Te amo
Yo también.
– ¿Tú también? – tenía idea de a qué te referías.
– Yo también te amo.
Cada vez que sale el sol, la escena se revive en mi pensamiento: poca luz y tus brazos apoyados a los lados de mis hombros mientras tu rostro escoltado por el blanco del techo estaba frente al mío.
Era tu respuesta a lo que no te dije. No te lo dije, te lo escribí, y -como siempre- me hiciste trampa: lo leíste antes de lo debido cuando tus ojos se escabulleron al final de una página.
Oírte decirlo tal vez es lo más hermoso que he sentido desde que te conocí.
Cierro los ojos y me transporto a todas las veces que me lo dices, a todas las veces que oigo cómo pronuncias la más bella declaración de amor, a todas las veces que tus dedos pulsan la mágica frase.
Cada vez que sale la luna recuerdo cómo en la distancia me hiciste tu chispa particular, con doble C (como la cacofonía anterior), y entonces me pongo feliz porque «soy tuya», así como «tú eres mío»
Mi amor… yo también te amo.
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