La generación con el poder de reconstruir
Por Fanny Mora
@Fanny_Mora14
La generación que hoy tiene entre 20 y 25 años creció escuchando cosas como: “las cosas solo seguirán empeorando”, “la culpa es del gobierno”, “la culpa es del imperio”, “todo está mal gracias a Chávez”, “todo está bien gracias a Chávez”, “todo mejorará cuando caiga este gobierno”, “todo empeorará cuando caiga este gobierno”… Dualidad por todos lados, dos bandos, división y fanatismo. Así creció esta generación.
Cuando eran pequeños se ilusionaban con la típica frase de “los niños son el futuro”, pensaban que cuando crecieran, estaría en sus manos cambiar todo lo que estaba mal. El presente se volvió el futuro y no les agrada lo que ven, sienten y escuchan. Se encuentran en una confusión, entre quedarse en su país o irse porque las oportunidades son escasas, por todos lados hay algo negativo que les apunta a gritar en su interior: “¡me quiero ir de aquí!”.
Es desalentador que una generación considere que la única solución es emigrar, olvidando que ellos son esos niños a los que se les encomendó el futuro. Sí, es cierto que nadie les avisó que sería difícil, frustrante y que se sentirían con las manos atadas, nunca esperaron que el futuro fuera tan complejo. Pero si la vida fuera fácil, seguramente estarían viviendo una alucinación. La vida no es perfecta, nunca lo será; siempre habrá obstáculos esperando en la puerta, ya sea en Venezuela, Estados Unidos o Europa. Estará en sus manos, saber cómo superarlos y aprender de ellos.
Por otro lado, existen jóvenes que aún tienen fe en que pueden aportar al cambio del país, sienten que su país puede mejorar, a pesar de todas las dificultades sociales, económicas y políticas que hoy presenta. Son jóvenes que a pesar de las circunstancias y la negatividad que los invade, les queda un poquito de la esperanza de cuando eran niños, cuando creían que eran el futuro. Son optimistas, quienes se espera que nunca pierdan esa fe. Porque si todos se van, ¿Quién quedará en este país? Seguramente por la mente del lector, pasaran diferentes tipos de pensamientos hacia las personas que desean quedarse.
Allí está uno de los errores de esta generación, se ha acostumbrado a señalar con un dedo lleno de rencor a todo el que piensa diferente, a todo lo que está mal a su alrededor. Olvida que está en sus manos cambiar algo que no le gusta. ¿Cómo hacerlo? No hace falta ser un gobernador, alcalde o presidente; desde su posición de joven ciudadano aportaría a mejorar a Venezuela, recuperando los valores, estudiando carreras que contribuyan al progreso al país, para que pueda utilizar sus conocimientos en educar a la población que no tuvo la oportunidad de instruirse. Así contribuirán a cambiar pensamientos, costumbres e ideas equivocadas, quizás solo le lleguen a un par de personas, pero ¿quién les dice que esas personas no se volverán multiplicadoras de esas enseñanzas?
Algún lector pensará que eso de nada sirve si sigue el mismo gobierno, entonces hay que recordar que los ciudadanos mayores de 18 años pueden, deben y están en su derecho de ejercer el voto. Los ciudadanos son los que escogen sus gobiernos, éstos solo quedan grabados en los libros de historia, pasan a través de los años, mientras cambian los rostros, los cargos y los ministerios. Si se siguen hundiendo en la depresión y el pesimismo, y deciden no votar, ¿Por qué luego señalar con un dedo acusador?
Está generación necesita darse cuenta de que tiene una responsabilidad y un deber que le fue encomendado cuando era niño, realmente sí son el futuro y tienen el poder de reconstruir a Venezuela, aunque sea solo por pequeñas acciones. Sería una falacia decir que será fácil, por supuesto que no, pero lo que se convierte en un reto que presenta dificultades, es lo que más vale la pena y más valor tiene en la vida de una persona. Si se desea cambiar algo hay que hacerlo o por lo menos intentarlo antes de señalar y decidir emigrar.
Realmente emigrar no es el asunto que más inunda la mente de los jóvenes de esta generación, el problema es que no pueden sentirse orgullosos de su país. Es como el familiar que está en malos pasos, se le quiere porque es de la familia y comparten ADN, pero aun así no se sienten orgullosos de él y sus acciones; así es Venezuela para algunos. Ahora, porque se considera un caso perdido, ¿Se dejará de luchar porque ingrese a rehabilitación y se recupere de la mala vida que está llevando? Por lo menos se debe dar un mejor ejemplo a los pequeños de la casa, ya que ahora, ellos serán el futuro.
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