El ejemplo de Sofía
Hace dos semanas, aquel lunes 20 de febrero amaneció más gris que de costumbre, cuando se dio a conocer la desaparición física de la señora Ímber, por causas naturales a sus 92 años. El prestigio y la admiración enmarcan su nombre, pues tuvo una vida larga y provechosa, guiada por el empeño de entregarnos una Venezuela más culta y llena de arte, universo que dibujó a pulso, con tercas y constantes pinceladas: de las pantallas, a las páginas de la prensa y al frente de un museo que se llamaba igual que ella.
Diversas personalidades se sumaron al respetuoso aplauso que elogió la destacada labor de Sofía Ímber, al tiempo que le deseaban un eterno descanso; en la que el sector oficialista no se incluyó. Ellos tienen su propia casta de intelectuales a quienes rendir honores bajo criterios ideológicos, pero Jamás a una periodista frontal e incisiva y sin pelos en la lengua por aquello de que: “Aquí no se habla mal de Chávez”, quien la destituyó sin previo aviso de la dirección del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas en 2001, institución que ella levantó cuadro a cuadro, ampliando con exposiciones de prestigiosos artistas como Botero y Picasso, lo que en un principio fue un reducido espacio en las adyacencias de Parque Central. Tal parece que el arte también puede expropiarse.
Son muchas las lecciones que podemos trasladar de las experiencias de Sofía a nuestra vida cotidiana, como una forma de honrar a quien a lo largo de su vida se convirtió en una figura de gran relevancia nacional. Sin embargo, revisar sus logros, nos ofrece sobre todo una oportunidad de pulir nuestro gentilicio, que en los últimos tiempos es fácil y frecuentemente vilipendiado, mirarnos en su espejo hará que nos preguntemos: ¿qué puedo hacer para volverme un mejor venezolano?
Sofía demostró junto a su hermana Lya, la igualdad del género femenino en una época y contexto dominado por hombres. Es conveniente y necesario que las jóvenes de nuestros días conozcan la historia de las primeras mujeres de su país en graduarse de periodismo y medicina respectivamente, les servirá de aliento en una Venezuela que sigue siendo extrañamente machista, aun cuando somos una nación con nombre de mujer, y muchos son los tacones que patean las aceras para buscar el sustento de sus familias.
Excelencia y trabajo duro, fueron valores que la periodista y promotora cultural defendió en todo momento. Su vida no le alcanzó para recibir todos los reconocimientos que habrían de otorgársele: murió un día antes de que la Universidad Simón Bolívar, la honrara con el doctorado Honoris Causa.
la misma casa de estudios que reconoció los méritos de Sofía, triunfó en Harvard durante el modelo de las naciones unidas, junto a la UCAB y la UCV, dos logros que debemos tener muy presentes, pues son esfuerzos que ilustran como el buen venezolano sigue apelando al conocimiento y la constancia para rehuirle a la mediocridad, que pulula a su alrededor y va ganando terreno.
Los comunicadores hemos de ser uno de los primeros llamados a seguir el ejemplo de Sofía, que en su programa Buenos días, saludó a un periodismo educativo, informativo y ameno, esquema que debería retomarse hoy, en una época dominada por los magazines insustanciales, censura y preguntas complacientes.
Tampoco escapa su mensaje a los ciudadanos de a pie, sirve para visualizar en forma diferente el concepto de belleza, tan tradicionalmente unido a un concurso de esbeltez brillo y lentejuelas, una visión donde lo estético se encuentra en una tarde de museo más que en una noche tan linda… es un llamado a preservar las obras de arte que adornan nuestras calles, con tanto celo como la apariencia física.
El museo de Arte contemporáneo de Caracas, hoy bajo la dirección del Estado, otrora fue modelo de solvencia institucional y de promoción de las artes y la cultura, bajo horizontes creadores alejados del proselitismo político.
Finalmente el legado de Sofía Ímber, relata un pasado en el que fuimos un país que acogía a cientos de inmigrantes en busca de un futuro mejor, así fue como llego ella a estas tierras, proveniente de la Rusa Moldavia, su nacionalidad Venezolana no fue un privilegio instantáneo, surgió del arraigo, de vivir, amar y trabajar por este país, que la impulsó a recorrer el mundo buscando arte con que embellecerlo. Hoy también quiero decirle a los venezolanos que hacen vida en otras latitudes: ¡Seguid el ejemplo de Sofía!.
Examinemos su historia con cuidado, como un retrato que se exhibe junto aL de tantos otros venezolanos, ilustres, una vez más Adiós Sofía Ímber, genio y figura. Buen viaje, y Feliz Día de la Mujer.