Hunt for the Wilderpeople: un dramedy neozelandés
Irreverencia, un humor inesperado y personajes poco convencionales son los primeros aspectos que nos impresionan al empezar a ver Hunt for the Wilderpeople, del director neozelandés Taika Waititi. Pero con esta película no podemos dejarnos engañar: estamos frente a una pieza con toques existencialistas capaz de hacernos razonar sobre nuestro lugar en el mundo y la importancia de cómo nos relacionamos con los demás. Solo hay que verla completa para entender que se trata de una propuesta original y osada, que demuestra que algunos temas profundos pueden ser tratados de manera desenfadada.
Sorprende gratamente ver lo divertida que puede resultar la historia de Ricky, un niño huérfano que nadie quiere adoptar, cuando conoce a Hec y Bella, su nueva familia asignada. Las personalidades de cada quien son un factor decisivo para la trama. Por un lado, Ricky es presentado como un pequeño delincuente que hace graffitis en propiedades privadas y alguna otra maldad de poca monta; y luego están Hec y Bella quienes viven en el campo: él, malhumorado y parco con las palabras, ella, alegre y resolutiva.
De vital importancia es la relación que desarrollan Ricky y Hec. Al comienzo el hombre no termina de asumir su rol de padre adoptivo –de hecho le pide que lo llame tío-, pero a medida que se enfrentan a situaciones de los más inverosímiles (que es mejor no contar para evitar los spoilers), descubren que ni el primero es un criminal en formación, ni el segundo es una mala persona. Ambos personajes expresan a su manera lo difícil que es enfrentarse a la soledad, y la necesidad que tiene el ser humano de recibir afecto. Como nota curiosa, esta pareja nos recuerda al niño y al anciano en la película de Pixar Up (2009).
Taika Waititi, del cine indie a Hollywood
El director de Hunt for the Wilderpeople es también actor y tiene su propio show de Stand Up. Puede que lo conocieran solo en Nueva Zelanda hace unos años, pero progresivamente se ha ido abriendo camino en el mundo del séptimo arte hasta el punto de ser considerado una nueva promesa.
Tiene en su haber tres películas más, Eagle vs Shark, Boy, y What We Do in the Shadows. La primera trata de dos jóvenes inadaptados sociales, la segunda de un niño que anhela conocer a su padre, y la última es una historia de vampiros muy poco convencional. De esta manera, resulta fácil etiquetarlo como un director de cine independiente. Pero parece ser que Taika quiere seguir sorprendiéndonos, pues dirigió Thor: Ragnarok, que estrena el año que viene.
Tras su salto a Hollywood de seguro su nombre comenzará a sonar cada vez más, y con suerte seguiremos disfrutando de su cine de autor, en el que ya está bastante definido su sello personal. Personajes marginados que atraviesan situaciones absurdas, una narración con un humor muy peculiar, junto a su aparición como actor en todas sus cintas, son algunos de los aspectos que describen sus obras.
El neozelandés afirma tener un gusto marcado por los argumentos raros, y dice que el humor puede ser empleado para temas dramáticos. Se siente a gusto en el festival de Sundance por parecerse más a su forma de hacer cine, según afirma. Lo curioso al leer sus declaraciones a la prensa es que ha revelado que nunca se vio a sí mismo como un director de cine, sino más bien como un pintor, ya que este es su interés principal.
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