EL SILENCIO DE LATINOAMERICA FRENTE A UNA VENEZUELA SIN PRESIDENTE

Por María Teresa Toro

 

El silencio ante la decisión del Tribunal Supremo de Justicia en Venezuela sobre la continuidad administrativa de Chávez se hizo sentir, contrario a lo que todo demócrata hubiese esperado, en toda la región. Una sentencia de la máxima instancia jurídica del país, en la que rechaza admitir ausencia alguna del Presidente y respalda una postergación indefinida para su juramentación no pareció ser un evento lo suficientemente crítico a los ojos de los demás gobernantes.

 

artículo OEA 1El incidente ocurrido en la OEA con el embajador de Panamá ante dicho organismo fue bastante ilustrativo, tratándose incluso de un país que nunca ha manifestado alianza política alguna con el chavismo. Guillermo Cochez, embajador de Panamá ante la OEA condenó que ésta guardara silencio frente a lo que denominó como una posible violación de la Constitución en Venezuela. Asimismo criticó al secretario general, José Miguel Insulza, por haber avalado la decisión del Tribunal Supremo de posponer la investidura del Presidente electo, lo a que su juicio fue catalogado como una convalidación de una serie de eventos sin ningún fundamento legal o ético. Indicó que esto reflejaba que la OEA se convirtiera en “cómplice involuntaria” de lo ocurrido.

 

Tras estas declaraciones, el canciller de Panamá, Rómulo Roux indicó que éstas no fueron autorizadas y la cancillería emitió un comunicado en el que rechazó la posición de su embajador, indicando que la misma “dista mucho de ser la posición del gobierno nacional.”

 

¿Cuál es entonces la posición de Panamá? La del “respeto a los procesos políticos internos”, concretamente refiriéndose a Venezuela, hacen “votos por el pronto restablecimiento de la salud del Presidente Hugo Chávez.” Una respuesta diplomática por excelencia, elegante y en la que no se responde absolutamente nada.

 

Este silencio, esta posición de neutralidad y si se quiere de aparente desinterés por parte de la comunidad latinoamericana quien parece atreverse a condenar los hechos es lo que la oposición venezolana pretende combatir. Sin mencionar por supuesto la denuncia en sí misma a la Organización de Estados Americanos por fallar en hacer cumplir su propia Carta Democrática. La MUD, a través de una carta enviada a Insulza solicitó dar a conocer a los Estados Miembros del organismo y la situación institucional del país a través de un derecho de palabra. El problema no pareciera ser el desconocimiento de la misma.

 

¿A qué atribuimos esta respuesta Región? Tal y como señala Fraysinett (2012) en “América Latina frente a la incógnita venezolana” (artículo que recomiendo ampliamente leer) “mucha agua ha pasado bajo los puentes de América Latina, con la instauración de gobiernos izquierdistas o centroizquierdistas y el surgimiento de caminos de integración sin Estados Unidos”. El “kichnerismo” en Argentina, el “lulismo” en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua y José Mujica en Uruguay son evidentes ejemplos de que la tendencia política de izquierda, con sus diversos matices, se ha esparcido alegremente por Latinoamérica. No puede negarse que Chávez ha sido, y sigue siendo aún desde una camilla, un líder regional.

 

artículo OEA 2En términos más prácticos, el compromiso de Venezuela en su entrada al MERCOSUR  resultó fundamental para ayudar a las economías de nuestros nuevos aliados comerciales. La “asistencia económica” que brindamos a países amigos como Nicaragua, Cuba y Uruguay, quienes parecen alimentarse de nosotros bajo el pretexto de la “solidaridad revolucionaria entre los pueblos” o más elegantemente la “complementariedad económica”. El dinero que entra a Venezuela, sale por la misma puerta y dólar por dólar, barril por barril, parece que hemos ido comprando el apoyo incondicional a Chávez por parte de unos, y el silencio de otros menos arriesgados, incluso en momentos de atentados flagrantes a la democracia y el Estado de Derecho.

 

La cautela parece ser pues, la estrategia conveniente de una Latinoamérica pragmática frente a una crisis institucional en Venezuela. La OEA, por su parte, falla estrepitosamente en cumplir su cometido y hacer valer su razón de existencia. Es de suponer entonces que ya no nos quedarán argumentos para aquellos “escépticos” que nos digan que eso de las Organizaciones Internacionales que velan por el cumplimiento de Derechos Humanos no es más que burocracia y cocteles. El mono parece bailar, en efecto, por la plata.

 

 

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