Sabiduría para el liderazgo: ¿Un plus o un imperativo moral?
El liderazgo es un proceso de persuasión y de ejemplo, por el cual un individuo o grupo de individuos induce a otro grupo a trabajar en función de objetivos planteados y perseguidos por el líder, o compartidos por el líder y sus seguidores.
Es importante destacar que no debemos confundir liderazgo con estatus social, político o económico. Tampoco debemos confundirlo con poder, ya que existen personas con poder que no tienen ningún tipo de talento para el liderazgo; así como tampoco debemos confundirlo con autoridad oficial, aunque muchos piensen que sus lugares en el organigrama del partido, de la empresa o el hecho de ser “cabeza” de grupo, les asigna una serie de seguidores; ya que en realidad lo que están recibiendo, en el mejor de los casos, son subordinados. Si los subordinados quieren ser seguidores, dependerá exclusivamente de los superiores en la medida que estos actúen o no como líderes.
El líder debe tener una clara visión de los objetivos que desea alcanzar, y debe definir una estrategia que le permita ser eficaz en la procura y obtención de resultados de manera consistente. Ya que, mediante la entrega de resultados, y la consistencia y coherencia en su actuar construirá credibilidad, que a su vez se transformará en la auctoritas que necesita para convertirse en un referente ante sus seguidores.
El líder debe estar consciente que tiene una responsabilidad muy grande, ya que no sólo conduce su propia vida, sino también la de otros. Por esta razón debe ser un experto conocedor de caminos y de destinos, porque a partir de allí se conducirá a sí mismo y a sus seguidores. El líder requiere conocimientos que han de llegar por vía del aprendizaje constante. Si no hay conocimiento, el liderazgo terminará cayendo en un conjunto de actos voluntaristas, en la procura de objetivos que no se encontrarán influidos por los valores ni por la dignidad del ser humano.
Por esta razón, no puede hablarse de liderazgo en cualquier disciplina sino en aquellas que respeten y honren la dignidad del hombre, lo que implica su necesaria alineación al bien y la verdad. Quienes violen estos principios humanos no serán líderes. Puede que sean conductores, guías o arrieros de personas; pero no auténticos líderes, ya que el liderazgo como actividad humana debe honrar todos aquellos principios morales, éticos, metafísicos y antropológicos que hacen al ser humano.
El verdadero liderazgo exige que el líder tenga rectitud moral, amplitud de miras, conocimiento de las personas y de la plenitud humana; y que esté atraído a buscar siempre la verdad y el bien. Esto implica que el líder debe indagar en la realidad con profundidad, llegar a las causas últimas de la existencia y orientar su conocimiento a la acción.
El verdadero líder debe reflexionar con hondura, pensar en las personas y no sólo en los resultados a corto plazo. Debe razonar no sólo buscando el cómo hacer algo, sino el qué ha de hacerse.
El verdadero líder siempre actuará bien, haciéndose y comprometiéndose con la verdad, buscando lo que es recto y orientando su conducta sistemáticamente hacia la excelencia. El líder siempre verá a la empresa, el partido político, su grupo social, la sociedad, etc. como una autentica comunidad de personas y no sólo como un instrumento para generar beneficios.
El verdadero líder llegará a ser sabio a medida que alcance la disposición habitual o virtud que facilita el encuentro con la verdad y con el bien en cada situación particular. En otras palabras, el líder será sabio en la medida que aprenda a ser prudente, lo que en sentido aristotélico quiere decir, en la medida en que se habitué a discernir y a distinguir lo que es bueno de lo que es malo, cuando aprenda a razonar y actuar sistemáticamente con sensatez y buen juicio.
Luego de la gran demostración de ciudadanía del pasado domingo 16 de julio, Venezuela necesita, es más reclama, como nunca antes en su historia, que en las próximas semanas, en los próximos días, en las próximas horas, se manifiesten y sobresalgan esos verdaderos liderazgos que en base a su autoridad moral y sindéresis sepan qué hacer, y que sobre todo, tengan no solo la capacidad de convencer sino la valentía de emprender, de manera coherente y consistente, las acciones necesarias que finalmente nos encaminen hacia la positiva resolución de la grave crisis que vive nuestro país. Este reclamo y necesidad, tenemos la esperanza será atendido exitosamente, como ya ha ocurrido antes en nuestra historia, por el futuro y la paz de nuestro país.
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