República Aniquilada
El gobierno de Maduro vive sus peores tiempos. En medio de su resistencia a abandonar el poder, a aceptar que su tiempo le pasó y que debe dar paso a una transición pacífica, ha recurrido a la más tenebrosa represión política nunca antes vista. Formas totalitarias que se habían quedado en los sótanos de la historia, comienzan a aflorar como fantasmas en pena.
Estas acciones del régimen, nos han recordado la barbarie de Boves, la primitiva hegemonía de los Monagas, la triste ocurrencia de Andueza Palacio de prolongarse indebidamente en el poder, la ambición de Crespo con el fraude contra el Mocho Hernández, la locura de Castro y el plebiscito que terminó por arrollar a Pérez Jiménez. Una asombrosa mezcla de desastres históricos, cuyo desiderátum es conocido: todos fracasaron. Así que no veo cómo, a éste gobierno, le vaya mejor transitando el mismo rumbo.
Maduro no se fijó en López Contreras, mucho menos en Medina o en el Contraalmirante Larrazábal. Claro, es mucho pedir. Está empeñado en seguir ejemplos que trajeron desgracias para el país. Su absurda constituyente, desconociendo la soberanía popular, desconociendo el voto libre, universal y directo de todos los electores, hace que la crisis de agudice y, con ella, siga avanzando la penosa guerra civil no convencional que hoy estamos viviendo.
No exagero al afirmar que los venezolanos vivimos, día tras día, una guerra civil. Evidentemente no es convencional, como lo fue la guerra federal, la de secesión americana o como la española, pero es igualmente trágica y peligrosa. Este conflicto es multifactorial y multifocal. Por una parte, están las protestas institucionales, pacíficas, llevadas por ciudadanos en la calle que intentan llegar a las sedes de los poderes públicos e incluso, a sitios históricos, pero son brutalmente reprimidas con bombas de gas tóxico, vencido, disparado a quemarropa, perdigones y hasta metras, que han ocasionado muertes y heridos de gravedad.
Por otra parte está la agresión, salvaje y sostenida, contra edificios residenciales y urbanizaciones donde los ciudadanos protestan pacíficamente que son atacados salvajemente. El caso del Conjunto Residencial “Victoria”, en El Paraíso, es un ejemplo claro. Allí el impacto de más de 50 bombas lacrimógenas, lanzadas contra estos edificios, produjo el incendio de vehículos y apartamentos, además del saldo de asfixiados y lesionados. Como éste caso, también existen otros similares en este mismo sector de la ciudad y en zonas como El Valle, San Juan, Santa Teresa y La Vega.
Aparte de estos dolorosos episodios, está el conflicto armado que se vive en las zonas populares de Caracas. Bandas delictivas y grupos colectivos, promovidos por el gobierno, se disputan el control territorial ocasionando una masacre que queda encubierta en medio de un verdadero oxímoron: el más estruendoso silencio. “El pueblo en armas” resultó el crimen de lesa humanidad más grave que tiene este sistema desde 1999. Se dedicaron a armar grupos violentos, con armas de guerra, para la “defensa de la revolución” y en su mayoría, como era de esperarse, cayeron en manos de la delincuencia. La ruina del sistema educativo y popular trajo consigo una mutación cultural, donde hoy un número impactante de jóvenes ingresan a las bandas como una vía para poder sobrevivir en los sectores populares.
Existe otro conflicto que el gobierno trata de contener, pero de la peor manera. Se trata de la amenaza de los grupos armados del gobierno, contra los vecinos de los sectores populares que quieren expresar su descontento. Estos grupos montan alcabalas ilegales y hacen labor de patrullaje “preventivo”, señalando las residencias donde la gente trata de expresar su inconformidad con cacerolazos o de cualquier otra manera. Estos grupos andan enmascarados y con armas de todo calibre por zonas como Altavista, Plan de Manzano, Casalta, 23 de Enero y sus adyacencias.
La otra manera de contener, es más peligrosa: el chantaje con el hambre. Vecino que protesta, lo sacan de la lista de beneficiados del CLAP. Odio y resentimiento es lo que están generando en todas estas zonas de Caracas. Frente a toda esta tragedia social el gobierno de Maduro, con el desconocimiento de la soberanía popular, puede desencadenar una insurrección de consecuencias imprevisibles y un daño, tan profundo, que podría poner en jaque hasta la existencia misma de la República.
El país serio, educado y trabajador, tiene la palabra. Seriedad, firmeza y una alternativa democrática unida, con coherencia y responsabilidad, son claves para afrontar este difícil trance y así evitar el aniquilamiento de la República. Sí se puede. Sí hay futuro.
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