Fórmulas mortales

Si algunas evidencias surgen de la debacle del 15-O, estás son la absoluta incoherencia mostrada por el liderazgo partidista, la inculturación política de la sociedad civil y su desmemoria. Estas gravísimas situaciones están indisolublemente vinculadas a un presunto desconocimiento colectivo sobre la naturaleza de un régimen que no ha hecho esfuerzo alguno para ocultar sus intenciones. Persigo un objetivo útil: Despejar variables para favorecer la unidad de los factores democráticos. Para ello utilizaré el recurso de definir fórmulas que simplifiquen la explicación.

DEMOCRACIA = ELECCIONES X ELECCIONES

El tiempo de conceptualizaciones hermosas pero vagas, como aquellas que meditó Abraham Lincoln en el Discurso de Gettysburg, ha sido superado en los albores del siglo XXI. Las democracias clásicas se asentaron en la realización de elecciones, porque no había mucho más. Aun cuando no exista un criterio universal que fije exhaustivamente los parámetros que definen a un régimen político como democrático, pueden establecerse elementos de consenso que determinen la aproximación al ideal. Serán evaluaciones subjetivas porque están subordinadas a los valores de quienes las defienden. Pero para cubrir las falencias, numerosos instrumentos internacionales fijan criterios y, en el caso del Sistema Interamericano, puedo citar la Carta Democrática.

Aunque en una democracia debe darse la celebración de elecciones periódicas, no tienen sentido si no son “libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo”. La desnaturalización del régimen democrático cumple una ruta que se inicia con la acumulación de poderes con el ariete del mismo poder; una acción caracterizada por subyugar a los factores políticos y sociales sin respeto a la pluralidad. Resulta así que el caso venezolano es el modelo perfecto de un despotismo de nuevo tipo en el que las elecciones sirven para consolidar la dirección autocrática en los asuntos públicos, utilizando los mecanismos esenciales de la democracia (especialmente el voto) contra el sistema mismo.

El desmemoriado elector es sorprendido por cada fraude como si fuera el primero. Él no ha terminado de entender que se trata de una manipulación compleja, un proceso constante, se extiende desde el mismo momento de convocatoria hasta la proclamación (Ahora juramentación); y no se limita al día de la elección. De manera que un demócrata integral tiene que evaluar su participación en procesos electorales, en dictadura, como una lucha contra el opresor en la que no existe el árbitro imparcial. En realidad, lo que se produjo en Venezuela el 30-J y el 15-O puede ser cualquier cosa menos una elección, la democracia no se configura con la realización de este tipo de eventos.

OPOSICIÓN = PARTIDOS + PARTIDOS

Por definición, en dictadura no hay oposición sino factores democráticos en resistencia política. Cuando los sectores “reclaman la calle” es que tienen plena consciencia de esta situación; la oposición se opone al gobierno en una democracia, la disidencia se da en el marco de un enfrentamiento contra regímenes autoritarios y totalitarios.

Se ha planteado la unidad de los factores democráticos como una plataforma de partidos. Esta fórmula es errónea y particularmente nociva porque implica un diseño que ignora al país nacional; y crea un sistema de franquicias políticas que tiene como único norte lo electoral, ignorando la grave crisis nacional. No quiero confundir, creo en los partidos como canal de participación y células básicas de un orden democrático plural, no hay democracia sin partidos; pero, por su propia naturaleza, todas sus ejecutorias están en función de una lucha por el poder mismo y esto, sin instancias de amortiguación, puede atentar contra la unidad real. Por ejemplo, líderes partidistas que se plantean candidaturas presidenciales sin resolver primero la caída del dictador.

La fórmula idónea está en comprender que los factores democráticos rebasan a los partidos aunque, eso que se hace llamar sociedad civil, no haya hecho méritos organizativos para ganarse su puesto en la coyuntura actual.

ESPACIO POLÍTICO = CARGOS X CARGOS

El lugar común del político o elector inculturado es la “defensa de los espacios” a cualquier costo. Pocos se detienen a determinar cuál es el espacio que está defendiendo y el riesgo de su actitud irreflexiva. Eso explica la depresión colectiva cada vez que se ejecuta la elección fraudulenta; aunque no tenga sentido lógico el perfil sicológico de aquel que le da un cheque en blanco a un forajido y luego se queja amargamente porque éste lo cobró.

El espacio político es el de las libertades públicas, no es el del cargo de un determinado candidato. Y si ese cargo no tiene garantía de legitimidad, dado el esquema actual de franquicias políticas; o está sujeto al chantaje de aquellos que tienen el control institucional de los órganos del Poder Público; o está determinado por el secuestro presupuestario y la sistemática anulación institucional; o, simplemente, si ese cargo termina siendo el reflejo del mal gobierno que se combate; se hace mejor no pagar el alto precio de reconocimiento del opresor y sus actos para defenderlo.

POLITICA = PODER X PODER

La concepción ideológica del Estado, a nivel interamericano, lo vincula en lo social a la lucha contra la pobreza, especialmente la eliminación de la pobreza crítica, como elemento esencial para la promoción y consolidación de la democracia. Asimismo, el marco en que se desarrolla esta lucha no es el de la arbitrariedad o el abuso sino que los funcionarios gubernamentales deben actuar en el marco del respeto de los derechos de todos los factores sociales. En general, los líderes de eso que llaman oposición, no se han percatado que sus acciones y ejecutorias han sido irrespetuosas o desconocen el sufrimiento de un país depredado por mafias de todo tipo. Parece que el abuso llegó a su extremo; el ciudadano común no acepta a quienes convalidan a un Estado deshumanizador, estén donde estén.

PUEBLO = ELLOS

La incoherencia política ubica a la dirigencia en contravía a la del pueblo que pretende representar. El régimen solo está pendiente del saqueo generalizado y los factores democráticos están en línea a lo electoral, sin condiciones, “cuidando los espacios”. No existe un proyecto de país, esfuerzo por ofrecer una gerencia efectiva o identificación con los gravísimos problemas que lacera a la mayoría de los venezolanos. Lo único que pretenden es que los sigan acompañando por el camino de la improvisación y lo que, hasta ahora, se ha traducido en un suicidio político.

Lo obvio; si no se resuelve el problema de organización, cohesión y movilización de los factores democráticos, el esquema actual continuará. Si bien es cierto que el sistema de franquicia opositor se quebró irremediablemente, tal realidad no se traduce en una sustitución del liderazgo ni siquiera en un cambio de actitud. Prueba de ello será la forma en que se afrontará el nuevo reto de participar en las elecciones municipales, repitiendo el falso dilema e ignorando las fórmulas que permiten enfrentar con efectividad a un régimen autoritario. Esas premisas son la unidad del país nacional; la armonización de las dos instancias de liderazgo, los partidos y las organizaciones sociales; la lucha por las libertades como verdadero espacio político; la identificación y solidaridad con los representados; y el diferimiento de las aspiraciones individuales. Los hijos de esta viuda que es Venezuela se tienen que revelar, mostrar y volver a rebelar. Todos a la una.

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