Las mil y una guerras

Por Ricardo del Búfalo

@RDelBufalo

 

 

 

Para el gobierno venezolano, la política es guerra. Su lenguaje bélico lo indica: las elecciones son batallas, el presidente es ante todo comandante, la última alocución presidencial es la última proclama, los adversarios políticos son enemigos apátridas que no hay que vencer sino pulverizar, porque son causantes de todos los problemas que hacen sufrir a los venezolanos.

 

Estas no son simples metáforas, son un discurso que pretende interpretar y dar sentido a la realidad. Si estamos en guerra, el desabastecimiento es una consecuencia completamente justificable. ¿En qué guerra ha habido lomito, champú y desodorante? Recordemos la pregunta del entonces canciller de la república, Elías Jaua, que indignó a la opinión pública: «¿ustedes prefieren patria o papel tualé?».

 

La semana pasada, el presidente Maduro asomó la posibilidad de que las ocho personas que murieron en el Hospital Central de Maracay habrían sido víctimas de una «guerra bacteriológica». Señores, estamos en revolución, ¿qué revolución no ha tenido víctimas? Esos ocho pacientes no murieron por ineficiencia gubernamental, murieron por falta de insumos médicos, producto de la guerra que estamos viviendo. El gobierno, como los ocho pacientes, también es víctima.

 

El presidente ha revelado que se está derrumbando el Estado burgués para instaurar uno revolucionario. ¿Por qué les extraña entonces que estemos perdiendo las comodidades del Estado burgués, entiéndase abastecimiento pleno de medicinas, repuestos, artículos de higiene personal? Todo el mundo sabe que en los Estados revolucionarios escasea la calidad de vida. No se le puede exigir a la revolución algo que no puede dar.

 

Este discurso es parte del legado de Chávez, porque para Chávez la política era guerra. Como estaba liderando un movimiento histórico, Chávez no se pudo haber muerto por una enfermedad cualquiera. La narración épica sugiere que el héroe tiene que inmolarse, sacrificarse o morir por la causa. ¿No les recuerda la guerra bacteriológica a la inoculación del cáncer? Esto también se parece al cuento de que Bolívar tuvo que haber sido asesinado, porque a un hombre tan grande no lo pudo matar una tosecita.

 

La guerra mediática también es culpable de muchos problemas que sufrimos los venezolanos. Decir que murieron ocho personas por una enfermedad desconocida, antes de ser una emergencia de salud, es una guerra mediática. Porque no se debe decir aquello que perjudique la reputación del gobierno. La gente se puede morir, eso es normal en una guerra, pero no se puede saber, por amor a la patria.

 

Si el chavismo deja el poder y llega la derecha a gobernar, todas las desgracias del Estado burgués volverían. Ese es el riesgo que implica jugar a mellar la reputación del gobierno. Chavista que critique al gobierno, es un traidor. ¿Qué se les hace a los traidores en una guerra? Se les quita el programa de televisión o de radio, se les quita el cargo o hasta se les mete preso. Y si no es chavista, se le quita la inmunidad parlamentaria, se le inhabilita y se le mete preso.

 

Cuando uno representa el Bien Supremo, todo lo que se interponga en el camino debe ser aniquilado. No en vano reza el refrán que en la guerra y el amor todo se vale. Eso explica por qué el comandante supremo, en su condición de corazón de la patria, tuvo que pelear tantas guerras para demostrar su amor frenético por ella. Ahora su sucesor tiene que pelear una guerra inflacionaria, una guerra de baja producción petrolera, una guerra de controles de precios, una guerra cadiviológica, una guerra de endeudamiento con China… Quizás sean las guerras más difíciles de todas, porque las tiene que pelear contra sí mismo.

 

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