Sácame la paloma
Quienes tienen a la paloma como símbolo de paz, están equivocados. Obviamente su significado se estableció en la era de Noé, cuando le llevó una ramita de olivo al arca como muestra de que ya había terrenos secos tras el diluvio universal. Pero los tiempos han cambiado. Hoy en día la paloma es de los animales más perturbadores de la paz.
Cómo saca de quicio el ruido de una paloma gorjeando en la ventana. Y si te deja la ventana con un nido lleno de huevos, peor. Si los botas, el cargo de conciencia por haber despojado a una madre de sus hijos te carcome. Si los dejas nacer, después no descansas por el incesante ruido de los pichones.
Si no es eso, entonces una paloma entró volando a tu casa mientras no estabas y se instaló en la sala. Tú entras, la ves y te comienza una nerviosa piquiña corporal. Te envalentonas para agarrarla y sacarla, pero inmediatamente te gritan: “¡No, está llena de enfermedades!”. Entonces recurres a la escoba para espantarla y esa paloma arranca a revolotear dentro de la casa. ¡Tú empiezas a gritar, agachado y cubriéndote con las manos, como si eso fuese Drácula convertido en murciélago!
Si no es eso, entonces eres de las personas que cierra sus vidrios antes de salir y al regresar de la calle consigues a una paloma fallecida en la base de tu ventana luego de haberse estrellado contra el cristal. Ahora debes fungir de morgue.
Eso es en el ámbito doméstico, pues en lo relativo a actos públicos por la paz, la paloma no nos deja bien parados tampoco. Si te toca organizar dicho acto, debes encomendarte a la rara y estresante tarea de conseguir palomas blancas. Las grises, marrones o mixtas sobran, ¡pero no!, para un evento por la paz necesitas de las más escasas… ¡y muchas! ¡Vaya plan de logística! ¿Quién las vende? ¿Cuánto cuestan? ¿No se puede agarrar palomas de plaza y simplemente remojarlas en cloro para blanquearlas?
Supongamos consigues las benditas palomas blancas. ¡Pues más rabia da! En primer lugar porque debes transportarlas hacinadas y privadas de libertad… a un evento por la paz. En segundo lugar, porque invertiste tanto tiempo juntándolas, para ahora abrir una caja cuando te indiquen y adiós… Las palomas se van volando, despavoridas, como diciéndonos “¡Resuelvan ustedes su peo!”. Y no conformes, una de ellas suelta un regalito y le cae en el hombro a algún asistente del evento (quien obviamente viste su mejor guayabera blanca). Ahora la paloma de la paz le arruina la camisa y lo convierte en objeto de burlas entre los asistentes.
Un breve análisis semiológico basta para constatar que la paloma, como símbolo, tiene una connotación poco pacífica. Si estás a dieta, solo comes palomitas de maíz hasta aborrecerlas. Si te insultan, te pintan la paloma. Si estás viejo, no se te para la paloma. Si bebes con tus amigos, ni se te ocurra decir “paloma”. Te ametrallarán con una retahíla de “¡ummmju!”… “¡Lleve!”… “¡Rico!”… “¡Chinazo!”… “¡Así me decías anoche!”.
Para simbolizar la paz sobran animales mucho más pacíficos que la paloma. La estrella de mar, la pereza o el morrocoy, por ejemplo: perfectos ejemplos de calma y buena vibra. ¡No la paloma! Hoy una paloma solo podría brindarme paz si yo fuese mujer, gay o si estuviese viendo a Deyna Castellanos meter un gol de palomita. Claro, eso si no vives en Venezuela. Aquí la paloma pronto se convertirá en el símbolo proveedor de paz por excelencia; pues para calmar esta hambre, nada más barato que una rica paloma a la plancha. ¡Ay, chinazo!
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