Ayúdame de la autoayuda

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Hoy cualquiera es iluminado, inspirador, ser de luz, motivador y guía espiritual. Se autoproclaman los vivos ejemplos del éxito, la paz, la alegría, el optimismo, la armonía, el enfoque y tienen más frases célebres que Simón Bolívar y más proverbios que los chinos. También es culpa mía, por seguirlos en las redes. Incluso dejo de seguirlos y a mis otros contactos se les empieza a contagiar el mismo virus. ¡Estoy rodeado! La onda motivacional es más contagiosa que el ébola.

Hoy todos ellos conforman la dictadura de la felicidad. No se ponen bravos. Decretan la felicidad, pero critican los decretos de días no laborables. Siempre están “excelentemente bien”, pero basta que un día los hagas molestar y afloran todos sus demonios acumulados como champaña en podio de Fórmula 1. Y que no te vean triste o bravo, porque empiezan con su misión de alegrarte a juro. “Ve la mitad del vaso que está llena”… “Sonríe. Si lo haces le mandas señales a tu cerebro y lo engañas para que bote hormonas de la alegría”… “Fuiste el espermatozoide más veloz”… “Voy a reír… voy a bailar… vivir mi vida, la, la, la, la”…

Sumado a eso, los gurús más famosos de la motivación son solteros, gays o ambas. Por eso muy probablemente no tienen chamos correteando por la casa, ni quien les lleve la contraria por gafedades, ni quien se les moleste por lavar ropa blanca junto con toallas, ni deben levantarse a las tres de la mañana por la tos del chamo o tampoco trabajar como un obrero chino por tener la presión de alimentar tres estómagos. Todo lo contrario. Tienen tiempo para afeitarse, cortarse las uñas, conseguir el otro par de la media que apareció sola en la secadora, bañarse varias veces al día, cortarse el cabello cuando toca, meditar sobre su “mat” en la sala sin que nada les perturbe y dormir ocho horas. ¡Tiempo y silencio! ¿Quién no consigue paz espiritual así?

El ser de luz que yo desearía seguir es alguien a quien la vida le haya dado palo parejo. Un tipo casado, con cuatro hijos y el quinto en espera, ostentador de un salario bajo, con tensión alta, calvo, cara grasienta, fuera de forma, zapatos gastados, bronceado de portugués, dejos de mugre en las uñas, sin carro y fiel a su pareja (la cual ya está fea, ojerosa y con pieles guindando). Si no, algo más rudo: una madre soltera con tres chamos. Si alguno de estos dos un día anuncia que descubrió la fórmula para ser feliz… ¡No joda!… ¡Le creo!

Por ahora déjenme estar triste si me ven triste. No hay nada más sabroso que ver una película intensa y gozarse la lloradera que provoca. No hay nada más sabroso que hablar mal de todo el mundo con tu mejor amigo. No hay nada más sabroso que drenar una arrechera gritando groserías y batuqueando cosas. Las negatividad tienen su encanto. Y por favor, déjenme ser mediocre si soy feliz siendo mediocre. ¿Sabes qué sabroso es tener un empleo de ocho horas donde no me exijan llevarme trabajo a la casa? ¿Sabes qué sabroso es tener tiempo para dedicarle a la familia? ¿Sabes qué sabrosa es la alegría de saber que por culpa de mis imperfecciones no se va a ver afectada una población entera? Vivamos y dejemos vivir. Es el lema bajo el cual siempre viviremos felices aunque ahora, en este momento, me esté entrando una tremenda infelicidad. No puede ser que buscando hablar mal de la autoayuda, me terminó saliendo este artículo de autoayuda. ¡Qué rabia!

Reuben Morales
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