Trump, enemigo oculto
Trump ha sido demonizado, especialmente por los latinos, razones no faltan. Inclusive, algunos han hecho comparaciones de su estilo con cierto mesianismo de izquierda criolla que resultan más que jocosas; sí tomamos en consideración su vocación francamente capitalista, de aquellas que llaman salvajes. Aunque se debe reconocer que los socialistas de aquí, al margen de su bestialidad en el manejo de los asuntos públicos, han resultado adictos al capital no trabajado. La depredación y entrega del país así lo señala.
No se puede negar que el individuo es un “hombre de empresas”, buenas o malas, imán de recursos y dinero, con ambos polos activos. De manera que la primera predicción no es aventurada: Manejará los asuntos públicos como un gran negocio, su perspectiva de la política internacional es comercial; además, se rodeará de “socios” asesores y militares que garanticen la “ejecución” de cualquier compromiso incumplido.
Pero, cabe la interrogante, ¿Se materializará el riesgo global que tanto anuncia su advenimiento? Otra más práctica, ¿Tendrá influjo determinante para Venezuela su asunción como Presidente de El Imperio? Los más encumbrados internacionalistas tienen que aceptar que no conocen al personaje, sus declaraciones han sido asombrosas pero también contradictorias, al tiempo que adecúa su discurso de acuerdo al auditorio. Por ejemplo, en el área de defensa, por una parte manifestó voluntad de restaurar el dominio militar de la Potencia del Norte pero, al mismo tiempo, vinculó la ‘quiebra del país’ al gasto vinculado a la defensa de otras naciones.
También se manifestó contra la proliferación de armas nucleares en forma casi simultánea a su promesa de modernizar el arsenal nuclear de Estados Unidos y a la velada insinuación sobre la conveniencia de lo propio para Japón, con el objetivo de neutralizar a los norcoreanos. Esto sin dejar de mencionar todos los conflictos de poder que se avistan por el singular desastre que, según él, representa el acuerdo con Irán en esta materia, el peor jamás negociado.
Trump no tiene precedente. Rompió todo código de comportamiento durante la campaña pero se ha leído cierta moderación después de la victoria. Ante tales conductas se hace evidente que él deberá resolver el dilema eterno de los norteamericanos entre intervencionismo o aislacionismo; y, en este aspecto, estoy convencido de que será un buen hibrido de acuerdo a sus propios intereses económicos. Esto podría ser desastroso para los venezolanos.
El perfil de las alianzas internacionales parte del contubernio con su admirado Putin. Resulta pasmoso el contexto en el que ha manifestado esa veneración. La primera señal fue la calificación de “inteligente” a la jugada que se materializó en la intervención ukraniana, ejecutada por Rusia en 2014, en entrevista ante Buzzfeed News del 2 de agosto de 2016. Criterio que ratificó el 16 del mismo mes, en comentario ante la NBC, afirmando que los sucesos de Crimea afectan a los europeos mucho más que a los americanos y que aquellos tienen la carga de la solución. Fue una abierta crítica a los alemanes que, en su opinión, reflejaban una doble moral al negociar petróleo y gas con los rusos mientras criticaban sus acciones.
El clímax del romance se produce precisamente en la coyuntura actual por la intervención de los rusos en la campaña electoral, las sanciones dictadas por la administración Obama en los estertores de su mandato y lo que Trump calificó como brillante jugada de Putin al no dar respuesta con actos de retaliación. Casualmente, el mismo 30 de diciembre de 2016, Washington Post publicó un trabajo de investigación en el que se refiere una “darker suspicions” de la relación entre ambos jerarcas. Un pacto con consecuencias y efectos desconocidos.
La relación existe, los rusos intervinieron en la elección, tal como lo demuestra el estudio del 10 de noviembre de 2016 realizado por Jonathan Eyal, ‘Russia and Donald Trump’ del Royal United Services Institute. La clave es que Putin avanza en el proyecto de dominación mundial de la “Madre Rusia” sin la limitación burguesa que representa para Obama el fin de un mandato. El Duet Putin-Trump comprende que solo tiene que esperar unos días y que cualquier respuesta es retroalimentar la estrategia de los demócratas que presienten un largo recorrido en el desierto de la política norteamericana.
Definitivamente, en los albores de su presidencia, Trump se siente muy bien con el ‘zar ruso’, lo cual no es novedad y había sido adelantado bien temprano en la entrevista que concedió al Daily Telegraph el 31 de julio de 2015, una conversación en la que no dejó pasar que “Putin odia a Obama; y Obama odia a Putin”. El presidente saliente está atado de manos y solo puede ejecutar vendettas como la que le aplicó al Estado de Israel y los intereses económicos que lo representan en Estados Unidos, por sus ‘aportes desinteresados’ a la campaña rival.
Aquí está un detalle que no se debe olvidar. En mis clases de Derecho Constitucional, advierto que el esquema democrático de nuestra civilización es débil, a la par que residual, ya que la mayoría de los Estados se inscriben en prácticas autoritarias o totalitarias. De manera que la forma de vida en libertad siempre estará en riesgo y el peligro se acrecienta con novedosas prácticas de terror y renovadas fórmulas de agresión. Esto sin contar la técnica de la izquierda irredenta de utilizar los mecanismos democráticos, tales como el sufragio y el control de la institucionalidad que se deriva de los eventos electorales, para destruir la democracia misma.
En este último punto, cabe resaltar el purulento influjo de Venezuela en América Latina; en especial, Argentina, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Y debemos reconocer que el Régimen de Maduro es un aliado fiel a cualquier potencial socio en la corrupción, inscrito en la internacional de las tiranías, tal como ha demostrado con cubanos, norcoreanos, bielorrusos, fundamentalismos islámicos y, gran descubrimiento, con los más grandes vendedores de chatarra belicista rusa. Precisamente por tal relación estamos en grave peligro como nación.
Prudencia debería ser el parámetro para que Venezuela se relacione con un gobierno dirigido por Trump. Su discurso es flemático y no comparte el mismo estilo de los que dejaron pasar insultos y amenazas de aquellos que solo saben ladrar. Ustedes saben a quienes me refiero. No olvidemos que amenazó con bombardear la infraestructura de producción petrolera que provee de fondos al radicalismo islámico y que tomaría ese petróleo, sin aclarar su destino. Excusa perfecta para cualquier acción contra un país petrolero.
Lo que se puede esperar, en las primeras de cambio, son jugadas desesperadas bajo la mesa utilizando la relación con Putin para propiciar ‘una cumbre Maduro-Trump’. Este es el sueño mojado de los revolucionarios sin revolución ni pueblo desde el año 1999. La verdad es que el pragmatismo de la política internacional norteamericana, carente en general de principios o valores salvo como justificación de sus acciones, puede favorecer un encuentro con cualquier dictadorcillo de quinto patio si el interés económico lo requiere. Pero la única condición es que se vislumbre permanencia en el poder y ese no es el caso en Venezuela. Pero cualquier cosa puede pasar con Trump.
Por lo pronto, no es aventurado predecir grandes cambios en la política internacional de Estados Unidos. La disminución del poder que hasta ahora ha manifestado la O.T.A.N; y, consecuencialmente, la defensa de eso que podemos definir como “Mundo Occidental” tendrá un peso mayor para las potencias europeas. La visión de Trump sobre esta instancia parte de la calcificación de los vetustos acuerdos dirigidos a la intervención automática de los Estados Unidos en el supuesto de agresión de alguno de sus miembros, bajo la calificación de obsolescencia que realizo en entrevista conferida a Business Insider, el 24 de marzo de 2016. Una óptica que transformaría el papel asumido como ‘Policía del Mundo’ luego de la Segunda Guerra Mundial.
También es previsible el atemperamiento de las sanciones americanas a Rusia por su intervención en Ukrania, un efecto similar al que produjo el Brexit con relación al Reino Unido. Ambos socios temporales coinciden en priorizar la estabilidad en el Medio Oriente y es previsible un alineamiento de los americanos en el sostenimiento del régimen de Bashar al-Assad; lo que a su vez tendría incidencias veladas en la relación con los turcos y sauditas. América Latina es un gran enigma. Han sido tan descarnados y desconsiderados los comentarios y opiniones sobre nuestra realidad que cualquier situación se puede presentar; inclusive, un buen escenario.
Porque a diferencia de otras latitudes, la institucionalidad federal de los Estados Unidos, su tradición constitucional y su forma de vida imponen restricciones a cualquier gobernante. Sin embargo, aun con tales precedentes eligieron a Trump. Yo confió más en el elemento humano. La psicología de ambos personajes me hace recordar el acuerdo de Hitler y Stalin para repartirse el mundo. También me hace prever una corta luna de miel y que el nuevo mandatario tendrá que conformarse con sus viejas amantes europeas para lo habitual: “Hacer grande a los Estados Unidos otra vez”, el muy original lema de su campaña. Ojala que los tarugos criollos no se entrometan en esta pelea de mayores. Aunque sean aliados circunstanciales del enemigo oculto que nos ve como república bananera.
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