Participación para la seguridad
Por David Uzcátegui
Miembro de la Dirección Nacional
Primero Justicia
Uno de los problemas que más inquieta a los venezolanos en este momento, es el de la seguridad ciudadana. El nivel de angustia es tal, que se trata de uno de los pocos asuntos que ha hecho coincidir a los más variados y opuestos representantes políticos en un asunto que es, literalmente, de vida o muerte.
Cuando estamos en el ojo del huracán, cuesta, mucho más ver la posibilidad de soluciones. Sin embargo, las hay, y el primer valor que poseemos como ciudadanos es nuestra capacidad de organización, la educación preventiva y el reconocimiento de la dificultad que vivimos.
Los venezolanos hemos aprendido mucho en organización ciudadana en estos años. Es una herencia de las exitosas experiencias de muchas asociaciones de vecinos que han demostrado la capacidad que tenemos de accionar en grupo para el bien de todos. Es un activo que debe capitalizarse para bien en estos momentos. El hogar, los centros educativos y los espacios públicos son lugares de acción para la ciudadanía en este aspecto. No se debe perder jamás de vista que el aspecto preventivo es primordial para hacer retroceder la inseguridad.
Si miramos hacia afuera, encontramos iniciativas estimulantes, que invitan a la esperanza. Por dar un ejemplo, el Banco Interamericano de Desarrollo, ha financiado algunos programas preventivos en la región latinoamericana, en la cual los índices delictivos son preocupantes.
El BID cita la experiencia del Centro de Estudio y Análisis en Convivencia y Seguridad Ciudadana, en Bogotá, como ejemplo de cómo los sistemas de recolección y análisis de información sobre el crimen contribuyeron a que esa ciudad lograra una reducción sostenida en sus índices de violencia.
La historia de Diadema, una ciudad en São Paulo, Brasil, donde la tasa de homicidios bajó de 102 a 8 por cada 100.000 habitantes en 10 años, fue ofrecida para ilustrar un programa de gestión integral que combina medidas policiales con inversiones en vivienda, educación y recreación. Y el Centro de Cumplimiento de Menores en Pacora, Panamá, un nuevo centro rehabilitación de jóvenes infractores inspirado por experiencias en República Dominicana y Costa Rica, fue citada como ejemplo de la cooperación y aprendizaje entre países de la región.
Incluso en Europa, se tiende a reforzar la mediación y la justicia de paz, como una manera de descongestionar la justicia tradicional de una serie de delitos menores; los cuales, por cierto, al ser atendidos adecuadamente, pueden evitar la reincidencia de los infractores en una espiral que los dirigiría hacia delitos mayores.
En el viejo continente se ha socializado y democratizado el tema de la seguridad ciudadana, se ha generado iniciativas locales e instancias de coordinación. Se ha desarrollado un trabajado especializado en espacios públicos, escuelas, transporte colectivo, así como de integración social. Los países europeos son los creadores de importantes cambios en los tradicionales enfoques de las instituciones judiciales, policiales y penitenciarias.
En América Latina la política pública para enfrentar la inseguridad también ha cambiado, alternando la represión de la criminalidad con estrategias que complementan la prevención y el control, y dan importancia a la participación ciudadana.
No es fácil, es duro y largo; pero es posible. Es imperativo y mandatorio que este doloroso tema integre la buena voluntad de todos los venezolanos.
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