Planificación y resiliencia para el éxito empresarial
La palabra que mejor define la situación actual de nuestro país es caos. Nuestro entorno se caracteriza por ser volátil, incierto, complejo y ambiguo. Vivimos en un estado de alerta sistemático, en el que, cuando no pasa nada, nos sentimos extraños y pensamos que la “cosa” está rara.
La gran mayoría de los venezolanos vivimos en un entorno adverso, preguntándonos todos los días que pasará, padeciendo la frustración de lo que pudo haber sido y no fue. Como país, todavía estamos en proceso de asimilación que en dos generaciones pasamos del reino de la convivencia, en el que había de todo para todos y que todo era posible, al país del sálvese quien pueda, del “esto es lo que hay”, compra lo que sea, compra dólares, emigra, bachaquea, cuidado con los delincuentes, etc.
Esta transición ha sido un duro recorrido, del vivir en cierta irrealidad a un exceso de realidad. De creer que éramos un país rico a darnos cuenta que nos hemos convertido en un país pobre. Somos víctimas de la incertidumbre y en este contexto han cambiado nuestros problemas, y, por lo tanto, el tipo de saber que se requiere para encarar la vida y sobrevivir.
No obstante, a pesar de esta realidad, las personas y las empresas no han dejado de preguntarse: ¿qué puedo hacer?, Y la respuesta ha sido, ante todo, reconocer lo que vivimos y tratar la realidad como transformable. Valorar lo que tenemos y apoyarnos mutuamente.
Sin duda el entorno es cada vez más difícil. La empresa privada está bajo ataque sostenido, intervenciones y expropiaciones; violencia política, todo tipo restricciones y de controles; inseguridad y emigración del talento; y a pesar de todo, muchos empresarios pueden afirmar: «Aquí estamos, sin resignarnos»; es más, muchos están dispuestos a luchar, a pensar en el futuro.
¿Pensar el futuro en este contexto? ¿No es temerario cuando estamos perdidos en la incertidumbre? ¿Es sensato planificar? Si bien es cierto que cuando no hay certeza, los plazos se miden en días, la premura anula el largo plazo, todo es presente. También es cierto, al pensarlo bien, que no queda otra opción; no podemos abandonar el futuro a su propia suerte, sería un suicidio, sucumbir.
Por lo tanto, planificar se transforma en sinónimo de esperanza. Cuando se han roto las expectativas reinan la incertidumbre y la desconfianza, por lo que, la planificación constituye una expresión de fe en nosotros mismos, de que estamos convencidos de que no estamos condenados a nada, de que tenemos esperanza, que contamos con el poder de la resiliencia, que es la capacidad de realizar ajustes positivos bajo las condiciones más desafiantes.
La resiliencia se manifiesta de dos maneras, por un lado, en las situaciones malas, como la habilidad para recuperarse de las crisis, para preservar e incluso mejorar el funcionamiento de la empresa en la adversidad; por otro lado, en las situaciones buenas, como la habilidad para identificar las oportunidades que se presentan y aprovecharlas al máximo a favor de la organización.
¿Qué genera resiliencia en las personas? Primero que nada, disponer de los recursos adecuados, que consiste en las habilidades, relaciones y recursos materiales que nos permiten desarrollar las competencias adecuadas; en segundo lugar, la eficiencia personal, que se activa cuando contamos con experiencias exitosas que, al hacernos sentir eficaces, nos motivan a buscar el éxito nuevamente.
¿Qué genera resiliencia en las empresas? Entre los principales factores se encuentran el compromiso, que es fruto de la reciprocidad, la equidad y el respeto entre todos sus miembros; y, por otro lado, la capacidad para aprender e innovar que se nutre de la diversidad de puntos de vista, el acceso a la información y el intercambio de ideas.
La resiliencia no garantiza el éxito, pero siendo la capacidad de adaptarse y recuperarse, se convierte en una protección contra las fallas y la crisis. Por lo tanto, es importante tener presente que la resiliencia se manifiesta cuando: i) se comprende que lo que sucede es una realidad transformable; ii) se es creativo al abordar la situación considerada amenazante; iii) nos apoyamos en personas con recursos que no poseemos; iv) esperamos un mejor momento para actuar, si no tenemos claro qué puede hacerse aquí y ahora; v) nos centramos en nuestros recursos, dones y talentos, y no en el problema o sus posibles consecuencias negativas.
Adicionalmente a lo anterior, debemos tener presente que un elemento clave de la resiliencia es asumir el futuro como hipótesis, tratar todo plan como tentativo, que con seguridad tiene errores y que puede ser invalidado en cualquier momento por situaciones nuevas e imprevistas; y, por lo tanto, nos demanda que desarrollemos hábitos operativos que nos permitan descubrir errores a tiempo para rectificar cuanto antes; sin temerle a los dilemas, a lo contradictorio, y evitando ser obsesivamente coherentes al exigir comprender la realidad; lo que además, nos obliga a aprender a convivir con algunas paradojas, tales como: tracemos rumbos seguros pero tentativos; fomentemos seguridad y cultivemos la duda; veamos el desorden como orden; exijamos honestidad, pero toleremos la hipocresía; transformemos el mundo y adaptémonos a él.
El futuro ya es presente, el entorno nos reta como nunca. Individualmente es difícil que lo podamos enfrentar, por lo tanto, más que nunca, el trabajo en equipo es indispensable para el éxito.
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