¿Venezuela cuántas víctimas más?
El proceso revolucionario de Hugo Chávez y Nicolás Maduro ha sido un cáncer que le ha carcomido a Venezuela lo más esencial que tiene una sociedad: el derecho a la vida y a la salud. Derechos humanos que por cierto están en terapia intensiva y que solo hallaremos la cura, cuando este modelo nefasto sea refrendando y sustituido.
Hoy el pueblo muere debido al desabastecimiento de fármacos, tal y como fue el caso, del niño de 8 años Oliver Sánchez, quien falleció producto de un cáncer hace dos meses en la clínica Loira, en Caracas. Su muerte conmocionó a todo un país, a través de las redes sociales. Meses atrás, Oliver Sánchez y su madre participaron en una protesta por la falta de medicamentos, que agobia a los pacientes que requieren de tratamiento. Su voz y su denuncia, al igual que la de muchos enfermos fueron ignoradas por las autoridades venezolanas.
En aquella manifestación, Oliver Sánchez portaba una pancarta en la que decía: “Quiero curarme, paz y salud”. Allí fue fotografiado y esa imagen se volvió icónica. Con su nombre y apellido -Oliver Sánchez-, le puso rostro a las innumerables historias de pacientes que mueren por falta de fármacos.
Como bien lo ha denunciado la Federación Médica Venezolana, la cifra de escasez de medicamentos alcanza el 90% y coloca en riesgo no sólo a los pacientes con cáncer o VIH, complica además a los enfermos diabéticos y prostáticos, entre otros.
Esta terrible situación ha transcendido más allá de nuestras fronteras. Y es así como la comunidad internacional ha estado presta a colaborar, como lo evidenció hace semanas la comisión de Derechos Humanos del Parlasur, que aceptó una moción para establecer un canal humanitario en Venezuela, que contribuya al abastecimiento de medicinas y la cual contó con la aprobación de Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay.
Y es que pareciera que ex presidentes, diputados y cancilleres latinoamericanos son más conscientes de la realidad venezolana que la propia ministra para las Relaciones Exteriores, Delcy Rodríguez quien negó la crisis humanitaria del país, durante la sesión del Consejo Permanente de la OEA, realizada el pasado 23 de junio.
Mientras otros exhiben su indolencia e indiferencia, hay otros quienes sí se prestan a contribuir. Y es que las iniciativas son cada vez mayores, una de ellas liderada por la activista Lilian Tintori, esposa del líder político y preso de conciencia, Leopoldo López. Tintori a través de su campaña “Rescate Venezuela”, realizó jornadas de recolección de insumos médicos en países como Francia, España y Estados Unidos.
Otra campaña de recolección de insumos es “Comparte Una Vida”, la cual se ha realizó en la ciudad de Miami, durante el mes de junio. En sus diferentes jornadas han participado desde los jugadores de fútbol de la Vinotinto, hasta cantantes internacionales como Marc Anthony y Alejandro Sanz.
Incluso hasta la Relatoría para la Salud de las Naciones Unidas, le recordó a Venezuela que el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales obliga al gobierno a facilitar medicamentos esenciales. Venezuela ratificó este pacto desde el 10 de mayo de 1978.
Pero la constante de este gobierno ha sido la trasgresión de los tratados internacionales, al igual que la violación a la Constitución Nacional, que claramente establece en los artículos: 43, que el “derecho a la vida es inviolable” y el 83, que describe a “la salud como un derecho social fundamental, obligación del Estado”.
Mientras el gobierno de Nicolás Maduro, así como los diputados del Gran Polo Patriótico se niegan aceptar el canal humanitario, más vidas sigue cobrando esta difícil coyuntura, su víctima más reciente fue la activista del partido Voluntad Popular, Brenda Briceño quien también murió de cáncer. Su lucha no fue únicamente con la enfermedad, sino con la crisis de medicinas. Días antes de su fallecimiento, Brenda Briceño había marchado pacíficamente en el oncológico Miguel Pérez Carreño de Naguanagua, en el estado Carabobo para apoyar a los pacientes afectados por la escasez de insumos.
Por estos y otros casos vale la pena preguntarse: ¿Venezuela, cuántas víctimas más son necesarias? Para entender que este sistema nos está matando y que lamentablemente nos resignamos a que la muerte y la desidia sean cotidianas.
Sin embargo, no hay que perder la fe en que más temprano que tarde el diagnóstico para Venezuela será que pudo superar esta terrible enfermedad y recordaremos al Socialismo del Siglo XXI, como el peor cáncer en nuestra historia republicana.
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