LA IDEOLOGÍA EN EL DIVÁN
Por Valentina Issa
En la cotidianidad de nuestra existencia polarizada y global, y en medio de las disyuntivas entre la izquierda y la derecha,es frecuente la interrogante de por qué una persona o un grupo de personas siguen, sostienen y apoyan una determinada ideología. A veces no nos explicamos cómo ciertos discursos calan en ellos, no entendemos cómo pueden creer postulados que desde nuestra perspectiva suenan absurdos. Personalmente, yo no puedo creer cómo pueden haber partidarios de la discriminación racial, religiosa, por motivos de orientación sexual, o de cualquier tipo en realidad. Me cuesta entender cómo una ideología de “pureza de la raza” como la Nazi pudo establecerse, convencer, ganar seguidores y sobrevivir a través del tiempo.
Ante la interrogante todo el mundo parecer tener una respuesta a flor de labios: “es ignorancia”, “falta de educación”, “resentimiento”, “están trasnochados”, “están ciegos”, “es la influencia de la televisión y las películas”. También hay múltiples explicaciones científicas provenientes de todas las áreas del saber, y en los últimos tiempos se ha convertido en la obsesión de los investigadores de opinión y de mercado descifrar el misterio detrás de lo que moviliza a alguien a votar por una ideología, y una propuesta discursiva, que muchas veces no tiene ningún sustento material o lógica evidente.¿Por qué nos enganchamos con una postura ideológica específica? ¿Por qué son capaces de calar en algunos grupos discursos de odio, racismo, o xenofobia? ¿Por qué calan en algunas personas discursos contradictorios con la realidad, o incongruentes?
Jouissance
El psicoanálisis, extrapolado en sus conceptos a la dimensión social por teóricos como SlajovŽižek, complementa el universo de explicaciones con una perspectiva interesante: la búsqueda constante de la satisfacción absoluta, o Jouissance como gancho ideológico. Me explico:
El psicoanálisis de Lacan afirma que en el momento en que aprendemos a hablar o a comunicarnos con otros sacrificamos una parte de nuestro ser psíquico que no tiene equivalente simbólico en el lenguaje. Ni los símbolos compartidos en sociedad, ni sus reglas son capaces de darle significado a todo, siempre queda un vacío dentro de nosotros, un hueco que nunca podremos denominar con palabras y que siempre buscaremos satisfacer o llenar. Jouissance significa la búsqueda del placer absoluto, uno que el orden social y sus códigos no nos ofrecen, uno que incluye toda la plenitud de nuestro ser psíquico, uno que va más allá de la satisfacción de nuestras necesidades. Se trata de un placer excesivo que en su versión individual está estrechamente relacionado con la búsqueda de satisfacción absoluta en el plano sexual,y en el plano social está relacionado con la materialización de ciertas fantasías y con la tentación de la idea de transgresión.
Los ganchos psicológicos de la ideología
Resulta que ese vacío, ese ser psíquico incompleto, es permanente. Pasamos nuestras vidas tratando de llenarlo guiados por fantasías pero por lo general, materializarlas implica transgredir el orden social y esa transgresión no siempre resulta en satisfacción, según los teóricos viene acompañada de dolor y culpa.
Y es justamente esta imposibilidad de clausura que experimentamos lo que permite que una ideología con fantasías y ofertas de llenar nuestros vacíos encuentre su nicho. Es curioso como las ideologías viven de metas incumplidas (“superar la pobreza” luego de décadas de gobierno, por ejemplo), de ideales por alcanzar (“felicidad suprema”, por ejemplo), y de supuestos enemigos perennes(“el imperio” y “la burguesía”, por ejemplo).
En ese contexto, las fantasías son un gancho ideológico, ellas surgen como respuesta al vacío y a la imposibilidad de llenarlo y justifican racionalmente por qué no alcanzamos nuestro disfrute pleno. Ellas nos dicen qué debemos desear, en palabras de Žižek “…aportan las razones para nuestro conflicto interno de deseos: construyen la escena en la que el Jouissance que nos falta está concentrado en ‘Otro (a) que nos lo robó.” Es aquí donde los seguidores de una ideología encuentran razones para culpar a otros de robar su disfrute, y donde las razones detrás del racismo y la discriminación encuentran asidero. Nuestras fantasías nos dicen que nos estamos perdiendo de algo y que otras personas sí lo tienen, se lo llevaron y lo están disfrutando. Este es el nido del discurso que distingue entre “ellos” y “nosotros.”
De esta manera, las fantasías que construyen las ideologías nos atrapan porque ofrecen unas justificación para el vacío y una promesa de disfrute, satisfacción, plenitud, y cierre. El discurso ideológico que dé en el blanco de nuestro deseo de “llenura” (cualquiera que este sea) por medio de una fantasía que ofrezca un ideal capaz de satisfacerlo (aunque sea lejano o irreal) nos enganchará y fijará casi irreversiblemente a esa propuesta.
Y si esas fantasías involucran algún tipo de transgresión, mayor será su poder fijador. La tentación de transgredir también es un gancho psicológico. Si el postulado reta al orden establecido, aunque el reto no se materialice, logrará perpetuarse y fortalecer en el tiempo la afiliación de sus partidarios.
Mientras hayan vacíos que llenar, las ideologías permanecerán y moverán a sus seguidores, y es por eso que mientras hayan desvalidos, y alguien que les ofrezca reivindicación a costa de la cabeza de otros,tendrán algún público revoluciones de papel y corrupción. Aunque las promesas nunca se cumplan, y aunque transcurran décadas y sus seguidores sigan en el mismo lugar e igual de desvalidos que siempre.
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