¿Me quedo? ¿Me voy?
Hoy voy a escribir en relación a un tema que va más allá del síndrome de nido vacío, que viene definido como una sensación general de soledad que los padres u otros tutores pueden sentir cuando uno o más de sus hijos abandonan el hogar, hoy conversaremos de la decisión de emigrar de nuestros hijos.
No me voy a referir a las condiciones que vivimos en Venezuela, para todos es más que conocido, pero si a la gran pregunta que muchos jóvenes realizan ¿Me quedo? ¿Me voy? Las motivaciones que llevan a nuestros hijos a plantearse esas preguntas son multifactoriales y por supuesto todas referidas a las circunstancias que vivimos en Venezuela pero la decisión de emigrar es la más difícil. La más difícil porque irse del nido a un País desconocido es una decisión de que se debe tomar con valentía. ¿Por qué? Porque al llegar al País que se haya seleccionado, indistintamente se tenga un pasaporte distinto al venezolano, la persona es un extranjero y como tal será tratado. Para lograr las metas que se tienen en el proyecto de vida hay que tener claro que los caminos no serán fáciles.
Intentar replicar en el terruño que se haya seleccionado como la nueva Patria el modelo de vida en Venezuela, es un error. Los que emigran deben aprender a adaptarse a las costumbres del nuevo país. Puedes mantener los vínculos, las costumbres en casa pero debes aceptar que ya no vives en Venezuela, muy duro pero necesario.
Los niños tiene una capacidad de adaptación maravillosa y rápida, una vez que inician en el colegio son capaces en pocos días de establecer vínculos sociales con sus compañeros y pronto tendrán buenos amigos. Gracias a ellos, muchos padres, conocerán a otros progenitores y ampliarán ellos también sus redes sociales
Me voy a permitir en este punto, expresar la experiencia familiar de vida de mi hijo y su esposa. Ambos estudiantes brillantes de Universidades reconocidas del País, fueron víctimas de un secuestro express, luego de ese acontecimiento que marcó la vida de nuestras familias decidieron emigrar. Hace 6 años viven fuera de Venezuela. ¿Cómo ha sido su vida allá? Dura, difícil llena de obstáculos pero ambos siempre se mantuvieron legales estudiando y hoy en día ya son residentes de ese País. Enfrentaron los empleos que por horas les permitía su visa, empleos que no tenían nada que ver con su proyecto de vida pero que eran necesarios para sobrevivir.
Pero más allá de lo económico, ¿cómo se sienten las personas que han tenido que irse? ¿Cómo nos sentimos los que nos hemos quedado? Las personas sentimos lo que se ha denominado “duelo congelado” es el dolor de la ausencia que viene compensado con nuevas formas de estar cerca, a través de videos llamadas, mensajes de whapps, correos, etc. Es compensar la ausencia o tratar de compensarla, pero sin duda la dinámica familiar cambia.
Este tipo de comunicación permite seguir cultivando los afectos y hacer participes a los que emigraron de sentimientos, dificultades y asuntos familiares. Se establecen nuevos vínculos afectivos, nuevas tareas que ayudan a los padres a ”resistir”, a “paliar la situación” y a “hacerse a la idea de que la familia continúa siendo tal, aunque no todos compartan el mismo espacio”. Ver crecer de lejos a los nietos no es tarea fácil pero tenemos la tranquilidad que no pasan penurias.
Para este nuevo vínculo familiar se requiere dedicación y mucho amor. Es importante mantener de lado y lado la comunicación así sea a distancia. Involucrar a los miembros de la familia en los eventos importantes pero también en el día a día. Dediquen tiempo a la persona que está lejos de esta manera el duelo congelado es menos doloroso y por último aprendamos que el amor es incondicional así lo tengamos lejos.
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