizá porque para eso necesitamos tiempo, detenernos a pensar, a comparar, a evaluar y no siempre lo hacemos o, peor aún, porque no sabemos para qué hacerlo. La exposición, no siempre selectiva, a los mensajes, muchas veces termina convirtiéndonos en simples receptores que actúan –si lo hacen- por acto reflejo ante los estímulos. Y aún así, escasos de información, somos capaces de emitir alguna opinión, muchas veces vehemente, sobre cualquier tema que nos toquen en la oficina o reunión social.
El punto es reconocer que toda verdad tiene dos caras, ¡y a veces más! Que no todo lo que escuchamos o leemos es verdadero. Que no sólo no podemos quedarnos con una primera versión o información de algún acontecimiento, sino que hay que abandonar la zona de confort y asumir que tenemos que hacer el ejercicio de pensar por nosotros mismos, hacer uso del contexto e historia personales, formación, valores y principios, ética y moral, para construir una postura seria y consciente sobre las distintas versiones de los hechos, de manera de actuar coherentemente, respetando, además, a mi “vecino”. Es que hay que despertar a la responsabilidad que nos asiste como lectores, oyentes o “consumidores” de información. Cotejar, comparar, verificar, discutir y analizar dejó de ser responsabilidad exclusiva de quienes generan y difunden contenido y el futuro, tu futuro, el nuestro, depende de ello; no se puede dejar para después, hay que actuar.
Deja que la información llueva sobre ti, busca a tus “vecinos”, conoce sus historias, téjelas con las tuyas, acepta sus diferencias, abre canales de comunicación, crea la convivencia posible que te hará fluir por la vida. Y, mientras tanto, jamás olvides que cada día se vive a plenitud. Que todos los acontecimientos, “buenos” y “malos” forman parte de ella y que tu bienestar depende exclusivamente de con qué decides quedarte al final del día.
Ah, por si acaso, coteja esta información, puede que no sea cierta… 😉
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