El gran culpable
Por Valentina Issa
@valen_issa
Reflexionando sobre las causas de la violencia
La búsqueda de un culpable externo a quien responsabilizar de alguna cosa indeseable, además de ser mucho más cómodo y fácil que revisar el propio comportamiento, distrae la atención de los otros y compra tiempo. También permite a los sumisos irremediables justificar y racionalizar en sus conflictos internos, no decepcionarse, y no lidiar la incomodidad de confrontar a los irresponsables.
“No es que no hemos invertido en el sistema eléctrico y no tenemos la primera idea de cómo gestionarlo y no nos importa porque en nuestras casas no se va la luz, es que cayó un rayo –o a la fauna le gusta comer cable, o un saboteador se encaramó en un poste de 30 metros y cortó un cable con un corta uñas-, y por eso usted tiene que soportar calor y aguantarse su apagón de 24 horas en Maracaibo”.
“No es que ni se nos ha ocurrido cómo hacer para que los abundantes recursos hídricos de Venezuela lleguen a todos los venezolanos sin importar el rincón donde estén porque tenemos cosas más importantes que hacer como celebrar el aniversario de la revolución cubana, es que ustedes usan mucha agua todos a la vez y se acaba porque no ha llovido, y si decidió vivir en Petare tiene que cargar su perola pa’ la punta ‘el cerro y pagársela más cara a la cisterna, quién la manda”.
“No es que hemos destruido el aparato productivo nacional en una mezcla de ineptitud, estupidez ideológica, corrupción y perversidad y por eso tenemos que importarlo todo y usted tiene que limpiarse con servilletas –si consigue- cuando va al baño, es que en Estados Unidos no quieren que nos limpiemos (bueno, ustedes, yo tengo papel en mi casa), y qué importa, #TenemosPatria”.
Ahora, después de 15 años de desidia, negligencia, y de priorizar la propia permanencia en el poder por encima de cualquier problema que los venezolanos podamos tener, esta gente tiene los bríos de filosofar y preguntarse por “las causas” o los “orígenes” del fenómeno delictivo venezolano que ocupa la vida de la mayor parte de los jóvenes (los de escasos recursos) y se lleva la de ± 25mil compatriotas al año.
El gran culpable de turno es: la televisión y sus contenidos violentos empaquetados desde los EEUU (claro está), o copiados aquí por el capitalismo perverso de los medios privados (¿Queda alguno?) y las cableras que transmiten esas cosas malas de afuera, para promover la matanza entre hermanos y antivalores. Bajo esa lógica la muerte de Mónica Spear –y la de los otros 30 o 35 venezolanos que murieron ese día- se debe a que los delincuentes vieron Homeland, Tabú Latinoamérica, ¿Dexter?, ¿Glee?, ¿The X Factor?, la novela de Televen o Venevisión, y de ahí tomaron la inspiración y el ejemplo para seguir el camino del crimen y matar.
Posiblemente esta nueva farsa cale en las consciencias de algunas personas en Venezuela, y algunos dedicados a la triste labor argumentativa-académica de justificar lo injustificable debatan sobre “el monopolio de la violencia. Pero yo tengo otra hipótesis.
A mí me suena más a que las causas de nuestra delincuencia masiva tienen que ver con el hecho de que la mayoría de los niños crece muy lejos de oportunidades para hacer otra cosa que no sea involucrarse en la dinámica de poder y dinero que es el crimen.
El crimen en Venezuela es un negocio multimillonario mucho más seductor para un chamo que tiene que caminar millas (o bajar y subir cientos de escaleras) para ir a una escuela rota, que a veces tiene agua y a veces no, donde a veces le dan comida y a veces no, y con una familia que hace milagros para subsistir. Ese chamo, que con suerte come 2 veces al día, tiene que decidir a temprana edad si sigue insistiendo en un sistema escolar que le ofrece una formación mediocre –que ni siquiera le permitirá entrar a la universidad, y que solo le permitirá acceder a un trabajo con sueldo mínimo, en el mejor de los casos – , o seguir el camino de los malandros de su barrio a quienes ve pasearse frente a sus narices todos los días con armas, motos y carros lujosos y rodeados de mujeres. Esa es la aspiración, ese es el ejemplo que no está en la televisión sino en la cotidianidad de sus vidas en una realidad supera a la ficción.
En Venezuela lo único que es subversivo es la realidad.
Aquí no hay que preguntarse qué es lo que ven los jóvenes en la televisión que los impulsa a ser violentos y terminar en una cárcel, aquí hay que preguntarse qué demonios les ofrece su país desde que nacen, que sea más factible que aspirar a ser pranes algún día o a enchufarse en el gobierno.
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