Aviso para los investigadores
Suele ocurrir, periódicamente revisamos, reacomodamos y hasta purgamos los libros y papeles en casa. Por la falta de espacios, deterioros inevitables, pérdida de vigencia de los textos o cualesquiera otros motivos, tratando en lo posible de digitalizarlos y orbitarlos en las redes, nos lleva a obsequiarlos a los amigos más interesados, siendo desaconsejable donarlos a las bibliotecas públicas más cercanas, pues, no existen, no tienen tal costumbre de recepción o, simplemente, pueden extraviarse por obra de esa burocracia que se sabe en un Estado precario.
Restos de una modesta colección de muchos años atrás, cuando febrilmente nos cautivó la república y la guerra españolas, reapareció en el fondo de una caja el libro de Amando de Miguel: “Sociología del franquismo”, una estupenda edición de tapas duras (Euros, 1975). El autor, de envidiable estilo literario, constatable a través de otros títulos, da cuenta de los gabinetes ministeriales de Franco, periodizándolos para lograr un análisis – algo más que ideológico – de una gestión de logrado soporte político que obtuvo buen provecho de las más variadas circunstancias para sobrevivir, pues, sus adversarios la creyeron – desde el principio – pasajera.
De Miguel viene al caso, porque los venezolanos ostentamos un récord de ministerios y viceministerios, en un siglo XXI inesperado. Ciertamente, se nota una rotación muy selecta de nombres que gozaron de toda la confianza del extinto presidente y de los que la gozan de su sucesor, pero el número de los más altos funcionarios – los que van y vienen – también genera asombro, por no contabilizar los cargos diplomáticos y consulares que sincerará aún más el nepotismo reinante. Ahora, con una complicación innecesaria que asegura un buen tiempo de ocio presidencial, sin que nadie pueda indagar en torno a la actividad recreacional de Maduro Moros, la vicepresidencia ejecutiva se ha multiplicado en otros despachos similares que no sabemos siquiera del propio consejo de ministros.
Luce generosa la oportunidad para los investigadores que deseen hurgar en la presente centuria, a objeto de definir las características del mismo gobierno que hemos tenido tan largamente. Urge una mínima reflexión sociológica en relación a la curiosa división del trabajo de los elencos del poder y su copiosa clientela política, revelando tendencias, acciones y contradicciones que, probablemente, tipificarán toda una hazaña del ascenso social por obra del tráfico petrolero, de pensarlo tan solo benévolamente.
Citando un par de casos, al evocar el período legislativo de 2011-2015, el equipo ministerial de Giordani lucía muy distinguido frente al de Varela a la hora de visitar o de comparecer a la sede parlamentaria para cualquier acto de ocasión, incluso, al exhibir y empuñar un bolígrafo, aunque el costoso modelo de sus móviles celulares fuese tan semejante. Nos antojamos hasta de los propios modales, porque el técnico fabricante de la lumpenburguesía, de cautelosa amabilidad con las celebridades de la oposición con las que tropezaba, pronto contrastaba con los torpes ademanes del técnico fabricante del lumpemproletariado, inseguro en un escenario que lo deslumbraba.
Obviamente, la pesquisa ha de comentar por las incontables ediciones y correcciones de la Gaceta Oficial, la ejecución de los presupuestos, o los registros y notarías, pero una decidida minería de datos puede dar, adicionalmente, con estilos de vida que traicionan la prédica ideológica que les daba algo de legitimidad. Extendiendo la búsqueda a las entidades desconcentradas o descentralizadas, sistema público bancario, registro de contratistas y subcontratistas, nóminas policiales y militares, medios convencionales o digitales de información, facturación de los consumos, posiblemente le permitirá al tesista trazar un mapa actualizado de la estabilización o cambio de sectores o clases sociales que la economía rentista ha cultivado incesantemente para asombro del académico noruego que se acerque a nuestras costas.
Los abscesos continuos de la burocracia media y alta del Estado, ahora tan agotado ante las miles de tareas a las que no puede responder, marcan un itinerario de confirmaciones y de deserciones, pero también de deslizamientos grisáceos, hábiles y oportunistas si de compromiso político hablamos. Una transición democrática tendrá que lidiar con los conversos del momento, por tardíos que fuesen, que hacen de la política una disciplina atlética de las más exigentes.
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