Entre el TSJ y el CNE, un Croissant
En ocasiones uno debe despejar la mente. Elevarse por encima de su propio pensamiento y reflexionar sobre lo bueno de la vida. Asumir el legítimo derecho de tener algún tipo de esperanza y pensar que las cosas pueden mejorar. Es cierto, esta actitud que describo puede parecer un desesperado intento de huir de la realidad que vivimos actualmente, me declaro culpable. También confieso que parte de estas líneas se justifican por mi indefinición a la hora de elegir un tema esta semana. Escribo blandiendo la espada de la incoherencia.
En un primer momento, había decidido dirigir baterías contra los principales responsables de la crisis política que vive el país. Pero leyendo sus obras para justificar actos de injusticia me encuentro con la Sentencia N° 7 de fecha 26 de enero de 2017, en la que se resuelve el Recurso de Nulidad incoado por Héctor Rodríguez Castro contra el acuerdo de la Asamblea Nacional que declaró el Abandono del Cargo, en la que aparece un Obiter Dictum citando a Wikipedia para sostener la sesuda decisión. De repente me percaté que estaba perdiendo el tiempo.
Entonces apunté los misiles a la máxima sede de la cabronería en materia electoral, léase C.N.E. En el momento que levantaba unas notas en La Rosita, allá en La Campiña, saboreando un muy adecuado café, se sentó a mi lado una hermosa mujer. Como le pasa a todos los venezolanos en estos tiempos de cólera, entramos inmediatamente en contacto con un tema del momento que yo desconocía. Las fuerzas represivas del régimen, mezcla de militares, paramilitares y delincuentes agavillados, acababan de golpear a los representantes del pueblo que se habían presentado para entregar una carta exigiendo elecciones.
Fue así como descubrí que mientras yo escribía sentado cómodamente con la rubia, unos venezolanos arriesgaron su integridad personal, como lo hemos hecho muchos otros desde hace muchos años, exigiendo algo tan alejado de la realidad criolla como una elección. En pocas palabras, a pesar del desastroso 2016 en el que se destruyó todo el esfuerzo de diciembre de 2015 gracias al traicionero diálogo sincero, millones de personas asumen que una elección será organizada por este régimen; y que no solo es factible sino que también es la solución.
Estaba dispuesto a escribir sobre esos valientes diputados y sus seguidores pero de repente me vi como un guerrero del teclado; uno más de esos seres tan vilipendiados y maltratados por los usufructuarios de la política tradicional que se constituyen en verdaderos guerreros del verbo vaciado. Como el objetivo oculto detrás de tanta palabrería es la autocensura de las redes sociales, como si eso fuera posible, decidí complacerlos y no tocar temas álgidos en esta entrega. Un comportamiento que quizás permita demostrar que en un régimen autoritario con modas totales, donde censurador y promotor de autocensura controlan la casi totalidad de los medios de comunicación gracias a los recursos de la corrupción, son las redes sociales el mecanismo de defensa de un demócrata.
Me quedé mirando fijamente a mi interlocutora. Seguramente esperaba algún comentario inteligente sobre la información que me había transmitido. Ejecuté mi decisión. Me fui a la otra esquina de la temática. Irrumpí la conversación indicando que siempre he preferido la arepa pero eso no quiere decir que desprecie otras delicias. Por ejemplo, el Croissant, al que tú seguramente identificas como una típica elaboración de la gastronomía francesa pero que, en realidad, está muy lejos de ser así.
En 1683, toda Europa corría riesgo de caer bajo el poder de los turcos liderados por el sultán, Mohamed IV. A raíz de la traición del Conde húngaro Imre Thököly, un ejército al mando del Gran Vizir Kara Mustafá Pachá comenzó el sitio de Viena, bastión fundamental en la defensa del continente. Pero la ciudad resiste. Los turcos trazan una estrategia para sorprender a las fuerzas de defensa. Comenzaron la construcción de un corredor que pasara debajo de las murallas, hasta desembocar en el centro de la ciudad. Los trabajos sólo los ejecutaban de noche. ¿A qué no imaginas lo qué pasó?
No contaban con el ejército silencioso de panaderos que laboraba toda la noche y que advirtió el ruido de la excavación. Alertadas las tropas al mando del rey polaco Juan Sobiesky III, aliado de los vieneses, y el Duque de Lorena; los cazadores resultaron sorprendidos y fueron repelidos con numerosas bajas. Leopoldo I, emperador de Austria, recompensó a los providenciales panaderos con numerosos honores y privilegios; el principal, el derecho de usar espada al cinto. En agradecimiento, ellos crean la “viennoiserie” o pastel conmemorativo de la victoria sobre los infieles: Uno, al que le pusieron el nombre de «emperador»; y el otro, al que llamaron «Halbmond» (croissant o media luna) para mofarse del emblema de los musulmanes y comerse a los temidos turcos. Los pasteleros vieneses después complementaron la receta original creando el «Vanillekipfert», un croissant aromatizado a la vainilla; o el «Mandelbögen», más pequeño, con almendras; el «Mohnbeugel», una pasta con semillas de amapola; y el «Nussbeugel» con nueces y miel. Todos en forma de media luna.
En ofrenda final, los turcos en su veloz corrida dejaron abandonados toneles con vino de Arabia o kahvé y muchos sacos que, en un primer momento, se pensó era comida de animales. Pero uno de los tantos espías de bando y bando, el armenio Johann Diodato, identificó el contenido del amargo café, posteriormente adaptado a la forma europea con leche, miel y otros artificios que lo convierten en el compañero perfecto de la pastelería moderna. La azucarada combinación fue bautizada como cappucino en reconocimiento a la participación de la iglesia y sus monjes en la conformación de la Santa Alianza.
Ella me observaba como quién se prepara para huir de un loco peligroso, proseguí con mi perorata con una pregunta: ¿Cómo se popularizó el croissant en Paris? No la dejé interrumpir y ensayé una teoría. María Antonia Josepha Johanna von Habsburg-Lothringen (1755-1793) de la Casa de los Hasburgo, la famosa María Antonieta, la primera víctima del tratado franco-austriaco de paz al unirse en matrimonio con el que se convertiría en Luis XVI, fue la causa eficiente. Te imaginas el sufrimiento por la lejanía, la soledad y la unión con un inexperto ególatra. Quizás la salida fue devorar el conjunto de delikatessen austriacas, apropiadas después por los franceses. Ella se las llevó y ellos se las quedaron.
Por alguna razón que no se explicar con precisión, la amiga seguía oyéndome a pesar de la brusca desviación del tema inicial. Si ustedes terminaron de leer este artículo, muy a mi pesar, han sido víctimas de mi propia autocensura que, al fin y al cabo, es una censura contra ustedes, la que ejecuta no solo el régimen sino también los guerreros del verbo vaciado. Parece que en la política venezolana a falta de pan buena es la torta que nos preparan en cada marcha y contramarcha dialogante. Guten Appeti y perdonen el abuso, prometo que el próximo artículo será un genuino producto de un escribidor no autocensurado.
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