Clásicos enredos de un torneo en decadencia
Ante la cita de un torneo de selecciones, las polémicas no tardan en aparecer ni desde que éste se empieza a planificar. Tal problema ocurre sobre todo en disciplinas de gran audiencia y expectativa, como la Copa Mundial de la FIFA. Pero si hay un campeonato en el que nunca pueden faltar los escándalos y las inconformidades de todas las partes, ese es el Clásico Mundial de Béisbol.
Creado para supuestamente llevarle al mundo un escenario donde los jugadores de Grandes Ligas pudieran defender sus colores, pues en la extinta Copa Mundial y el Béisbol Olímpico sólo participaban peloteros de circuitos menores. Es obvio que la razón principal de su nacimiento fue el incremento de ingresos, pero al parecer, los riesgos y las decepciones han prevalecido más que los lucros.
A la Major League Baseball (MLB) no le convence lo que ellos mismos crearon. Pareciera que no previeron los inconvenientes que el Clásico podría traerles, y ahora la próxima pudiera ser su última edición.
Lesiones, las tan odiadas lesiones, a eso se arriesgan cada vez que un directivo dice Sí a un jugador convocado por su selección. En el béisbol norteamericano se manejan contratos de sumas exorbitantes, razón por la que los equipos no quieren perder su inversión en caso de que sus piezas queden inutilizables. No es negocio, ni porque todas las grandes marcas quieran comprar espacios publicitarios en los estadios del circuito y transmisiones televisivas.
No contar con una súper estrella como Mike Trout durante gran parte o toda una temporada, representa la posibilidad de no alcanzar los Play Off, y con eso los bruscos descensos de taquilla. Mejor mantenerlo resguardado y poniéndose en sintonía con sus compañeros, que dejarlo ir con el combinado nacional. Es la realidad.
Claro, también está la disposición del jugador, que se fija en sus propios intereses por encima del nacionalismo. Es entendible que algunos como Freddy Galvis, quien por arrastrar una lesión desde la Serie del Caribe, prefiere mantenerse a raya que buscar empeorar su dolencia. Mejor darle el cupo a otro que esté sano, con tal, talento hay de sobra entre las opciones criollas. Otro ejemplo es el de Jeanmar Gómez, pues luego de ser ratificado como el cerrador de los Phillies de Philadelphia, optó por abandonar el barco vinotinto y concentrarse en su nuevo roll.
Esto genera que las selecciones no estén conformadas por lo mejor de lo mejor y por ende, algunos fanáticos pierden el interés de ver el espectáculo. A ello se le suma un formato poco convincente y atractivo, plagado de restricciones y nuevas reglas exageradas.
Ahora resulta que si un encuentro continúa igualado después de 10 innings, la onceava entrada comienza con hombres en primera y segunda para aumentar las probabilidades de anotar. Qué cosa más innatural y descabellada. Todo para que el partido no se extienda demasiado y los lanzadores no lancen de más.
Puros disparates que entorpecen un torneo que podría ser de los más llamativos e inolvidables de buena parte del mundo.
Los jugadores llegan fríos, con poco timing. La fecha del torneo y su duración no son las ideales. Gana el equipo que se ponga fino más rápido, y no el que tenga la plantilla más completa. Ahí está la clave. Por su puesto, una buena labor del cuerpo técnico es indispensable para conseguir victorias, pero aun teniendo un Dream Team, si éste no está en forma, es imposible alcanzar siquiera la instancia final.
Para colmo, la Federación Venezolana de Béisbol se ha encargado de sumarle más rayas al tigre. Es normal que los procesos de planificación traigan consigo una serie de eventos incómodos, pero este año se han multiplicado. Hasta el característico color vinotinto que representa a las delegaciones nacionales en casi todas las disciplinas, fue quitado por ser supuestamente “pavoso”.
La designación del manager fue un verdadero despelote. Escogieron a Omar Vizquel y a pocos meses del torneo ya lo querían sustituir. Quizás él no era el candidato idóneo desde un principio, pero una vez que ya había emprendido en su planificación como estratega, resultaba insólita la posibilidad de destituirlo. Así empeoraron los roces entre el fanático, los peloteros y la gerencia, que ya tenían antecedentes como el exceso de oportunidades a Luis Sojo y aquella vez en que los abanderados de entonces tuvieron que cenar en una local de comida rápida.
Luego vino la escogencia final del roster de 28, el dolor de cabeza de todos. Los que quedan van contentos, y los que no, lo asimilan, pero hay algunos que no pueden contener la impotencia, cual seguidor insatisfecho. Asdrúbal Cabrera, quien luego de ser excluido de las filas venezolanas, se encargó de avivar aún más la llama del bochorno. El mismo llamó falso y poco serio al gerente general de la selección, Carlos Guillén, y dejó peor parada a la institución federativa.
Por todo surge un problema y cada vez son más los enredos. No se sabe quién dice la verdad y realmente quién tiene la razón. Afortunadamente, un agente salvador se pronunció para acabar con los problemas.
El capitán, Miguel Cabrera, ese que está de frente en la foto de allá arriba. Oportuno con el bate y las palabras, esclareció la situación y puso a todo el mundo en su lugar. Ese mismo tino es el que necesita la selección, su federación y la MLB para mejorar un torneo que lastimosamente va en decadencia.
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