CARACAS ANORÉXICA
Por Alexander Gamero Garrido
Mira a Caracas, con su esplendoroso atardecer. Bonita, ¿no?
Mírala más de cerca. ¿Qué ves? Yo veo unos edificios consumidos, una telaraña urbana que olvidó cuidarse, quererse, reinventarse. Un triste memento de lo que un día fue y que apenas puede discernirse hoy. Una ciudad que no quiere ni verse al espejo por pena, por miedo de que el motorizado le pegue con el casco o la camionetota atropelle a una viejita. Una doña anoréxica con baja autoestima, que se la pasa rememorando sus años mozos para olvidar su cruel presente.
Hay que sembrar el petróleo, dices caraqueño. Esa mágica solución a lo fuegos artificiales que puede llevar a Caracas a ser Dubái casi de la noche a la mañana. Porque a final de cuentas, sembrar el petróleo no lo puedes hacer tú, que casi ni sabes qué es el petróleo.
Pero cuando te piden a ti que no lances el papelito, que te guardes el cigarro apagado hasta que encuentres un basurero, que no manejes borracho, que te comportes como alguien que se quiere a sí mismo y a su ciudad ¿qué haces, caraqueño? Te haces la vista gorda y te escondes tú también en mementos, dices que “Caracas es Caracas y lo demás es monte” pero en realidad no la quieres, no la acaricias, la tratas mal.
La verdad verdad, no te crees gran cosa y te avergüenzas cuando te visitan, porque sabes que Caracas eres tú, y tú eres Caracas: la que se olvidó de quererse hoy, que se sonroja con el Ávila porque es casi lo único que le queda.
Hasta los fuegos artificiales los tiene que lanzar alguien.
Tercera foto cortesía de http://www.ajcfood.com/offices/?p=dubai
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