Más papista que el papa
La sintonía entre el “proceso de paz” colombiano y el “diálogo sincero” criollo es digna de destacar. Quizás sea porque los autores intelectuales, los factores internacionales, los objetivos, han sido los mismos. Pero detecto una diferencia esencial en el rol que ha jugado la Iglesia. Allá el Vaticano respetó a la Conferencia Episcopal, no realizó un acto de intervención enviando un “Nuncio de Confianza” y permitió que la institución no se comprometiera con el Proyecto del Nobel Santos. Aquí, ya sabemos.
Sin embargo, el chantaje implícito es el mismo. La campaña publicitaria del Gobierno identificaba a los propulsores del “NO” con aquellos que no querían la paz; en palabras signadas por la manipulación, los calificaban como violentos y radicales. Y no podía ser de otra forma ante la engañosa pregunta formal del plebiscito: “¿Apoya usted el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera?”. ¿Cómo decir NO? Pero la sociedad se sobrepuso a ese diseño, se manifestó la madurez de un pueblo que supo diferenciar entre la Paz inclusiva de todos los factores democráticos y un pacto pleno de segundas intenciones que garantizaba impunidad y pervivencia de la violencia.
Nos aplican la misma estrategia. Puede que el Pueblo venezolano no tenga la madurez política y la fortaleza institucional del Pueblo colombiano; no obstante, ha sido suficientemente engañado, manipulado y traicionado como para intuir el laberinto que representa la convocatoria hecha supuestamente por el Papa que, de acuerdo con algunos patriotas de la otra acera, no podía ser desatendida. Eso es un lugar común teológico:Ser más papista que el Papa, lo cual se traduce en que yo no soy responsable de mis propios actos, sigo un dogma de fe que justifica mi actuación, así sea artera, irresponsable, ilógica y hasta traicionera. Un criterio monarquísta del siglo XII que confunde Jerarquía con Iglesia; y no como lo hace el mismo Francisco, en su Teología del Pueblo, como “Pueblo de Dios”.
En el diseño, comprometer al Papa tiene un sentido de máxima singularidad. Justifica el cambio de timón violento de un sector que al fin se había movilizado con la definición que dio el Acuerdo de la Asamblea Nacional de fecha 30 de noviembre; un documento que no tiene desperdicio pero que ahora entendemos que no fue dictado con firmeza de propósito, tampoco puede ser considerado veraz en instancias internacionales dado el comportamiento inmediato de algunos líderes representativos. También sirve para legitimar a delincuentes internacionales como Samper, prestigiosos malabaristas como Zapatero y tantos otros que por alguna razón buscan actuar fuera de sus fronteras porque en sus propios países no los quieren.
Otro elemento es lo mal que quedaron líderes mundiales que hablaban de la ruptura del hilo constitucional en Venezuela y que de repente se percatan que el llamado de auxilio era jugandito, como cuando un niño quiere llamar la atención de sus padres para que le den un caramelo. La respuesta no se hizo esperar. De la acción inminente se pasó a las declaraciones de “compromiso con la paz” producto de un “diálogo sincero”. Yo, siendo Almagro, estaría indignado preparándome para atajarlos en la bajadita y, en cuanto al Departamento de Estado, la venganza fue mandarnos a Shannon y montar la melosa reunión con aquel que hasta el día anterior era un golpista, usurpador y violador de derechos humanos.
El hedor caribeño se manifiesta cuando oímos al grupo de corifeos recitar que los que están contra el diálogo que ellos proponen son enemigos de la paz, violentos, radicales, la derecha golpista. Pasamos de un enjuiciamiento político y una declaratoria de abandono del cargo contra Maduro a la acusación contra Voluntad Popular. De presos políticos sometidos a tortura y vejaciones a la figura neutra de privados de libertad. Del aislamiento internacional del régimen al reconocimiento de la vocación democrática que deriva de la disposición dialogante del director del debate. Ahora el Revocatorio nunca existió, y no importa, vamos a adelantar elecciones generales. Pomada que depende de una modificación de la Constitución que lleva bastante tiempo.
Lo anterior no es nada comparado con el peligro mayor. Resulta que el que se abraza y disfruta el momento en la reunión con Jorge Rodríguez, al día siguiente que asaltaron la Asamblea Nacional sus hordas, no reconoce a los factores democráticos si no forman parte del contubernio. Lo que si hace falta es un sincero diálogo en los propios factores democráticos (yo no los llamo oposición) para evitar la división que se aproxima. Esta agenda fue una comedia tan excluyente que todo el país oyó admitir a un líder de la entidad de Capriles que se había enterado del diálogo por televisión. Lo mismo me confirmaron algunos obispos intervenidos. En general, la palabra emboscada puede aplicar contra aquellos que han tenido que reaccionar salvando las apariencias o le han tratado de sacar las patas del barro a los dialogantes, al estilo de Ramos Allup poniendo un parao al militarismo ramplón.
Claro que hace falta un diálogo en el que la única exclusión sea la de los infiltrados que desmontan la movilidad de un pueblo sometido. Pero comencemos con uno en el seno de los factores democráticos para definir cosas tan elementales como agenda, incorporación de todos los sectores y vocería. Que quede establecido que nadie se siente representado por los que comparten lecho con Jorge Rodríguez. Por lo demás, esto no es un problema de optimismo o pesimismo. Tampoco dejar que los políticos avezados hagan su trabajo sin controles y consultas. Son dos premisas básicas: El problema no es solo Maduro, es su régimen; la otra, no queremos sustituir una mafia por otra. Al menos la mayoría del país que sufre la acción de este régimen depredador.
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