Despedidas de una futura emigrante
Los días nublados suelen ser tristes, pero cuando nunca pasan, cuando se adhieren a la realidad del presente que enfrentas día a día son dolorosos, y pareciera que nunca vislumbrarás un cielo despejado. Era un lunes de enero cuando Mia se dio cuenta de que las nubes estaban en su corazón, que aunque el sol saliera, en ella no había diferencia. La despedida de quienes amas no es un hecho tan llevadero, y cuando el decir adiós se vuelve rutina es más duro todavía.
Caminaba por los coloridos pedacitos de cerámica, un mosaico de Cruz Diez donde los sentimientos encontrados parecen ser más abundantes que esos minúsculos detalles. Esta es una de las tantas veces que va al aeropuerto a despedir a alguien cercano.
La primera vez era lejana, y aunque para muchos era sólo un recuerdo, para ella era una imagen tatuada en su mente. Aquel tío que la amo con locura en la infancia, que la hacía reír hasta llorar, había decidido irse tras muchos días de depresión. La crisis ética de su superior en la Fuerza Armada le había robado cualquier esperanza de seguir soñando en Venezuela.
Desde niño ser militar era su mayor añoranza, defender su país, pero ya ese deseo no reinaba en su corazón, se lo habían arrebatado con la crueldad de quien le quita a un pequeño niño su juguete favorito. Ahora él vive en Italia, tiene esposa y un hermoso hijo, todos los años trata de venir a visitarlos, pero cada vez es más difícil, y más lejanos los viajes en los que vuelve.
Unos años más tarde, cuando aún la crisis no imperaba en el país, pero muchos ya presentían lo que podía venir, alguien más decide irse. Daniel es su mejor amigo, de alguna manera sus caminos se unieron es momentos muy duros, y desde ese entonces su amistad es un tesoro invaluable. Sonó el celular y era él para darle la gran noticia: se iba a España. Su familia es de descendencia española por lo que este país era la opción perfecta para comenzar desde cero y lograr todo aquello que aquí ya se veía tan posible de alcanzar.
Su amistad se resumió a una llamada por teléfono de vez en cuando y a un chat de Messenger cada noche, ya no habrían tardes juntos al salir del colegio ni salidas de fin de semana, ya no. Y aunque a ella le ha costado, para él ha sido peor. La tristeza de dejar a sus amigos, a su familia, todo lo que conocía… Dejar todo a lo que estaba acostumbrado, principalmente el sentir que este país era suyo.
El estar allá le hizo darse cuenta del gran sentido de pertenencia que tenía por su amada Venezuela, que estando aquí no había percibido de la misma manera. Madurar como emigrante significó entender que esta tristeza le acompañaría siempre y que tendría que aprender a vivir con ella; pero esto llevo tiempo, un tiempo en el que trataba de rellenar ese vacío pero que seguía estando a pesar de todo, a pesar de la comodidad en la que ahora podía vivir.
Adaptarse a la cultura de otro país fue un golpe difícil e inmediato pero la soledad fue más abatidora aún, el levantarse cada día solo, preguntándose ¿Qué hago aquí? ¿De verdad quiero estar en este lugar aunque no sea feliz? Las etiquetas que le colocaban por ser venezolano daban paso a las ganas de salir corriendo de vuelta, pero no era una opción, había que ponerse las botas y salir al barro a enfrentar esta realidad, con la idea de que algún día sería diferente si lo seguía intentando.
Para Mia, el hueco también era hondo, y para cavar más en él, un tiempo después Grecia también se iba. Esta chica había significado un sostén en muchas tormentas típicas de la humanidad que enfrentamos, pero que pese a su normalidad a veces necesitamos alguien que esté ahí. Ella era irremplazable, las puertas de su hogar estaban siempre abiertas, las de su corazón, su familia, Mia se sentía en casa estando con ella. Pero a su novio Omar le ofrecieron un muy buen trabajo en Panamá y con planes de hacer una vida juntos partieron.
La adaptación para ella también ha sido compleja, todo es diferente, y como Daniel también siente ese vacío inexplicable por todo lo que dejó atrás, y el único medio para sentirse un poco en compañía de quienes ama es un celular con Whatsaap.
Extraña las mismas cosas que todos los que se van, su familia, el clima, su mascota y cosas que nunca pensó que extrañaría; pero sobre todo extraña ser alguien. En Panamá su identidad se resume a ser una simple extranjera, que le está sobre poblando la ciudad a los residente de ese país, quitando la comida, el trabajo…
Le duele ver que la imagen de un venezolano en Panamá no es la mejor de todas. Sin embargo con ella los panameños han sido muy gentiles y cuando les habla de la realidad en Venezuela ve el dolor en sus semblantes tras cada historia.
Pero lo cierto es que el ritmo de vida de ellos es muy diferente, son lentos y calmados gracias a las facilidades que les ha brindado el país y los venezolanos estamos acostumbrados a vivir en crisis, a volar para todo, a que si te duermes te matan y si te descuidas quedas en la ruina porque el sueldo no alcanza para nada. Y en esto sí que es difícil que no exista colisión entre ambas culturas, además de que el venezolano es muy cariñoso y amistoso, y allá si te saludan con un beso es porque ya existe mucha confianza.
Cuando Grecia le cuenta a Mia su lucha constante, le duele saber que cuando eres extranjero no eres nadie, y si a eso se le suma no tener papeles, existes menos aún, sin importa cuanta experiencia laboral o cuanto estudio se tenga. Así que mientras se es ilegal toca rezar para conseguir un trabajo digno y no dormir en las calles porque se acabó el dinero del cupo, donde el sueño más anhelado se convierte en que los días pasen rápido para que llegue la fecha del pasaje de regreso.
Su amiga nunca pensó que fuera tan nacionalista hasta que se fue, nunca pensó que amaría tanto a Venezuela. Pero el peor suplicio lo vive cuando entre tanta calidad de vida olvida un poco la vicisitudes de su patria, y estando en un supermercado, al recorrer sus pasillos no sabe que marca escoger de un producto, o compra cosas innecesarias porque todo es muy económico, y recuerda que su familia no consigue lo básico, lo que si es necesario, a ellos les falta lo que a ella le sobra. La frustración y la impotencia de saber que quienes ama pasan las de Caín sólo para sobrevivir, remueve todo.
Vuelve a la crisis, al dolor, vuelve al hueco al que se te tienes que aferrar para seguir luchando con la esperanza de que algún día estará estable y tendrá la vida que sueña para ella y su familia.
En silencio, cuando Mia recorre los largos pasillos del aeropuerto, siente que cada vez que va a este lugar cae en un precipicio de nostalgia, porque no sabe si volverá a ver a quienes despide, porque aunque sabe que ellos estarán “mejor”, también es consciente del dolor que representa, no sólo para ella sino para quien se va.
Con la mirada hacia una puerta, en la que un hombre fornido revisa pasaportes y boletos, con una dureza que pareciera no tener conocimiento de lo que cada una de esas personas enfrentará de ahora en adelante; despide a su tía con quien vivió unos cuantos meses y a quien considera una hermana, la poca diferencia de edad les ha permitido ser muy unidas. Una lagrima corre por su rostro, y al otear a su alrededor nota que su llanto es sólo uno en un millón, y que esta escena es la misma día tras día en este punto de partida y separación.
Y vuelve allí, a despedir a Adriana su cuñada, una hermana en realidad, la vida les había permitido sentir un afecto muy familiar en poco tiempo. Pareciera que hubiese cerrado los ojos y que cuando los abrió ya estaba ahí otra vez, en un piso multicolor diciendo adiós con un fuerte abrazo a Carolina, su jefa quien le dio el cariño de una amiga.
Cuando va camino a casa, observa con deteniendo la carretera, tratando de pensar que estarán bien, todos serán felices y comerán perdices como en los cuentos de hadas. Y muchas voces en su cabeza le roban la ilusión, ella sabe que no será así, tan fácil no; no se trata de un hechizo que cambia todo en un parpadeo.
Pero al menos estarán mejor que aquí, eso es casi seguro. Las cifras que señalan que somos el país más corrupto del continente, que tenemos la única inflación de 3 dígitos en el mundo, el país con mayor miseria y homicidios, la devaluación, la escasez, la crisis penitenciaria, el narcotráfico, la injusticia, el rentismo petrolero, la crisis hospitalaria, las plagas, la desindustrialización, la crisis de valores tan visible en la sociedad… Empujan a cientos de venezolanos a cruzar las fronteras para no seguir sobreviviendo y tratar de vivir un poco aunque sea, hecho por el cual en los últimos 15 años 1 millón 600 mil venezolanos han emigrado, lo que representa 4,28 %de la población total.
Estas son las razones por las que Mia espera graduarse y volver a este lugar, pero para ser ella quien pase por esa puerta en la que ha visto entrar a tantos. Pese a que conoce todas estas historias y sabe lo duro que será, quedarse a ver como todo se termina de hundir es más doloroso aún, así que trata de obligarse a creer que “valdrá la pena ser emigrante”.
- Despedidas de una futura emigrante - 15 mayo, 2016