Despacito
Certificarse como master coach y ser de luz en otros países, puede costar miles de dólares. En Venezuela es gratis. Solo debes hacer algo: ser usuario de nuestro internet. El solo tratar de hacer una transferencia bancaria en línea, por ejemplo, ya te coloca en el aquí y en el ahora… te hace maestro del “slow life”… te enseña a dominar tu respiración y elevar tu estado zen al zen por zento. Ahora, si logras registrar en tu banco la cuenta destino de la transferencia, automáticamente obtienes tu certificado de Master Coach PNL Ontológico Internacional. Pero si en efecto eres el elegido iluminado que logró completar una transferencia en línea, ya tienes tu pasaje al Tíbet. Eres el nuevo Dalai Lama.
Navegar en el internet venezolano es como ser un capitán de barco. Antes de sentarte frente a la computadora, debes contemplarla, cual océano, y leer sus señales: “¿Qué horas es?… ya va… a esta hora navega bastante gente… además, un chavista se acaba de pronunciar en contra del gobierno… todo el mundo debe estar buscando la noticia… a ver… ¿cuánta gente está pegada al wifi de la casa?… ok… a eso súmale dos personas que seguro se robaron la clave… ¿Me habrán mandado un correo muy pesado?… y mi computadora que está lenta porque tiene la memoria full… ¿Cuáles lucecitas le están parpadeando al router?… ¿Será que solo abro mi correo para irla calentado?… ¡Coño! ¡Se fue la luz!”.
En otros países, ese circulito animado que indica que una página se está cargando es solo una rápida imagen apenas registrada por el cerebro. En Venezuela, ese circulito ES la página. Uno ve ese circulito y no ve solo el circulito. Uno ve una puerta a miles de posibilidades. El circulito te hace terapia porque aprendes a descargar toda tu rabia con una cantidad de groserías en tan solo segundos. Te hace ingeniero de redes, porque puedes calcular cuán visitada está siendo una página en ese momento. Te hace Doctor en Derechos Humanos, pues recuerdas que estás siendo privado del derecho a la información y te haces conocedor de la lista de la ONU donde aparecen las velocidades de internet de los países del mundo. Te hace sociólogo, porque comienzas a conocer el comportamiento de tu sociedad con el internet. Te hace mercadólogo, pues empiezas a entender los patrones de consumo de medios digitales de tu cuadra. Te hace técnico en computación, porque reactivas tu internet desenchufando y enchufando el módem, conectando tu computadora a los datos del celular o pidiéndole a Windows “solucionar problemas” de la conexión. Y por último, el internet venezolano te hace un ser de familia, pues nunca falta un papá gritando: “¡Reuben!… Arréglame el internet”.
¿Eres de otro país y no estás entiendo cuán lento es nuestro internet? ¡No importa, te ilustro! ¡El internet también me hizo profesor! En Colombia –nuestro país vecino- alquilan habitaciones con wifi de 25 megas. En Venezuela, las velocidades de internet ofrecidas en el mercado son: un mega, Luis Fonsi, Maickel Melamed y “empleado-público-del-Saime”. Si aún no lo entienden, nuestro internet es tan lento como la repetición en cámara lenta de unos caracoles corriendo los cien metros planos. Es como una pereza haciendo tai chi. Es tan lento, que uno está frente a la computadora y cree escuchar el antiguo tono de los módem: “piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii rruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu rriiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii ruriuiuiuiuiu”. Es tan lento, que mandar algo con un motorizado es más rápido. Es tan lento, que es mejor hacer una transferencia bancaria en el mismísimo banco. Es tan lento, tan lento, que los adolescentes prefieren masturbarse con revistas pornográficas impresas.
Ahora, si lees esto desde Venezuela más bien te doy las gracias por tomarte el trabajo de conectarte para ello. Si me vas a comentar algo abajo, por favor no esperes te conteste inmediatamente. Mudé mi horario de trabajo de 12 de la noche a 6 de la mañana. A esa hora nadie se conecta.
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