Desde Argentina: Buenos Aires en el Sur. Hay cambio con Macri
Por Agustín Rodríguez
@agusrodweil
“Hizo de Boca (Juniors) un equipo europeo. Antes no se podía ir a la Bombonera, olía terrible y era peligroso. El equipo se modernizó y hasta empezó a ir gente de plata. Eso le sirvió para ir al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y de allí a la presidencia”, me comentaba un dirigente deportivo del fútbol argentino cuando le preguntaba por Mauricio Macri.
Y es que la palabra “gestión” ha sido elemental para el triunfo del líder de “Cambiemos”, ese que huye a mesianismos y cambia de dirección a la política latinoamericana, principalmente a la Argentina, tan perseguida por el fantasma del personalismo. Me indicaba el mismo dirigente argentino, “antes llovía y Buenos Aires se inundaba. Él hizo las reformas que había que hacer y todo cambió. Tiene gestión, eso es indudable, y puede acabar con el kirchnerismo”.
La llegada al sillón de Rivadavia de Mauricio Macri, quien comenzó su carrera en 1995 como Presidente de Boca Juniors y quien posteriormente, en 2007, se convirtió en jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, rompe con 12 años de kirchnerismo. Alabado por una gestión importante y con un grupo tecnócrata, brinda un aire fresco a una nación que empezaba a enrumbarse hacia una nueva debacle económica y política. El ingeniero trata de sortear estos desafíos corrigiendo la economía y poniendo fin a las alianzas con gobiernos autocráticos. De allí su anuncio de romper con Irán y de combatir la dictadura venezolana, enseñándole los dientes a Nicolás Maduro.
Desafío de institucionalizar a la Argentina
La historia de Argentina es quizá la más dura del continente. Desde que Perón apareció en el espectro político del sur, el personalismo se hizo parte de la vida cotidiana de una tierra que pareciera nunca haberse despegado de este fantasma. Tras su salida abrupta por un golpe de Estado, que siguió a breves gobiernos militares, hasta su regreso en los 70, no hubo avances democráticos palpables. Luego de un fugaz gobierno de su tercera esposa, Isabelita Perón, los militares iniciaron un periodo oscuro que duró del 76 hasta el 83. Fue en este año que llegó la primavera democrática con Raúl Alfonsín, eso sí, fue un gobierno que sufrió intentos de golpes de Estado y que tuvo que adelantar elecciones.
Solo dibujando un poco la historia reciente de Argentina se puede entender la frescura y el cambio que supone para la nación la llegada de Macri. La historia después de Alfonsín es conocida: el dólar 1 a 1 con Carlos Menem, la inestabilidad posterior con De La Rúa y una sucesión de gobiernos temporales que finalizó con el regreso del peronismo encarnada en la pareja Kirchner, quienes manejaron al país 12 años en un periodo democrático, pero con tintes personalistas. Tuvieron mucho de Venezuela, pero no consiguieron acabar con la institucionalidad para afianzarse. En este panorama aparece Macri, con un discurso conciliador, buscando el cambio y con una gestión que le permite ganarse, al menos, la confianza de la gente. Sólo de esta manera, el nuevo presidente pudo dar el zarpazo, la estocada, con el firme propósito de acabar con el personalismo y de convertir a Argentina en una república consolidada. Comenzó bien, en su primer discurso fue claro y afirmó que él no es un mesías sino un apoyo para el pueblo, principal responsable de su futuro. Y es difícil escuchar esto a un político.
El ingeniero y su construcción democrática
Así como convirtió a Boca Juniors en el mejor club del mundo en par de ocasiones, y a la ciudad de Buenos Aires en una vanguardia entre las capitales sudamericanas, Macri tendrá el duro reto de regresar a Argentina a sitiales de honor. En la tierra de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Diego Maradona, Charly García, Alberto Olmedo, Ernesto Sábato, y tantas otras referencias culturales latinoamericanas, el dirigente desea sostener esto por la buena senda y de manera sustentable.
“Si este no es el pueblo, el pueblo dónde está”, gritaban en la calle miles de personas. La imagen era hermosa, sublime, para lo que disfrutamos de la misma, bien fuera en la calle, en el obelisco o en el “búnker” donde reinaba el compromiso. Fue allí donde un futuro miembro del gabinete se me solidarizó con Venezuela y me invitó a no bajar la cabeza porque el cambio es posible.
Macri deberá armonizar la economía argentina, desafiar a la Cámpora, devolver a los medios de comunicación el respeto que se merecen y afianzar la institucionalidad. El reto no será fácil, pero así como millones de personas se abalanzaron en las calles para festejar su triunfo, eran millones los que esperaban de a un ingeniero para encaminar a un país.
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