Un síndrome padurano
Recordando la novela, a Leonardo Padura le fue difícil escribir sobre León Trotsky. La escasez o inexistencia en la isla de una bibliografía relacionada con su protagonista, se ofrece como uno de los mejores testimonios de una experiencia totalitaria empobrecedora, aunque se diga del éxito de un sistema educativo que no ofrece cifras confiables, ni autoriza el libre debate de sus reales alcances.
Pregunta obligada, ¿cómo es posible que los anaqueles cubanos no expongan al creador del Ejército Rojo de suponerlo un precursor contemporáneo del comunismo caribeño, por más diferencias o matices que asomare, convertido “El hombre que amaba a los perros” en una hazaña? En la Venezuela de antes fue común hallar sus textos en bibliotecas, librerías y remates de libros, por lo general, importados, e – incluso – todavía conservamos en casa la autobiografía de Liev y los estupendos títulos que le dedicó Isaac Deustcher. Sin embargo, acá y ahora, estamos sintiendo el síndrome padurano, apreciando otra denuncia de las muchas que, explícita o implícitamente, reporta su obra.
Según los entendidos, hoy, la realización comercial del libro en nuestro país ha bajado más allá del 90% de compararlo con la de 2000, quebradas numerosas librerías, llamadas al escaneo o fotocopiaje los textos universitarios, repletas de basura propagandística las bibliotecas públicas y, para más señas, con un emblemático problema en la data de la Biblioteca Nacional ya de varios años, asociado a la plataforma tecnológica que veda el acceso a una parte importante de su colección. Confiscadas las divisas por el régimen, imposibilitando el acceso al mundo bibliodigital, apenas quedan los catálogos de las editoriales, sumadas las que alguna vez tuvieron sendas sucursales en Venezuela, como un baremo más de nuestras frustraciones al apreciarlos frondosos y promisorios en la red de redes.
Imperceptiblemente, nos aislamos relegando el pensamiento al último casillero de nuestras prioridades, porque el presente fuerza literalmente a subsistir con lo poco que queda de alimentos y medicamentos. Al estudioso de la historia, de la literatura, de la economía o del derecho, como al que desea ampliar sus habilidades en el campo de la tecnología, de la ebanistería o de la plomería, debe contentarse con las copias muy retardadas de tratados, ensayos o manuales que sólo la perspicaz búsqueda permita: huelga preguntarnos en relación a la desactualización de la literatura médica, la que siempre exhibió precios naturalmente muy altos, agregado el destierro forzado de los docentes más experimentados, con una extendida deserción estudiantil por hambre, yendo al núcleo más duro de nuestra crisis universitaria.
Por estos días, realizamos un trabajo gentilmente solicitado por la Dirección de Asesoría e Investigaciones Jurídicas de la Asamblea Nacional, trastocado en un esfuerzo antes impensable por localizar las fuentes más recientes que contribuyan a desarrollar nuestra hipótesis sobre la construcción parlamentaria del sentido común. Equivalente a las prolongadas colas que diariamente realizamos para adquirir el indispensable alimento o medicamento, sin garantía alguna, han sido muchas las horas de la sola pesquisa de una literatura que ya no llega a nuestras vitrinas y anaqueles, así fueren digitales, que supera el tiempo invertido en la redacción del modesto ensayo mismo, sintiendo como muy propia la denuncia del novelista cubano.
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