La salida: que se vayan todos
Demonizar los conceptos parece ser la práctica común de una sociedad presa de la desesperanza.
Para buena parte de los referentes políticos, la protesta es sinónimo de violencia. El diálogo es postura de los débiles, ser radical es lo mismo que desear la muerte de miles de venezolanos o la opción electoral es como creer en el país de las maravillas de Alicia.
Así las cosas, el país es empujado por fuerzas divorciadas de la realidad, que se valen de la manipulación conceptual para hacer creer que solo son válidas las verdades que se empeñan en vender como absolutas.
El país vive penurias en orden anárquico, pero los referentes invitan a concentraciones y marchas. El país muere de mengua, pero su gobierno insiste en decirle que todo lo que siente es mentira, que la escasez es inducida por terceros.
Al final, sin ánimo de desvirtuar lo que cada palabra quiere decir, el país… El mismo que vive penurias y a un tiempo muere de mengua, reclama con justa razón, una salida a esta crisis descomunal.
El país sabe que esa salida es necesaria y que amerita sacrificios. El país no se siente acompañado por ninguno de sus referentes políticos y en consecuencia, ya comienza a internalizar un sentimiento: queremos una salida, que se vayan todos.
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