¿Gorbachev o Deng Xiaoping?

Ante los resultados de este segundo fraude electoral consecutivo, debemos decir -con todo el pesar- que cuando advertimos en entregas anteriores que la dictadura se hallaba en su fase de radicalización y deriva totalitaria, lamentablemente, no nos equivocamos. Ahora los escenarios son cada vez más preocupantes: la oposición ha salido dividida en dos posturas, al parecer, irreconciliables; la dictadura se afianza a lo interno, sacrificando su posicionamiento internacional, con lo cual sus costos de salida necesariamente subirán.

Con este escenario desolador muchos se preguntan, con sobradas razones, qué nos aguarda el futuro; cuál es el próximo escalón de la dictadura venezolana, de visos cada vez más totalitarios. En el caso venezolano están presentes rasgos totalitarios típicos y atípicos, pero que, en todo caso, dan cuenta que el proceso de “totalitarización” del Estado venezolano se ha llevado a cabo cautelosamente “sin pausa pero sin prisa” y que muchas veces desde Miraflores pueden tensar o aflojar la cuerda dependiendo de las condiciones objetivas para implantar, en mayor o menor grado, la agenda comunista del siglo XXI.

El siglo XX dejó importantes lecciones que no debemos olvidar en relación a la transición de los totalitarismos de la URSS y China. Ambos Estados recorrieron un proceso de transición con alcances y resultados disímiles:

La URSS optó por una transición política, de reforma del Estado. En 1985 Gorbachev se convierte en el Secretario General del Partido y comienza a dar los primeros pasos de reforma del Estado con la perestroika y la glasnost. Se llevaron a cabo importantes reformas políticas entre 1985 y 1991: restauración progresiva del pluralismo político y de la libertad de expresión; liberación de presos políticos; publicación de literatura prohibida; retiro de las tropas de Afganistán; creación de una nueva asamblea legislativa, el Congreso de los Diputados Populares. Esta transición política llevaría a la rápida eclosión y desintegración del Estado Soviético.

En cambio, China, optó (desde 1978) por una transición económica, de apertura hacia el mercado, en preservación de su clase política. Deng Xiaoping apostaba por la aplicación de reformas de mercado como vehículo de crecimiento económico bajo una autoridad fuerte, que preservara la estabilidad del Estado. En ese sentido, se “descolectivizó” la agricultura, hubo apertura hacia la inversión extranjera y se dio permiso a iniciar empresas. Luego se privatizó gran parte de la industria estatizada, se levantó el control de precios, las políticas proteccionistas y regulaciones, a excepción de algunos monopolios públicos en sectores como la banca y el petróleo. Todas esas reformas económicas, no sólo preservaron al estamento político chino, sino que convirtieron a esa nación en la segunda economía del mundo.

Así las cosas, con estas dos lecciones, no es descabellado pensar que el socialismo venezolano optará por la transición económica, al estilo chino. 2017 fue un año de consolidación política hacia lo interno, con la disolución de la Asamblea Nacional, la imposición de una Constituyente y la obtención de 15 gobernaciones mediante fraude electoral. Todo esto, con una oposición prácticamente aniquilada, desmoralizada y dividida, que viene desgastándose desde 2016 en la paradoja de las protestas de calle y las negociaciones.

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