Un llamado a lo que somos
Son muchas las cosas que podrían decirnos lo que somos, pero sólo me quiero detener en una: somos mayoría.
Lo que durante muchos años algunos dudaron y otros aseguraron, ya es una verdad lapidaria: la inmensa mayoría de los venezolanos anhela un cambio político lo antes posible, y eso no es poca cosa.
Esto trasciende a encuestas de popularidad -en las que Maduro está muy mal, por cierto-, trasciende mítines políticos y hasta trasciende a los políticos. La gente está hastiada. Su desesperación es galopante, al mismo ritmo del hambre o de la miseria que viven. El país es una olla de presión.
Ese hervidero hoy se debate entre la expectativa de referendos y diálogos y la frustración de la gente que se siente sola en la calle, mientras el liderazgo político que debería estar capitalizando el descontento y enrumbando a la sociedad hacia el cambio, se queda rezagado en sus diferencias, tesis y miopía. Hay un país buscando respuestas y muchos líderes desentendidos.
Hay una especie de verdad que la realidad nos está haciendo ver: la mayoría que somos se ve poco representada en un liderazgo que se comporta como si fuéramos minoría y, peor aún, como si tuviéramos en el poder a demócratas a carta cabal.
¿Cuál es el riesgo? Que la gente, que sabe que es mayoría y que está frustrada, decida sobrepasar al liderazgo opositor, al gobierno, a quienes sea, con tal de saciar su hambre y su desgracia.
Los últimos focos que ha vivido el país, amenazan con convertirse en una práctica habitual. Saquear o linchar son la más viva muestra de que la anarquía y el caos se apoderaron de este país. Peor aún, esto se fomenta desde el poder, porque quienes gobiernan sabe que hoy es lo único que les queda y deben hacer de la anarquía inducida su principal justificación para sobrevivir, al costo que sea.
Maduro y su combo no quieren ir a elecciones, esas que tanto aman y con las cuales por años se han vestido de demócratas, con el beneplácito de algunos opositores que compraron el argumento de que si ha habido 20 elecciones, somos una democracia.
Al margen de su incapacidad de ganar un proceso electoral, ni siquiera con sus patrañas habituales, el régimen entiende que sólo le quedan las armas, el miedo y la represión, hasta que los soldados que tienen la orden de reprimir entiendan que no pueden marchar sobre sus estómagos y los de sus familias.
Se avizoran días muy difíciles. El liderazgo debe estar a la altura, con coherencia, entereza y sindéresis. Quienes tienen el deber de cumplir con la Constitución, deberán hacerlo o saber que ponerse al margen tiene consecuencias. Vendrán días de posiciones determinantes, sin acomodos o medias tintas. Vienen días de verdades y de posturas firmes.
La ciudadanía debe entender y asumir su rol: somos mayoría. Hagamos entender a quienes mandan que tienen que irse este mismo año; a quienes lideran la oposición, que esperamos más de ellos, que esperamos madurez, pero, sobre todo, sensatez. Actuemos como la mayoría que somos y hagamos que el régimen retroceda, como la minoría que es.
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