¿Pobre o limpio?
Resulta singular establecer una diferencia entre estas condiciones, pues a nuestro modo de ver, el ser pobre o ser un limpio representan dos estados socioeconómicos, que aunque muy parecidos, suelen tener muy sutiles lecturas. Si bien vemos que en los dos casos existe una circunstancia común que es la falta de dinero, también se debe tomar en cuenta que en cada uno cambian las perspectivas de cómo conseguirlo o qué hacer en caso de llegar a tenerlo.
Empecemos por considerar que el pobre piensa que su estado como tal es permanente. El pobre más bien dará gracias de que la cosa no haya llegado a peores y le agradece al destino y a las fuerzas superiores, que aunque tiene poco, lo que tiene le sirve para subsistir. Como el personaje de la parodia, siempre andará con el maletín vacío pero con la frente en alto, demostrando siempre la honorabilidad de sus acciones y la transparencia de su proceder.
Por el contrario, el limpio está convencido de que su condición es transitoria y siempre analizará con atención el entorno para intentar por algún medio voltear su suerte y salir del apuro. ¡Cuidado! Siempre habrá un limpio mirando por encima de su hombro para aprovechar cualquier ventaja. Regateará hasta el último centavo de la compra como si en ello le fuera la vida, y aprovechará al máximo cualquier descuento o bonificación que le reporte algún beneficio dentro de una transacción. Y si es posible, hará valer a su favor los derechos reales o imaginarios que tenga cualquier contrato que firme.
No lo olvide: el limpio siempre cobra por su trabajo. Un limpio jamás dejará de cobrarle una deuda y lo asediará para lograr su cancelación. A la hora de un trato, el limpio le llegará con un contrato en la mano y un precio fijado de antemano. Para mayor efecto, se presentará enfluxado y con un maletín los días viernes para buscar el cheque de pago. Ni se le ocurra llamarlo los fines de semana, que no lo encontrará.
Por el contrario, cuando al pobre se le pregunta cuánto es el trabajo, siempre le contestará: “lo que usted pueda darme”. O en el colmo de las almas desinteresadas: “deme para los refrescos”. Hará los trabajos más duros y detestables por la peor de las pagas, y siempre agradecerá sinceramente lo poco o muy poco que reciba. Siempre le agradecerá al Altísimo, por haberle deparado tan comprensivo y generoso patrón.
Curiosamente, a pesar de que no le alcanza, el pobre se dedica a ahorrar y a pagar escrupulosamente sus deudas. El pobre, por muy pobre que sea, tendrá por allí una cuenta de ahorros medio escondida o unos realitos debajo del colchón, para aquellos momentos de apremio que se puedan presentar. Estadísticamente se ha demostrado que el pobre es el mejor pagador, y así signifique quitarse el pan de la boca, este le cancelará al acreedor el giro del mes para quedar con un estado de cuenta impecable.
No le cobre usted al limpio, que vive de un fiado y se inventará las mil y una excusas para no pagarle. Y sin ninguna vergüenza, se le esconderá cuando le toquen la puerta porque el dinero que tenía lo destinó a cosas más importantes. Siempre tendrá las tarjetas de crédito al límite, prácticamente con los numeritos borrados de tanto pasarla en los comercios, y los fines de mes se ve en apuros para completar el alquiler o el pago de los servicios. Pero misteriosamente, nadie sabe cómo, siempre tiene a la mano el celular de última generación, negocia en dólares y vive en lujosas urbanizaciones privadas.
El limpio vive de sus relaciones. Nunca se queda quieto y siempre está tanteando entre sus contactos, a ver si surge alguna oportunidad para ganar dinero. Por supuesto, sus amistades le huyen, pues de todas las que tiene, la mayoría le hace la cruz porque ya salió con las tablas en la cabeza por hacer tratos con él. Aunque lo toleran, su familia guarda prudentes distancias en lo que se aparece con otro de sus negocios, no vaya a ser que le haga una de sus trastadas, como cuando vendió la casa de la abuela… con ella adentro.
Para el pobre, la amistad y la familia son un tesoro sagrado que debe ser respetado por sobre todas las cosas. Así se esté reventando con las deudas, jamás importunará a sus cercanos ni a sus conocidos con sus problemas de dinero. De paso, nunca molestará al compadre, que es gerente en una empresa trasnacional, con ese incómodo asunto de estarle pidiendo trabajo para él o para los suyos. Faltaba más, Dios proveerá.
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