Cuando le dejamos el camino libre a los políticos

La sociedad civil abandonó la política y ha dejado el camino libre a los partidos políticos. En la oposición al régimen dictatorial que hoy sufre Venezuela, convergen un sinfín de tendencias de todo el espectro político, cada una con mayor o menor fuerza: desde la izquierda trotkista, el revisionismo crítico del régimen, la centro-izquierda y la socialdemocracia, la democracia liberal e incluso, una minúscula derecha nacionalista. Sin embargo, entre tantas tendencias políticas e ideológicas  ̶ muchas incluso opuestas y enfrentadas entre sí  ̶  no se ha logrado siquiera una alianza táctica o un frente amplio en contra de la dictadura, lo que ha hecho que la oposición política sea una suerte de archipiélago, que la dictadura aprovecha a su favor. Los políticos de la MUD, el sector mayoritario de la oposición, parecieran estar en una contradicción permanente con respecto a lo que dicen y a lo que hacen: entrampados en la incoherencia y en un discurso que en algún momento exageró las expectativas de un electorado y de la opinión pública prometiendo varias veces la salida definitiva del régimen dictatorial, pero que al final terminó suplicando las migajas que les ofrecieron los esbirros de la dictadura en una negociación, hasta hoy infructuosa, y que gran parte de la ciudadanía interpretó como una traición.

Para nadie es un secreto que la MUD, los partidos y dirigentes que la componen, han cooptado por completo a todo el movimiento opositor, despojándolo incluso del peso determinante que otrora (hablamos antes del surgimiento de la MUD, en 2008), tuviera la Sociedad Civil, conformada por Fedecámaras, la Corporación de Trabajadores de Venezuela, en algún momento el tren gerencial de PDVSA, las universidades autónomas y privadas, el movimiento estudiantil y medios de comunicación como Globovisión y RCTV. Esta aniquilación de la sociedad civil en la toma de decisiones políticas, fue parte de un plan deliberado de los partidos políticos por re-capitalizar al electorado y constituirse como una verdadera opción electoral, después de más de una década de anti-política y bajísima participación en las urnas, que el país venía arrastrando desde inicios de los años 90 hasta inicios del nuevo milenio.

Ahora, desde la distancia de los años, puede ponderarse que este fue un cambio de estrategia válido y acertado para el momento, después de los fracasos estrepitosos del golpe de abril de 2002, el paro petrolero y el desmantelamiento de PDVSA, la abstención en las legislativas de 2005 y el cierre de RCTV. Tampoco puede negarse que los réditos de este “resurgimiento” de los partidos políticos en la vida pública venezolana a finales de la década pasada   ̶ específicamente a partir de las regionales de 2008 ̶  consolidó una opción electoral que poco a poco fue creciendo hasta lograr el éxito rotundo de 2015, cuando se ganó por una mayoría abrumadora el Poder Legislativo de la república.

Muchos tuvimos claro que una vez consolidada una mayoría electoral de la oposición, el régimen tendería a la radicalización y al afianzamiento del modelo comunista de sus mentores cubanos y que, por ende, sus costos de salida aumentarían. Otros, dentro de esta “oposición institucionalizada” pensaban ingenuamente que con sólo tener una mayoría electoral, el régimen se vería obligado a negociar un consenso para alternarse el poder y enrumbar el país hacia una transición democrática que comenzaría con las elecciones presidenciales de 2019.

Pero la dictadura venezolana entiende perfectamente la estructura de incentivos bajo la cual funcionan los políticos de la MUD: con premios de consolación a corto plazo. El político de la MUD, por definición, no piensa en el largo plazo sino en lo que puede tomar ahora, aunque le termine costando su propia existencia (inhabilitaciones, prisión y exilio). Por esa razón, un curul, una gobernación, una alcaldía, una concejalía, etc., a pesar de no ser poder real, representan otorgamiento de recursos y la posibilidad de seguir construyendo liderazgos (el eufemismo es “conquista de espacios”). Desde las negociaciones de 2004, con la implantación de la tesis del “apaciguamiento”, la oposición institucionalizada se ha conformado con el “second best”, que no son más que ciertos espacios de existencia concedidos por la dictadura, lo cual en un momento se justificó bajo el argumento de no tener una mayoría electoral ni apoyo internacional, pero que ahora revela una inexistente vocación de poder y una incapacidad para enfrentar a la dictadura cada vez que sus costos de salida aumentan. En ese sentido, como estos políticos son la voz cantante dentro de la oposición y hablan en nombre de todas sus fuerzas vivas, necesariamente la estrategia es dictada por ellos y obedece directamente sus intereses.

Quien crea que la oposición venezolana actúa por el único fin de la libertad en Venezuela, ve la vida de una forma inocente. En la oposición venezolana confluyen muchísimos intereses: tantos intereses, como individualidades la componen. Es por ello que nuestro reto como sociedad civil no es imponerles un fin único (eso es una práctica totalitaria), sino lograr de la mejor forma posible la articulación de todos esos intereses con los menores costos a largo plazo. Para ello, es completamente necesario que existan pesos y contrapesos que contrarresten y coordinen todas esas voluntades. En todas partes del mundo, los contrapesos naturales de los partidos políticos son los empresarios, la academia, los medios de comunicación, los sindicatos, las ONG y fundaciones, la Iglesia e incluso la administración pública. Los intereses del burócrata que quiere mantener su cargo el mayor tiempo posible, frenarán los intereses del político que piensa siempre en las próximas elecciones y estos, a su vez, estarán enfrentados a los empresarios y buscadores de renta que desean mantener sus empresas a flote, como también se hallarán opuestos éstos a los sindicatos de trabajadores y a los lobbys que manejan la opinión pública. De manera que, cada decisión se ejecutará tomando en cuenta todos los intereses involucrados y se tratará de buscar la vía del consenso entre todas las fuerzas vivas que son parte del movimiento.

Así las cosas, es completamente necesario que como ciudadanos hagamos parte de la vida pública y de las decisiones estratégicas para que la dirigencia no vaya en contra de nuestros intereses ya que esto es lo que pasa cuando, como sociedad civil, abandonamos la política y se la dejamos exclusivamente a los políticos.

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