Tomás Rincón, el niño que soñaba con ser campeón
Sabemos que Venezuela afronta una importante encrucijada como país por estos días. Sin entrar a valorar las dificultades que esta decisión conlleva, más el costo que está significando, creo que es buen momento para tomarse un respiro y admirar el paisaje por unos instantes.
En medio del conflicto, todavía los venezolanos nos atrevemos a reír, a visitar a los amigos, a organizar alguna comida en familia para recordar que hay lazos irrompibles y sabores inolvidables de domingos por la tarde. Hay casamientos y celebramos esas uniones con alegría; tenemos hijos y soñamos con verlos jugar con sus abuelos y primos, lo que también significa que vemos el futuro ilusionados y con fe. Eso es algo bueno: simboliza que el terror no ha podido encerrarnos en nuestras casas, que la esperanza no se ha desvanecido.
Debo hacer énfasis en la Final de la Champions, uno de los pocos momentos de respiro que aún tenemos. Un evento que va a reunir a familiares y amigos por igual, no solo porque cada quien tiene su favorito, sino porque este año tendrá sabor patrio con la presencia del primer venezolano que jugará un partido de este calibre: el capitán de la Vinotinto, Tomás Rincón. Creo que muy pocos en el país se perderán ese encuentro entre el Real Madrid y la Juventus, pues ambos equipos son los campeones en sus respectivas ligas este año.
Rincón no solo representa lo que todos queremos para nosotros mismos (ser exitosos, estar en primera fila de un equipo importante, ver cristalizado los sueños de niño) sino que ES venezolano, se siente venezolano y levanta los colores de su bandera con las mismas ganas que cuando jugaba en los engramados nacionales. Tomás no fue un jugador rutilante en sus primeros años, no obtuvo grandes titulares de periódicos cuando era un crío, ni estuvo en los focos mediáticos permanentemente. Esa quizá fue una ventaja, porque pudo hacer su trabajo constante, con disciplina, y sobre todo, con la firme convicción de que paso a paso es que se logra la excelencia.
Siempre en ascenso, y un paso a la vez, la trayectoria de Tomás se escribe escalón por escalón. Del Unión Atlético Maracaibo pasó al Zamora, y luego al Táchira. De ahí saltó a Europa con el Hamburgo, luego al Génova, y ahora en la Juventus, con quienes tan solo en su primer año logró coronar un doble campeonato (Scudetto y Coppa Italia). Es Capitán de la Vinotinto desde 2015, el primero del país en ser convocado a cuatro fases finales de una Champions (octavos, cuartos, semis y gran final), y en tres partidos lleva ya una asistencia.
El éxito no le vino de la noche a la mañana, y es así como ocurre siempre. A cada logro celebrado, cada victoria comentada, le precede siempre una historia de silenciosos esfuerzos y discretos avances. Es así como se logran las grandes cosas: sin perder el foco, con paciencia y haciendo el trabajo. Ya se lo dijo a los más pequeños: “A todos los niños soñadores les aseguro que nada es imposible, los sueños están para convertirlos en objetivos y después en realidad. Estoy muy orgulloso de ser venezolano”.
Tomás tampoco se olvidó de su país y de esta hora difícil que atraviesa. Para Venezuela tuvo sus palabras más sentidas, porque dejó claro que desea para ella lo mismo que siempre soñó para él mismo: “Desde mi rol como capitán de la selección venezolana de fútbol, prevaleciendo siempre la unión y el trabajo en equipo, quiero manifestar la impotencia y el dolor que me da lo que está pasando en el país, desearle mucha unión, mucho entendimiento, mucha fortaleza, y sobre todo resultados positivos. Mi mayor deseo es que mi país crezca y salga de esta crisis” dijo en sus redes sociales.
Bravo, “General”. Mucha suerte en tu partido. Venezuela estará apoyándote.
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