Teatro del absurdo
Semanalmente en nuestro país suceden cosas que nos trasladan al teatro del absurdo, específicamente me refiero a la medida que está contenida en la Gaceta Oficial N° 40.950 de fecha 22 de julio de 2016, concretamente el Decreto N° 2.323, y mediante el cual se declara el Estado de Excepción y de la Emergencia Económica.
El Ministerio para el Proceso Social de Trabajo publicó una resolución mediante la cual podrá establecer, de manera obligatoria, una “inserción temporal” de trabajadores de empresas públicas, privadas, de propiedad social y mixtas, en otras que se encuentren en proceso de reactivación productiva del sector agroalimentario, para ayudar a reimpulsar la economía del país. Al leerlo recordé que el entonces Presidente José Gregorio Monagasel 24 de marzo de 1854 decretó la abolición de la esclavitud en Venezuela.
Buscando las afirmaciones que se habían realizado en torno al tema, leí lo dicho por Erika Guevara-Rosas, directora para las Américas de Amnistía Internacional, y quien declaró que no es admisible tal decreto. Pero más allá de lo escrito arriba, me preguntó: ¿Bajo qué criterios se presume que un grupo de personas no entrenadas puede ir al campo a sembrar? Esto también descalifica a las personas que decidieron y se formaron para esa difícil tarea. Sembrar no es abrir un hueco en la tierra y colocar unas semillas, eso lo puedo hacer yo, en la maceta en mi balcón, para tener albahaca, por ejemplo. Sembrar para abastecer las necesidades alimentarias de una población va mucho más allá, y por eso el enmarco esta resolución en el teatro del absurdo.
¿Se sacarán de los ministerios a secretarios, obreros y profesionales para que siembren papas? ¿Eso resolverá la escasez de alimentos? ¿Quién instruirá a las personas para el cultivo? ¿Quién dará las semillas necesarias? Todos los que vivimos en Venezuela sabemos perfectamente cuáles son los problemas que a diario nos acosan. ¿La respuesta que el gobierno quiere dar a la “guerra económica” la va a resolver con trabajo forzado? Aquí vivimos una economía de guerra producto de mantener un modelo político económico obsoleto e inoperante que ha demostrado a lo largo de estos 17 años que no funciona, donde la destrucción de este hermoso país es palpable en todos los ámbitos. Nuevamente como venezolana siento pena ajena al leer estas leyes y me pregunto: ¿Quién asesora al Presidente? ¿Sr Maduro, usted recuerda que vivimos en un país democrático en donde no se puede o no se debe obligar a las personas a realizar trabajos que no desean? El artículo 112 de la Constitución establece que, dentro de las garantías económicas, todos los venezolanos tienen el derecho a dedicarse a la actividad económica de su preferencia, y yo me permitiría agregar: no sólo preferencia, sino formación.
Estas medidas absurdas ratifican que las disposiciones se toman sin criterios ni análisis situacionales, decisiones sin medir consecuencias o más bien las consecuencias son generalmente opuestas a ese pensamiento mágico de resolver la escasez a través de llevar a los trabajadores no especializados a cultivar.
El Teatro del absurdo es una obra sin explicación lógica y sin sentido. Se resalta la incongruencia entre el pensamiento y los hechos, así como la incoherencia entre las ideologías y los actos. Los personajes tienen un gran obstáculo para expresarse y comunicarse entre ellos mismos constantemente, y por eso me permití colocar este título. Hoy, nuestra querida Venezuela vive en este teatro del absurdo, pero aquí estamos muchísimos compatriotas que deseamos rescatarla, y con trabajo y esfuerzo coherente lo lograremos!
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